lunes, 15 de junio de 2009

La universidad y el Modelo educativo basado en competencias

Publicado en Diario El Mexicano: TIJUANA , B.C. / LUNES 15 DE JUNIO DE 2009, p. 31A


La educación se ha convertido en un subempleo, o a lo mucho sólo alcanzamos a ver instituciones funcionalistas más que de carácter intelectual, y es que en medio de las tantas universidades que tenemos en nuestras ciudades mexicanas, se ve difícil encontrar instituciones educativas que tengan departamentos de investigación consolidados, difícil es encontrarlas porque son pocas en donde haya invención y producción intelectual con la que se bombardee de buenas ideas al imaginario colectivo, que según la noción más tradicional de este término, es con lo que el ser humano interpreta el mundo en el que vive.

Y frente a lo anterior, también nos encontramos con una educación detentada por perspectivas psicopedagógicas-empresariales que no han sido bien importadas para nuestra cultura: llegan tarde y/o mal, como sabemos que suele suceder en México, y es que tristemente nuestro país ha sido paradigma de mal importador de ideas (o mal importador de programas televisivos, radiofónicos, etc.); hace falta, pues, que se produzca educación en el ámbito teórico desde México, para que alcance a ser efectivamente práctico el quehacer educativo, de manera que haya una impronta auténticamente mexicana en el quehacer educativo. Una impronta teórica y práctica para la educación de los mexicanos, que vaya según la mentalidad y cultura del mexicano, la cual, intentando aplicar la enseñanza de Leopoldo Zea, tendrá el sello de “autenticidad” cuando esté preocupada (en este caso la educación) por la resolución de los problemas más urgentes de nuestro país.

Aquí hablaré del Modelo educativo basado en competencias (MEC) y algunos de los fenómenos que nos gustaría que tal modelo sepa considerar, este modelo educativo se quiere instalar desde hace tiempo (incluso con otros nombres), pero ha sido más evidente el intento de instaurarlo ahora con la pretendida reforma educativa que busca hacer el gobierno mexicano; este es un modelo –el MEC–, que antepone el bienestar productivo empresarial a la preocupación porque el ser humano sepa darle sentido a la vida, lo cual reduce el educar sólo al ámbito de la capacitación y el adiestramiento. Y esto del sentido de la vida no es otra cosa, en gran medida, que tener una educación capaz de desafiar la depresión y la baja autoestima que parecieran una moda en el mundo contemporáneo.

Decía que hoy está como la novedad de la supuesta reforma educativa el MEC, que es la traducción (competencias) que se le ha querido dar al término “know-how”: expresión perteneciente a un modelo educativo de origen anglosajón, que según los expositores del dichoso modelo, implica el fundar la educación académica en las exigencias de la empresa por la empresa, donde se hace de la empresa un fin y no un medio para la persona.

Y entonces es fácil engancharse en este modelo educativo, pues se hace del trabajo un estado de vida, o un modo de vida; como que uno se matrimonia con el trabajo, el trabajo llega a ser un cónyuge, de manera que el hacer familia suele olvidarse, precisamente, por serle más fieles al trabajo. Incluso las relaciones familiares, con la esposa y los hijos, vienen a considerarse como una infidelidad al trabajo. Sin embargo, no obstante esta facilidad para engancharse en el modelo “por competencias”, que, como se ha dicho, emana de un pretensiosa ideología que supone a la empresa como una entidad que ha de ser todopoderosa, es también muy fácil el decepcionarse de lo que alcance a prometer este modelo educativo, pues es triste, en circunstancias socioeconómicas como las de México, ver que son pocas las oportunidades de trabajo, entonces viene la frustración porque se tiene una licenciatura que ha pretendido capacitar competentemente para el trabajo, e inmediatamente se tiene uno que enfrentar con la falta de oportunidades laborales.

Y las decepciones vienen, además, porque se vive en circunstancias en las que uno no tiene opciones para escoger; hacen falta sistemas educativos y modos de vida que abran oportunidades de desarrollo más allá de los de los ámbitos económico administrativos. En concreto hace falta la promoción de las ciencias humanistas, hace falta arte, historia, literatura, filosofía, de manera que el pensamiento humano tenga respiros de aire diferente al económico administrativo, que es el olor predilecto de una educación en competencias.

Los términos técnicos de una determinada ciencia, disciplina y/o arte, en este caso de la ciencia y el arte de educar: donde radica el término competencias, suelen oscilar hacia dos extremos: o a recibírsele como un prodigio, donde ciega o acríticamente una minoría la acepta (o se siente obligada, esta minoría, a aceptarla, ya que van en juego sus ingresos por su labor docente), o a rechazárseles toda vez que las mayorías no quieren nada con definiciones técnicas; y me parece que es urgente, entre estas dos polarizaciones, que los padres de familia nos esforcemos en tener idea de las ideologías que mueven instituciones, planes y programas de estudio y docentes en nuestro país.

Esto urge porque hay quienes suponen que es buena la educación que sus hijos reciben, pero hay que ser observadores y observar si nuestros hijos se están educando, no vaya a ser que en lugar de inversión haya, más bien y por desgracia, gasto en la educación, o gasto en que sólo vayan a la escuela porque no vemos que se eduquen, toda vez que las mayorías de los que ingresan a la universidad no superan actitudes adolescentes ante lo que significa estudiar; es increíble que en las universidades mexicanas aún tengan que andar los catedráticos convenciendo y hasta correteando a los alumnos (insisto, ya de universidad) para se pongan a hacer la tarea, o los docentes tengan que inventar trabajos en equipo, muchas veces, para hacer que no reprueben aquellos alumnos que no saben bien a bien qué hacen en las aulas universitarias.

Mientras que, en otros países donde es más significativo ese seguimiento, que queremos nosotros los mexicanos denominar como vocacional (ya que se supone que hay orientadoras y departamentos vocacionales y psicopedagógicos en las instituciones educativas): que tendría que ser para detectar y por sobre todo para promover talentos, en tales países pues, que son de un sistema educativo más serio, se ponen y usan filtros, de manera que no cualquiera llega o no cualquiera sale de una universidad; y es que aquí en México se está haciendo como una obligación el que todo mundo, indiscriminadamente, vaya a la universidad, cuando hay quienes serían felices (y hasta económicamente exitosos) quedándose en el nivel técnico. Y por falta de estos filtros es por lo que no vemos que se distinga entre técnicos y profesionistas. Entre quienes haya qué apoyar para que ingresen a la universidad y quien ha de orientarse mejor al ámbito técnico, muy necesario por cierto, ya que es difícil encontrar un mecánico, un plomero, un albañil, un carpintero, etc., que además de responsable sea honesto, actualizado en su oficio, y apasionado en lo que hace.

Entonces, ya que se siguen importando modelos educativos que vienen de culturas diferentes a la nuestra, y al parecer estamos lejos de que el Sistema educativo oficial tome en cuenta los esfuerzos que hay en las mejores universidades humanistas, con nuestros intelectuales afortunadamente no comerciales o populares, que siempre están pensando en el ámbito de la persona y su educación, pues dejamos aquí algunos de los retos que, esperamos, considere la teoría y práctica del MEC, de manera que nuestras universidades sean de un carácter más intelectual y funcional, no sólo funcionalista.

La educación se ha convertido en un subempleo, o a lo mucho sólo alcanzamos a ver instituciones funcionalistas más que de carácter intelectual, y es que en medio de las tantas universidades que tenemos en nuestras ciudades mexicanas, se ve difícil encontrar instituciones educativas que tengan departamentos de investigación consolidados, difícil es encontrarlas porque son pocas en donde haya invención y producción intelectual con la que se bombardee de buenas ideas al imaginario colectivo, que según la noción más tradicional de este término, es con lo que el ser humano interpreta el mundo en el que vive.

Y frente a lo anterior, también nos encontramos con una educación detentada por perspectivas psicopedagógicas-empresariales que no han sido bien importadas para nuestra cultura: llegan tarde y/o mal, como sabemos que suele suceder en México, y es que tristemente nuestro país ha sido paradigma de mal importador de ideas (o mal importador de programas televisivos, radiofónicos, etc.); hace falta, pues, que se produzca educación en el ámbito teórico desde México, para que alcance a ser efectivamente práctico el quehacer educativo, de manera que haya una impronta auténticamente mexicana en el quehacer educativo. Una impronta teórica y práctica para la educación de los mexicanos, que vaya según la mentalidad y cultura del mexicano, la cual, intentando aplicar la enseñanza de Leopoldo Zea, tendrá el sello de “autenticidad” cuando esté preocupada (en este caso la educación) por la resolución de los problemas más urgentes de nuestro país.

Aquí hablaré del Modelo educativo basado en competencias (MEC) y algunos de los fenómenos que nos gustaría que tal modelo sepa considerar, este modelo educativo se quiere instalar desde hace tiempo (incluso con otros nombres), pero ha sido más evidente el intento de instaurarlo ahora con la pretendida reforma educativa que busca hacer el gobierno mexicano; este es un modelo –el MEC–, que antepone el bienestar productivo empresarial a la preocupación porque el ser humano sepa darle sentido a la vida, lo cual reduce el educar sólo al ámbito de la capacitación y el adiestramiento. Y esto del sentido de la vida no es otra cosa, en gran medida, que tener una educación capaz de desafiar la depresión y la baja autoestima que parecieran una moda en el mundo contemporáneo.

Decía que hoy está como la novedad de la supuesta reforma educativa el MEC, que es la traducción (competencias) que se le ha querido dar al término “know-how”: expresión perteneciente a un modelo educativo de origen anglosajón, que según los expositores del dichoso modelo, implica el fundar la educación académica en las exigencias de la empresa por la empresa, donde se hace de la empresa un fin y no un medio para la persona.

Y entonces es fácil engancharse en este modelo educativo, pues se hace del trabajo un estado de vida, o un modo de vida; como que uno se matrimonia con el trabajo, el trabajo llega a ser un cónyuge, de manera que el hacer familia suele olvidarse, precisamente, por serle más fieles al trabajo. Incluso las relaciones familiares, con la esposa y los hijos, vienen a considerarse como una infidelidad al trabajo. Sin embargo, no obstante esta facilidad para engancharse en el modelo “por competencias”, que, como se ha dicho, emana de un pretensiosa ideología que supone a la empresa como una entidad que ha de ser todopoderosa, es también muy fácil el decepcionarse de lo que alcance a prometer este modelo educativo, pues es triste, en circunstancias socioeconómicas como las de México, ver que son pocas las oportunidades de trabajo, entonces viene la frustración porque se tiene una licenciatura que ha pretendido capacitar competentemente para el trabajo, e inmediatamente se tiene uno que enfrentar con la falta de oportunidades laborales.

Y las decepciones vienen, además, porque se vive en circunstancias en las que uno no tiene opciones para escoger; hacen falta sistemas educativos y modos de vida que abran oportunidades de desarrollo más allá de los de los ámbitos económico administrativos. En concreto hace falta la promoción de las ciencias humanistas, hace falta arte, historia, literatura, filosofía, de manera que el pensamiento humano tenga respiros de aire diferente al económico administrativo, que es el olor predilecto de una educación en competencias.

Los términos técnicos de una determinada ciencia, disciplina y/o arte, en este caso de la ciencia y el arte de educar: donde radica el término competencias, suelen oscilar hacia dos extremos: o a recibírsele como un prodigio, donde ciega o acríticamente una minoría la acepta (o se siente obligada, esta minoría, a aceptarla, ya que van en juego sus ingresos por su labor docente), o a rechazárseles toda vez que las mayorías no quieren nada con definiciones técnicas; y me parece que es urgente, entre estas dos polarizaciones, que los padres de familia nos esforcemos en tener idea de las ideologías que mueven instituciones, planes y programas de estudio y docentes en nuestro país.

Esto urge porque hay quienes suponen que es buena la educación que sus hijos reciben, pero hay que ser observadores y observar si nuestros hijos se están educando, no vaya a ser que en lugar de inversión haya, más bien y por desgracia, gasto en la educación, o gasto en que sólo vayan a la escuela porque no vemos que se eduquen, toda vez que las mayorías de los que ingresan a la universidad no superan actitudes adolescentes ante lo que significa estudiar; es increíble que en las universidades mexicanas aún tengan que andar los catedráticos convenciendo y hasta correteando a los alumnos (insisto, ya de universidad) para se pongan a hacer la tarea, o los docentes tengan que inventar trabajos en equipo, muchas veces, para hacer que no reprueben aquellos alumnos que no saben bien a bien qué hacen en las aulas universitarias.

Mientras que, en otros países donde es más significativo ese seguimiento, que queremos nosotros los mexicanos denominar como vocacional (ya que se supone que hay orientadoras y departamentos vocacionales y psicopedagógicos en las instituciones educativas): que tendría que ser para detectar y por sobre todo para promover talentos, en tales países pues, que son de un sistema educativo más serio, se ponen y usan filtros, de manera que no cualquiera llega o no cualquiera sale de una universidad; y es que aquí en México se está haciendo como una obligación el que todo mundo, indiscriminadamente, vaya a la universidad, cuando hay quienes serían felices (y hasta económicamente exitosos) quedándose en el nivel técnico. Y por falta de estos filtros es por lo que no vemos que se distinga entre técnicos y profesionistas. Entre quienes haya qué apoyar para que ingresen a la universidad y quien ha de orientarse mejor al ámbito técnico, muy necesario por cierto, ya que es difícil encontrar un mecánico, un plomero, un albañil, un carpintero, etc., que además de responsable sea honesto, actualizado en su oficio, y apasionado en lo que hace.

Entonces, ya que se siguen importando modelos educativos que vienen de culturas diferentes a la nuestra, y al parecer estamos lejos de que el Sistema educativo oficial tome en cuenta los esfuerzos que hay en las mejores universidades humanistas, con nuestros intelectuales afortunadamente no comerciales o populares, que siempre están pensando en el ámbito de la persona y su educación, pues dejamos aquí algunos de los retos que, esperamos, considere la teoría y práctica del MEC, de manera que nuestras universidades sean de un carácter más intelectual y funcional, no sólo funcionalista.

1 comentario:

Fabio Fuentes Navarro dijo...

Un abrazo estimado Jesús.
Más que oportuno tu artículo, pues sin lugar a dudas contribuye al ejercicio de la reflexión y al debate de las ideas respecto al MEC. Gracias por compartirlo. Un abrazo desde tierras veracruzanas fino amigo.
Fabio Fuentes Navarro