lunes, 7 de septiembre de 2009

Mes de la patria: oportunidad para la formación cívica y ética en la escuela


Por Jesús M. Herrera A.

Publicado en diario El Mexicano: TIJUANA, B.C. / LUNES 7 DE SEPTIEMBRE DE 2009 / 23A

http://ed.grandiarioregional.com/impreso/Tijuana/090709/07-09-2009%20TIJ_23AA.pdf

Estamos en el supuesto de que septiembre es el mes de la patria. Y recuerdo que mis profesores de primaria y secundaria relataban las historietas de las fiestas de septiembre como con nostalgia; en aquellos primeros años de estudio siempre me pregunté por qué es que teniendo tantos héroes y supuestamente tan valientes, México es un país donde se vive absurdamente la pobreza.

Luego me topo con los secretos a voces, que redundan en que las revoluciones que se han dado en México, simplemente han sido para el beneficio de unos cuantos, tal vez hay más de chisme que de objetividad en esta percepción de las historias heroicas de México (que lo discutan los historiadores).

Más, de lo que no me cabe duda, es que estos acontecimientos estudiados, por lo menos en los 80´s que es en la década donde recibí mi primera formación cívica carente de ética, estas revoluciones y escenarios heroicos y de héroes, no le han ayudado a México a salir de su condición tercermundista. Insisto, pues, en que no sé por qué tanta algarabía ante estas celebraciones, no sé, pues, a ciencia cierta por qué tanta fiesta.

Decía que se trata de un estudio de civismo carente de ética porque se les ha puesto a la cívica y a la ética como inconciliables: muestra de ello es que la ética se subordina al derecho positivo, y seguido vemos cómo es que se positivan leyes injustas.

Por ejemplo la ley no sólo injusta sino, además, absurda, de pagar la tenencia y el otro impuesto para automóviles nuevos (el ISAN); impuestos injustos y absurdos, pero eso sí, muy legales que, se comienza a escuchar, están a punto de desaparecer, esperamos que no sea esto (el que desaparezcan tales impuestos) una ilusión.

Y ni qué decir de otras leyes que son injustas porque transgreden directamente a la dignidad humana. Pues de la vida humana se tiene apenas una percepción puramente sensualista, y a la persona humana no se le alcanza a ver en sus aspectos más elevados, existenciales y trascendentes u ontológicos. De manera que la generalidad del pueblo mexicano ni siquiera es capaz de percatarse de las distintas leyes injustas que impone el Estado.

Y esta carencia de una formación cívica al margen de la ética, se la ha querido subsanar con la famosa cultura de la legalidad, que a unos les suena como extraña y a otros más críticos y conscientes nos parece como algo imposible, porque es precisamente el estado quien menos muestras da de respeto y cumplimiento a la ley que el mismo Estado impone: el mismo Estado no cree en la cultura de la legalidad. Incluso la clase política, sabemos, peca continuamente de abuso de poder, y peca hasta sacrílegamente de ello, toda vez que el poder se pervierte en el mismo Estado.

Las fiestas cívicas, sobre todo la de la Independencia de México, no dejo de observarla irreverentemente (pido perdón por ello), y tal vez peco de pensamiento al analogarla con la bulla e hilaridad de los que llegan con una fe ciega a apoyar a la selección mexicana de soccer, y cuando mejor les va es cuando pueden decir que “jugaron como nunca y perdieron como siempre”; y como la analogía es para salvaguardar la diferencia (a partir de una semejanza), resulta que el bullicio y la fiesta en torno a la Independencia de México no es nunca de un triunfo: pues en el soccer algún triunfo se logra, y en la fiesta de la Independencia nunca hay triunfo porque, si nos fijamos bien, no se sabe a ciencia cierta en qué consista la independencia y la soberanía mexicanas, los valores de la independencia y la soberanía no se reflejan en civilidad, toda vez que vivimos en una cultura salvaje, de levantones y secuestros.

Ni en lo más elemental de la vida hay civilidad en México, en las plazas comerciales y en centros recreativos del país, no se pueden designar espacios para que quienes tenemos bebés dejemos tranquilamente las carriolas de ellos, y al cabo de por lo menos una hora regresemos sin duda de que allí las recogeremos; otro ejemplo: es imposible que cada teléfono público tenga su correspondiente directorio, tan imposible como que lo más seguro es que si requiero de un teléfono público el que elija no tenga una avería.

De manera que las fiestas cívicas podrán tener sentido cuando se conviertan en una oportunidad para humanizar, y conducir a la civilidad a través de la formación ética o moral. Si es que el objetivo de la formación cívica consiste en despertar una conciencia e identidad nacional. Y ya de suyo si el amor a la patria no redunda en paz y justicia, pues más bien seguirán siendo, las fiestas de la patria, pretexto para no trabajar y emborracharse, y hasta para hacer desmanes.

Si, entonces, el calendario cívico se abre a forjar una auténtica conciencia moral-social en el formando o alumno, lo primero que hemos de tener claro es qué entender por moral y luego, ya después, la conectaremos con la educación cívica. Es inevitable advertir que a la formación moral se le confunde con religión, cuando la primera es apenas parte y por qué no hasta sello de la segunda, pero hay que evitar esa confusión, sobre todo en las escuelas católicas.

Luego en diccionarios o enciclopedias de las que son más populares reducen el concepto de moral a normas que convencionalmente se viven, se trata en estos planteamientos de nociones muy superficiales de la moral y de su relación con la ética.

Permítaseme redundar más en el concepto. Para comenzar, la ética en toda una tradición la han visto como filosofía moral, y esta es la perspectiva que sigo y me ayuda más para tener una comprensión de lo que es la ética y de su relación con la moral. Decir filosofía moral es hablar de teoría de la moral, por esto es que la ética es teórica.

Y si la ética es teórica porque teoriza en torno a la moral, la moral es práctica. Por ejemplo, golpear a alguien es inmoral (es inmoral el acto de golpear), y al pedir razones para argumentar por qué es inmoral, lo que hago es discurrir éticamente, es decir teorizar en torno a la inmoralidad de esa acción de haber golpeado al otro. Igual sucede con el bien moral, se requieren razones, aunque sea mínimas, que justifiquen el porqué de una acción moralmente aceptable.

Una consecuencia que de aquí se desprende, es que toda moral se funda en una ética, la moral que se viva depende de nuestros contenidos éticos, por eso es que más bien se dice casi siempre que, a nivel de estudio, lo que hacemos es estudiar ética.

Finalmente una advertencia para documentarnos en torno a la enseñanza de la ética. Hay éticas rígidas que pretenden medir el comportamiento moral casi matemáticamente: son éticas de puras leyes, y hay éticas que quieren fundarse en el puro sentimiento y sin algo de razonamiento objetivo, que ven a la ley como enemiga de la buena intención (y es que sin leyes, en cuanto que tienen un sentido pedagógico porque son medios y no fines en sí mismas, es casi imposible que se alcancen las buenas intenciones); se trata de encontrar un equilibrio en entre unas y otras perspectivas éticas, precisamente para evitar los excesos de cada una: nos parece que la ética de virtudes es la que ayuda a encontrar el equilibrio entre razón y pasión, entre lo que se hace y lo que se debe hacer.

La ética, pues, nos permite comprender el porqué de la moralidad y la inmoralidad de los actos humanos, y los actos sujetos a juicio moral, son los actos libres: un acto que no es libre no está sujeto a juicio moral.

Ya que tenemos una noción de ética en general, se puede pasar a ver lo que pueda ser una ética social, que viene a ser la base de una auténtica formación cívica de carácter ético. Agotado aquí el espacio, en la siguiente columna continuamos conectando la ética con la formación cívica a través de la ética social, la cual cuaja, principalmente, en la solidaridad.