lunes, 18 de octubre de 2010

Metafísica o magia

Por Jesús M. Herrera A.
Publicado en El Mexicano: TIJUANA, B.C. / LUNES 18 DE OCTUBRE DE 2010 / 19A
Umberto Eco, como bien insinúa el título de su obra “A paso de Cangrejo”, supone que en cada uno de los aspectos de la vida, ya en el siglo XXI, pues vamos caminando para atrás. Desde esta referencia intentaré proponer una metafísica para superar esas actitudes mágicas, que por ley del menor esfuerzo, intentan resolver la vida.
Y bien, en uno de los ámbitos en los que seguimos caminando para atrás, es en lo referente a que no hemos superado no sólo una mentalidad mágica, sino diversas actitudes mágicas que emanan de la correspondiente mentalidad mágica que nos sigue asistiendo, toda vez que, se supone, somos testigos privilegiados del avance de la ciencia. Y aquí el gran problema es que se atestigua a la tecnología siendo existencialmente dependientes de ella, y ello implica el considerarla como algo mágico que nos resolverá la existencia, i. e., que nos definirá el sentido de la vida.
Y a propósito de lo anterior dice Eco: “Los hombres de hoy no sólo esperan, sino que pretenden obtenerlo todo de la tecnología, y no distinguen entre tecnología destructiva y tecnología productiva. El niño que juega a La guerra de las galaxias en el ordenador, usa el teléfono móvil como un apéndice natural de las trompas de Eustaquio y lanza sus chats a través de internet, vive en la tecnología y no concibe que pueda haber existido un mundo diferente, un mundo sin ordenadores e incluso sin teléfonos”.
Entonces, lo que nos ofrece la ciencia, que es la tecnología, no cumple con el cometido de hacer ver la grandeza del ser humano a través de sus logros en orden al bien común, para crecer individual y socialmente, más bien la tecnología se convierte en algo que nos llegó quién sabe de dónde para hacernos la vida cotidiana más fácil, dogmatizando el hecho de que la vida buena es la del menor esfuerzo.
Ahora bien, todo esto queda enredado en, adelantaba, un pensamiento y una actitud mágicas; y primero veamos cuál es la magia que aquí criticamos, Umberto Eco dice que la magia es “La presunción de que se [puede] pasar de golpe de una causa a un efecto por cortocircuito (...) la magia ignora la larga cadena de las causas y los efectos y, sobre todo, no se preocupa de establecer, probando una y otra vez, si existe una relación repetible entre causa y efecto. De ahí la fascinación que ejerce, desde las sociedades primitivas hasta nuestro luminoso Renacimiento y más allá, hasta la pléyade de sectas ocultistas omnipresentes en internet”.
La ciencia, siguiendo a Aristóteles, se opondrá a la mentalidad mágica que hemos descrito, pues la ciencia siguiendo al estagirita es el conocimiento de las cosas por sus causas; la ciencia entonces trabaja en las relaciones entre las causas y los efectos, lo cual se concluye con axiomas, mismos que nos hacen comprender y explicar o dar cuenta del mundo en que se vive; por un orden causal es que damos cuenta tanto del microcosmos como del macrocosmos.
Regreso con Eco: “La confianza, la esperanza en la magia, no se disipó en absoluto con la llegada de la ciencia experimental. El deseo de simultaneidad entre causa y efecto se transfirió a la tecnología, que parece la hija natural de la ciencia... La tecnología hace todo lo posible para que perdamos de vista la cadena de las causas y los efectos... lo que se traduce de la ciencia a través de los medios de comunicación es -siento decirlo- [dice Eco] tan sólo su aspecto mágico, cuando se divulga, y cuando se divulga es porque promete una tecnología milagrosa [milagrosa en el sentido de mágica: confundiendo mágico con milagroso: como algo que transgrede las relaciones necesarias entre causa y efecto. Y es que hablando del milagro aunque sea de paso: para la teología cristiana el milagro no es una transgreción de estas leyes naturales porque eso sería presentar a un Dios que se contradice ya que Él es el Creador, sino que el milagro es un signo salvífico de Dios]”.
Por otro lado, expongo lo que ha sido una de las líneas en resumen con que trato de acercarme a quienes hacen crítica de la modernidad, desde nuestra condición posmoderna en la que nos ha tocado vivir. En gran medida criticar a la modernidad es criticar a la ciencia y la tecnología que de ella emana.
Y dejando un poco de lado que la posmodernidad tiene una faceta en la que es continuadora de la modernidad, centramos la atención en esa otra cara de la posmodernidad en la que ella es ruptura con la modernidad, para continuar con la crítica a un mundo de ciencia y tecnología que no ha rendido para el sentido de la vida.
La posmodernidad como ruptura de la modernidad, acusa a la razón como algo que termina siendo ideología: porque esta razón (la razón modernista) ha servido como instrumento de poder. Y sí, la razón o filosofía modernista había prometido un paraíso terrenal gracias a, precisamente, la ciencia y la técnica. Y entonces lo que se ha visto es más bien que la modernidad falló, porque lo único que consiguió fueron guerras y genocidios (no nos dio el paraíso prometido que sería, por cierto, algo mágico); Auschwitz como símbolo de los campos de concentración de la Segunda guerra mundial, parafraseando a Lyotard, viene a ser el fin y el inicio de la modernidad.
Pues resulta que hoy por metafísica se le ha entendido, en filosofía, a esa razón modernista que más bien ha servido, como hemos dicho, de ideología para dominar. Y subrayo que en filosofía, porque se trata de comprender esto desde el reto de superar las actitudes mágicas, en el sentido de absurdas, con que se ve a la ciencia y con que se usa de la tecnología.
Ahora bien, el sentido clásico o tradicional de la metafísica, siguiendo a Aristóteles y Tomás de Aquino, es que esta ciencia estudia el ser desde el ente. Se hace el esfuerzo por comprender desde las cosas concretas qué hay en ellas para ser lo que son, pero sin perder el piso de las cosas mismas, para no dispararnos al terreno de lo fantasioso renunciando al diálogo con la ciencia.
Y más aún, sin dispararnos al absurdo como para construir una metafísica que, como mencionó acá Eco, resuelva mágicamente la vida, sin el esfuerzo personal, i. e., al margen de eso que en la ética clásica es lo más metafísicamente valioso, que es la vida de virtud.
Se puede advertir que en filosofía se han entendido varias cosas en orden a qué sea la metafísica; y que hay discusiones tanto a favor como en contra de la metafísica; y que hay quienes en orden a tales discusiones y observaciones trabajamos en la construcción de una nueva metafísica desde el uso del símbolo, y no es ahora el momento de entrar en esos detalles. Pues el objetivo de esta intervención es, como lo he venido sugiriendo de diversos modos en otras columnas, invitar a leer cosas que conduzcan a la erudición y al compromiso por el otro: que se pueda crecer no sólo en edad, sino también en sabiduría.
Es que el puro conocimiento racionalista no hace crecer porque no lo es todo: se requiere un mínimo suficiente de él, y el puro amor sin ese suficiente conocimiento puede pervertirse, terminando en amor ciego, lo cual es absurdo no obstante que parece estar de moda, porque se ha dogmatizando eso: no sólo que el amor es ciego, sino que se toma literalmente el dicho que más bien es metafórico: que hay amor a primer vista.