lunes, 10 de agosto de 2009

Démosle contenido a la Reforma Educativa

Por Jesús M. Herrera A.

Publicado en diario El Mexicano, LUNES 10 DE AGOSTO DE 2009 / TIJUANA, B.C., p. 30A

Es importante, y además parte de un compromiso como educador, el seguir hablando de lo que a la filosofía le toca hacer en el ámbito de la educación, y aún más importante es el saber qué lugar le toca a la filosofía en el ámbito de la educación.

Hablar de la reforma educativa es necesario, porque nos toca tomar una posición crítica ante ella, de manera que si ya está y es ineludible y obligatorio el cumplir con los requisitos y el mismo Diplomado en competencias, pues hemos de abrirnos el espacio necesario, o tal vez esperar a que termine el diplomado para seguir cultivándonos en la formación filosófica, que es a lo que invito en este privilegio de hacerles llegar un poco de los conocimientos que poseo para, aplicados a la labor educativa, ponerlos en sus manos.

Se puede aceptar ciegamente la reforma, porque me va bien individualmente con ella, pues ya me tocó que me paguen por responsabilizarme de la administración de los diplomados; también se le acepta porque me deslumbra en tanto que al margen de la crítica bien intencionada y mínimamente fundada, no tengo problemas en maquilar competencias como se pide, y sin tomar en cuenta toda una tradición y complejidad al fondo de esta propuesta que en no pocos se aprecia como la panacea de la educación. Hay que hacer el esfuerzo de no tenerle una fe ciega a la reforma educativa y hacerla que ayude en la consolidación de la identidad de una cultura mexicana, según las expectativas de los buenos filósofos latinoamericanistas.

También se puede rechazar unívoca y ciegamente la reforma, por flojera, porque esto de las competencias da flojera, y se arguyen motivos ciertos como es la falta de apoyo material para tener el espacio y el tiempo suficiente para preparar competencias, pero a conciencia sé que no tengo una intención moral que oriente y le dé sentido a mi labor educativa, y es que al margen de la ideología supuesta, y compleja, en la reforma educativa, ser educador antes que nada es un apostolado.

Para evitar esos extremos, yo creo que la mejor opción es entender la reforma educativa y, más aún, darle contenido (entenderla como fin es estéril), movidos por el interés de hacer de la educación un apostolado; aquí entendemos por apostolado a toda aquella actividad que individual y socialmente tiene como su primordial intención el humanizar la cultura en la que estamos inmersos, mitigándole aquellos excesos que justifican el individualismo, y la promoción de una cultura de la muerte que lleva, absurdamente, incluso, a adorarla a través no sólo de ídolos, sino de los asesinatos, levantones y secuestros.

En lo que sigue, pues, van algunos tópicos de filosofía que al amable lector le entreguen ideas para apostolizar su labor educativa, ya sea la académica, o ya sea la del hogar. Siempre con el esfuerzo de ser suficientemente explicativo en tecnicismos que, a mi juicio, son ineludibles. Y en mi correo electrónico estoy atento a sus inquietudes o dudas.

Me parecen muy apropiadas las líneas siguientes de Enrique Dussel (nacido en Argentina y desde hace tiempo ciudadano mexicano) para introducirnos en el trabajo de este día. El filósofo de la liberación dice “(…) en épocas de crisis como la que experimentamos en el presente (no sólo en los países centrales del capitalismo por el colapso del dogmatismo neoliberal y el estancamiento de la producción industrial, sino igualmente por la crisis de los partidos políticos y el sistema representativo en todo el mundo) es necesario repensar todo el andamiaje científico, tecnológico y político, lo que exige tener capacidad crítica y vislumbrar el conjunto del proceso civilizatorio para inventar nuevos supuestos y alternativas. Para ello no bastan las ciencias de mediaciones, de los instrumentos de un sistema, sino las disciplinas que permiten repensar la totalidad de los medios y los fines, de su sentido último, para descubrir las contradicciones que han llevado a la sociedad en su conjunto a callejones sin salida”. Y bien, trataré de hacer ver la importancia de algunos de los términos utilizados por Dussel en la cita.

Repensar: en el ámbito de la felicidad humana y la convivencia social la introspección implica el repensar, i. e., el reflexionar sobre sí, repensar es volver sobre lo mismo, la persona humana necesita de volverse sobre sí, requiere del alto en el camino y hacer un examen de conciencia para sincerarse a sí mismo; y lo mismo se convierte en otra cosa cuando es repensada.

Sí, el repensar es algo productivo, porque es lo que conduce a renovar los objetos de nuestro pensamiento (no sólo los pensamientos, si no los objetos mismos), entonces en el acto de conciencia lo que hacemos es renovarnos, y esto es algo eminentemente creativo, de creatividad sobre todo existencial. Sin esta creatividad existencial no nos reinventamos, lo cual es peligroso para eso que del ser humano llamamos espíritu: mismo que se manifiesta en amor al saber, en la fuerza de voluntad y que culmina en el amor al otro. Más, una dificultad para esto es el ruido, sobre todo el estridente. Ah, tampoco el activismo ayuda.

Si el acto de conciencia no termina en la preocupación por el otro, no sólo es estéril la actividad de reflexión, sino que se puede pervertir esta práctica psicológica, porque puede conducir a una especie de hermetismo, en donde no somos capaces de diálogo.

Repensar todo, la totalidad “de los medios y los fines”: luego esta expresión que viene a ser más exigente, se refiere a una invitación que es también de carácter existencial, el ser humano requiere de tener algún medio que le permita ubicarse, es necesario tener el mapa del universo y saber en qué lugar de éste se está situado como persona individual y social; ya muchos filósofos en seguimiento de Demócrito han visto al hombre como microcosmos porque en la persona humana se reúnen virtualmente los distintos reinos, las distintas realidades que existen en el universo, la persona es compendio del universo.

Y bien, tal vez decir universo sea algo muy amplio, hay que saber por dónde podemos comenzar a ver el universo y colocarnos como compendio del mismo, para esto nos ayuda mucho Martin Heidegger, quien nos recuerda que el mundo es nuestra posibilidad, somos, dice él, seres-en-el-mundo, el mundo se convierte en horizonte de posibilidades.

Ser-en-el-mundo es modo de ser, un modo de ser es el medio por el cual nos damos a conocer, nos hacemos presentes con nuestros modos de ser, siempre que me describan dirán algo de mi modo de ser: alegre, iracundo, flojo o servicial, y no sólo lo que tal vez sea relativamente importante, que es limitarnos a una descripción puramente física.

El concepto de ser-en-el-mundo es muy importante, en pleno siglo XX Heidegger introduce el concepto en un contexto en el que la humanidad había perdido este modo de ser, porque más bien se vivía con una actitud puramente instrumentalista del mundo, lo cual no implicaba relación afectiva con el mundo y con el otro.

Tres elementos más rescato de la cita de Dussel: Capacidad crítica (la cual no ha de confundirse con la opinión, sobre todo las infundadas y las que no son más que aforismos chocantes, tampoco se confunda la crítica con la lluvia de ideas), Inventiva (que no se da de la nada) y Sentido último (que está muy olvidado por estar ocupados de lo inmediato, y entonces no se sabe qué hacer con la certeza de la muerte); tres nociones, pues, que en mi siguiente colaboración desarrollaré, ya que aquí se nos agotó el espacio.