viernes, 26 de febrero de 2010

Filosofía práctica y caracterización intelectual

Por Álex
La hermenéutica es un hacer, un proceder reflexivo sobre la realidad tatuada de símbolos que nos envuelve. Por ello es que los hermeneutas, a diferencia de los filósofos analíticos o teóricos puros, pueden implementar sus procedimientos de interpretación dentro de una zona de acción más amplia y en un tono más próximo y empapado de humanidad. Se trata de una filosofía práctica involucrada siempre en el devenir de la vida y que, por su naturaleza localizada en el interior de una comunidad de interpretación, se encuentra siempre abierta a la inclusión de aquellos interesados en participar del diálogo, pero también de la discusión, allí donde aparezcan las naturales discrepancias.
Por ello es que la práctica hermenéutica resulta atractiva y esto lo he podido corroborar con enorme gozo al entrar en contacto a través de los sitios y comunidades cibernéticas con otras personas que caminan por las rutas de la interpretación filosófica. Llama primeramente la atención la juventud de muchos de ellos, quienes estimulados por una realidad que en ocasiones se presenta confusa, se aproximan a las propuestas hermenéuticas con la clara intención de participar en el debate de las ideas y la clarificación de los procesos de lectura. Es esta condición de la hermenéutica, y, en concreto, de la hermenéutica analógica, la que le otorga su seña de identidad como una práctica vital, como un filosofar pegado al suelo, que bien entiende que la meditación sobre los problemas de la interpretación es más que un simple ejercicio teórico. La evidente implicación moral que tiene el acto interpretativo y que tan claramente se ha comentado por Beuchot y el grupo que rápidamente se ha conformado a su alrededor, trasciende lo meramente discursivo y alcanza, por citar un par de buenos ejemplos, el plano de las relaciones espirituales y políticas entre las personas que pertenecen a distintos grupos culturales.
Veamos ahora el caso concreto de la analogía, que no es sólo un mecanismo, un procedimiento simple que nos auxilia en la obtención de ciertos resultados en la lectura de textos; también es, y esto resulta desde mi punto de vista aun más relevante, una disposición fundacional de nuevas formas de raciocinio. En esto creo ver la gran importancia histórica de la hermenéutica analógica, es decir, en el diálogo desde Latinoamérica con otras filosofías interpretativas o postfilosofías, como algunos las denominan. No se trata, así me lo parece, de promover una supuesta filosofía de excepción, pues esto no es posible ni deseable, sino una variante con profunda identificación en el ser mestizo de nuestro continente y con fuertes vínculos, además, con la tradición de occidente a la que de una manera particular pertenecemos.
El nivel de practicidad que la hermenéutica analógica tiene, más el amplio espectro de intereses y, sobre todo, la pertinencia de su procedimientos en el contexto de una comunidad global, la colocan en el centro de las faenas teóricas de varias disciplinas; de esto da cuenta muy precisa la cada vez más abultada producción académica que desde diferentes perspectivas se ha venido realizando durante la última década.
Por todo lo anterior resulta claro que la hermenéutica analógica posee un sello de caracterización intelectual muy visible e identificable, que si bien tiene en la analogía su emblema más visible, no es menos verdadero que gracias su ascendente dialógico, su apertura, su condición mestiza y, sobre todo, a su carácter humanista, adquiere el temple que la identifica como una de las propuestas filosóficas con mayor futuro en el entorno hispanoamericano durante los primeros años de ese nuevo siglo.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Justicia y Cultura de la legalidad


Por Jesús M. Herrera A.
Publicado en Diario El Mexicano: / LUNES 22 DE FEBRERO DE 2010 / TIJUANA, B. C., p. 30A
 Imagen obtenida de: http://derecho.laguia2000.com/wp-content/uploads/2008/05/concepto-de-derecho.jpg
Se ha escuchado hablar de que es importante una cultura de la legalidad, que comience a promoverse y enseñarse desde las instituciones académicas.  Ante esto quisiera hacer algunas acotaciones en torno al problema de la legalidad y la justicia en nuestro contexto mexicano.
Un asunto que me delimita es la cuestión de si hay algo antes del derecho positivo, o si éste es autosuficiente, es decir, si lo que importa es positivar las mejores leyes de acuerdo a unos intereses y luego a otros; o también, ¿cabe la hipótesis de algo anterior al derecho positivo, que dé cierta orientación a la positivación de las leyes?
Es que si es suficiente con positivar entonces podríamos presumir que toda ley es justa, lo cual parece que no es cierto, ya que seguido tenemos la queja de que el estado nos impone, precisamente a fuerza de ley, el pagar impuestos injustos.  O tal vez tengamos que hacer como un principio o axioma el hecho de que lo legal no tiene por qué ser justo.
Cuando lo legal no tenga por qué ser justo, entonces damos por válido lo que dijo una señora de la política, esposa de otro político al que, en televisión abierta, lo puso en evidencia un famosísimo payaso comentador y crítico de la política mexicana, con el asunto aquél de las ligas y un dinero que hasta el día de hoy no sabemos dónde quedó.  La esposa del político dijo que lo que su esposo hizo fue inmoral, pero no ilegal, no había, pues, delito qué perseguir.
Y no sé si en esa lógica, en donde se da por supuesto que no hay forma de conciliar lo legal con lo moral, haya que elegir entre el ser muy legales pero bien inmorales, o tener solvencia moral siendo críticos y transformadores de las legislaciones que nos asisten, precisamente para buscar que las leyes sean justas: opto por lo segundo.
Hay que averiguar qué pasa con lo que se legisla en México, sobre todo en torno al problema de que nos asiste un derecho positivo que, sistemáticamente, desde hace tiempo ignora la justicia en tanto que supone que, la positivación del derecho, debe estar al margen de la ética, así que nos atenemos al convencionalismo para positivar leyes.
Ante esto se confunde ese convencionalismo con democracia, y no me parece lógico que sigamos pensando en una cultura democrática, también, al margen de un ideal de justicia social, y buscando así una democracia por la pura cultura de la legalidad, que tal vez adolece de orientación ética.
Tal vez el problema es que no se ha comprendido bien qué sea la justicia, en tanto que es la virtud más difícil, por ser la más perfecta.  Espero que en la línea de la filosofía clásica, en algo se pueda ir actualizando y tomando en cuenta esta virtud, o por lo menos contextualizarla, cosa que ya de por sí urge, y ya el meterla en contexto considero que nos puede ayudar mucho.
El asunto de la justicia es, ante todo, de orden ético; es necesario que el derecho positivo se ajuste, pues, a la ética, en el sentido de que la ética oriente al derecho.  Y para esto es importante una idea de ética que rinda para dialogar con el derecho, no se trata de moralismos o mojigaterías, sino de la razón moral, de la intención por el bien, para lo cual hay que cultivarse.
La ética es la disciplina filosófica que valora como moralmente bueno o moralmente malo un acto, pero no sólo se queda en la valoración o enjuiciamiento descriptivo, sino que también normativiza, así, al normativizar, entonces la ética se hace moral, se comienza a practicar.
Es decir, la ética es teórica y la moral es práctica; un acto como tal es moral, inmoral, o amoral, y las razones que justifiquen la moralidad, inmoralidad o amoralidad son, pues, de orden ético, en este sentido la ética es filosofía o teoría de la moral.
Se estudia filosóficamente el actuar humano en tanto que es libre: los actos que no son libres son amorales; el tratamiento filosófico del actuar humano resulta del hecho de que no cualquier actuar vale lo mismo, hay actos que construyen y otros que destruyen a la persona; por construirla entiendo que la hacen feliz, porque la hacen mejor.
La filosofía aristotélica sugiere que la felicidad es un perfeccionamiento del ser humano en tanto que éste va actualizando las capacidades que tiene como persona: las de conocer y se hace sabio, y las de amar para estar siempre abierto a los demás, superando el hermetismo o egoísmo característico de una condición pueril o adolescente.
Lo que sea el bien moral se deduce desde la filosofía moral o ética, pero esto supone que hay algo antes de la ética, y en la línea clásica de la filosofía, la ética es algo que emerge de la persona, i. e., que hay una comprensión mínima o suficiente de lo que es la condición humana, me estoy refiriendo al supuesto de una antropología filosófica o filosofía del hombre; hay que partir, pues, de la persona para poder construir una ética.
Y líneas arriba, ya al aludir a la felicidad o a una potencial perfección humana, estamos partiendo de un modelo de persona, hemos comenzado a atender algo de ella.  El gran problema de la enseñanza de la ética en la mayoría de las escuelas, y sobre todo en los bachilleratos, en este orden de ideas, es que la ética se comienza a abordar al margen de una antropología filosófica.
Regresando con la justicia, tenemos que la filosofía moral o ética es quien enseña a la persona a ser justa.  Forjar moralmente a alguien es hacerlo virtuoso, primero prudente para que piense antes de actuar y que luego tome la mejor decisión; luego la templanza lo ayuda a ser moderado en la satisfacción de sus necesidades; después otra virtud es la de la fortaleza, con la cual persevera en este intento de construirse una personalidad cada vez mejor.  Hasta aquí van tres condiciones primeras.
La justicia supone, entonces, prudencia, templanza y fortaleza, por eso se dijo que se trata de la virtud más difícil, y de la más perfecta; y si las tres virtudes anteriores no tienen como a su fin la justicia, lo más seguro es que se desvanezcan, ya que perderían su razón de ser.
La justicia es una virtud, y así es que se trata de ser moderado, ya que la virtud, como he comentado en otros momentos, es un equilibrio difícil, que entra y sale por el justo medio, evitando caer en algún extremo; todo esto lo tiene la justicia en tanto que virtud, más lo que le diferencia propiamente a esta virtud es que con ella sabemos dar y recibir en proporción, lo que corresponde, siempre de manera diferenciada, por esto es que la justicia más que identidad o igualdad es equidad; recordemos que la necesidad engendra derecho, y la necesidad es diferenciada.
Agotado aquí el tiempo, nos quedamos ubicando a la justicia como materia primeramente de filosofía moral; esto nos hace suponer que sería injusta una positivación del derecho que no tenga una suficiente orientación moral, por lo cual en todos los tiempos hay quienes de una u otra forma han dicho que una ley positiva, en tanto que inmoral, no es justa.
Una ley injusta aunque en forma sea ley, no lo es en el fondo, por adolecer de lo moral y, uno es libre, en consecuencia, de no obedecer leyes injustas, y de hacer algo por evitar la injusticia legal, una auténtica educación en la virtud es, me parece, lo primero por lo que hay que comenzar, si estamos pensando en las instituciones académicas y en el hogar.

martes, 23 de febrero de 2010

Mal sistémico

Por

Como profesor que soy, tengo un claro deseo de que la educación sea cada vez más humana y eficiente. Desde mi muy humilde trinchera he tratado que los alumnos realmente experimenten un proceso de transformación que sea positivo, que impacte sus vidas y que trascienda el límite de la mera instrucción o transmisión de datos. Es decir, busco que a través de la formación la persona cobre conciencia de su dignidad, de su potencialidad y de su compromiso con la comunidad a la que pertenece.
A pesar de que vivo en el extranjero, busco siempre regresar durante los veranos a México y utilizo ese tiempo para enseñar, para entrar en contacto con colegas y alumnos que ahí viven y de los que aprendo mucho, pues son ellos el termómetro que me muestra cómo es que se encuentra esa área específica de la vida nacional. Dejando de lado las carencias o limitaciones materiales, es claro que la falta de un sistema formativo continuo, así como la sobrecarga laboral son dos de los lastres que comprometen más la educación superior en el país.
Sin embargo, al leer una nota en la que el relator especial sobre el derecho a la educación de la ONU arremete contra el monopolio de Elba Esther Gordillo, me queda claro que en México la educación, tanto elemental como superior, se ha vinculado necesariamente al poder político y que la señora Gordillo está llamada a ser la enemiga más atroz de la juventud de mi país de todos los tiempos.
Es claro que las carencias formativas de un estudiante de nivel superior corresponden a un mal sistémico, de origen, que consiste en una sumatoria cruel de pobreza imaginativa y perversión institucional, de la que los más indefensos han sido siempre las víctimas. El magisterio nacional, me queda muy claro, se encuentra poseído por un espíritu de mezquindad e ineficiencia, lo que ocasiona daños irreparables en los que más adelante habrán de ser estudiantes universitarios y, por qué no, hasta profesores de primaria debidamente agremiados.

jueves, 18 de febrero de 2010

La educación ante la cultura de la imagen


Imagen tomada de: http://www.cancunforos.com/wp-content/uploads/2008/12/cultura-cancun.png
Por Jesús M. Herrera A.
Publicado en Diario El Mexicano: TIJUANA, B.C. / LUNES 15 DE FEBRERO DE 2010 / 23A
Terminaba diciendo en mi columna pasada que es importante reflexionar y valorar el uso de la tecnología en la educación, desde este contexto que nos asiste: que es el de una cultura de la imagen.
Una cultura de la imagen impone dogmáticamente que lo que no se ve no es real; en educación por ejemplo, si no se tiene cuidado, se llega a viciar y desvirtuar el uso de los recursos multimedia, lo cual a veces impone una imagen distorsionada, o por lo menos no muy conveniente para la aprehensión de objetos reales, no obstante la dificultad de acceder a ellos por especulación, comenzando por las matemáticas y por sobre todo con material que es propio de la filosofía: como es la enseñanza de la ética o los valores.
Una consigna por tener en cuenta, a propósito de lo que es objeto de la filosofía, como es la enseñanza de los valores, es que los recursos audiovisuales logren hacer pensar, logren conducir a la consecución de lo que es metafísico, como el bien, sobre todo el bien moral, el cual no es verificable empíricamente precisamente por ser algo metafísico (por cierto, es molesto para el filósofo que se confunda metafísica con esoterismo, evítese esto, por favor).
Entonces, pido un poco de paciencia para seguir hablando en torno a qué sea la metafísica, sobre todo tratando de justificarla en torno a la realidad virtual, que hay que usar desde ya en la educación.  Trataré de hacerlo lo más ágilmente posible apoyado en la filosofía clásica, que creo es la que ayuda más cuando no se habla de esto a un público especializado.
Hay cosas que se perciben con los sentidos (son sensibles): ver, oír, tocar, gustar, oler, pero hay otras cosas que se ven con la inteligencia (son inteligibles), precisamente, a partir de los sentidos (no al margen de ellos), y lo que se intelige es, pues, lo metafísico.
Es que si buscamos ser capaces de pasar de la imagen a la idea, de no quedarnos atrapados en el mundo de la imagen, es esencial para ello el tener una visión metafísica de las cosas, lo cual aquí no es otra cosa que saber ver más allá de los sentidos (vulgarmente se dice ver más allá de las narices); y no es que se haya de devaluar lo sensible, más bien se trata de encontrar ese ángulo para ver mejor las cosas.  Colocarse, pues, en el mejor ángulo, es tener una actitud metafísica ante la realidad, y definitivamente, ante la vida.
Y es que haciendo uso de la sabiduría aristotélica y escolástica de la filosofía, este asunto de alcanzar realidades metafísicas, implica el dar ese paso que mencionaba en mi columna pasada, de ir de lo virtual a lo real, ya que, insisto, lo virtual de alguna manera se hará real, y lo virtual es siempre de orden metafísico, no obstante su explicación física a la que no se restringe, ya que no lo agota.  Y estos pasos son un reto, y sobre todo urgente en el mundo que nos toca vivir, en esta situación de anemia simbólica, como dice José María Mardones al referirse a una cultura de la imagen.
Esta consigna es posible, la de pasar de lo físico a lo metafísico.  Aristóteles es paradigmático en ir desde la imagen hasta la idea; en ver cómo se pasa de lo sensible a lo inteligible: en que desde la observación del movimiento físico el estagirita pasó al descubrimiento del movimiento metafísico; para la tradición aristotélica algunos ejemplos de movimientos metafísicos, creo yo que significativos para nosotros (y por ello es que los menciono), son los movimientos de orden psíquico, los más básicos de ellos son el conocer y el amar.
Estas actividades (de conocer y amar para esta tradición aristotélica), pues, son referencias de movimientos que no son de orden físico, que, pues, por ello, no están sujetos a las leyes espacio temporales, propias de la materia.  Y estas realidades no es que se contrapongan a las explicaciones materialistas, o de orden físico, las asumen, las suponen, mas no se limitan a la explicación, más bien pueden irse acogiendo en las explicaciones físicas hasta que llegan a la comprensión, i. e., que llegan a dar un sentido a quien las conoce, y entonces –aplicado esto a la educación– se pasa del conocer al educarse, ya que la obtención del sentido ha de materializarse en algo bueno, que viene de lo más íntimo de la persona, ya que ella educe algo bueno, un bien (y acordémonos que educar es educir).
Se habla mucho en los ámbitos educativos de aprendizaje significativo, pues bien, cuando el objeto se conoce y termina en la comprensión, no restringiéndose a la explicación, sino que va integrándose en una personalidad es cuando se va dando, a mi ver, un auténtico aprendizaje significativo.
Y lo anterior va porque es exagerado el que el aprendizaje significativo pretenda ser algo inmediato, a corto plazo.  Es que en el ámbito de la educación en valores y lo concerniente a filosofía, no puede darse tal inmediatez; siguiendo a Guillermo Hurtado, no es justo que se quiera enseñar la filosofía como si fuera igual a enseñar computación, inglés o educación física.
En la línea pues, de enseñar frente a una cultura de la imagen, es que humanizar nuestro trabajo educador significa, como ya nos enseñó Platón, no conformarnos con lo que está inmediatamente en nuestros sentidos.
La cultura de la imagen que aquí denunciamos, es la que reduce todo, precisamente, a imagen, nos quedamos atorados en ella; la imagen se convierte en un ídolo, puesto que permitimos que detente un lugar; la imagen detenta el lugar de la idea (que fue la que la engendró, pues antes de haber imágenes hay ideas); la imagen puede distraer de lo importante, y con ello llegar a confundir.  Y más todavía, ya se ha dicho que la saturación de imágenes llega a inmovilizar la inteligencia y la voluntad, la facultad de conocer y de amar respectivamente.
Y de lo que se trata, pues, no es de dejarnos dominar por la imagen quedándose ésta como ídolo, más bien que la imagen sea icono, porque, según Mauricio Beuchot siguiendo a Peirce, el icono nos deja pasar del fragmento al todo; la cultura posmoderna se ha dicho que es cultura del fragmento, en este caso la imagen es un fragmento de la realidad, la imagen puede simbolizar la realidad.
De una urgencia y exigencia por saber ver metafísicamente, i. e., con la inteligencia, lo cual no es exclusivo del filósofo, aunque sea éste el profesional de la metafísica; se propone proceder a leer icónica o simbólicamente la realidad, esto implica el cultivarnos en esto que denominamos razón simbólica, con el fin de tener cartas para educar dentro de este contexto de cultura de la imagen.  Donde incluso ya hay licenciaturas y posgrados en imagología.
El uso del símbolo o icono, pues, es el que puede orientar a la imagen, para que ésta se aproveche (sea ícono o icono) y no distraiga del sentido (siendo ídolo).  El uso del símbolo o icono (que aquí son sinónimos), en tanto que nos permita hacer metafísica, nos conducirá a darle contenido, o a armar ese difícil rompecabezas de la realidad en la que se quiere vivir.  Hay que educar, pues, para saber simbolizar la realidad.

lunes, 8 de febrero de 2010

De la virtualidad a la virtud


Por Jesús M. Herrera A.
Publicado en Diario El Mexicano: / LUNES 8 DE FEBRERO DE 2010, TIJUANA, B.C. / p. 19A
 Imagen obtenida de: http://www.cs.utah.edu/research/areas/ve/images/VR_Photo_pointing.jpg
En mi compresión de lo que significa educar hay una cosa absolutamente determinante, y es el hecho de ver la educación en términos de virtud; llego a decir que virtud y educación son sinónimos, en tanto que entiendo por educar la acción de educir, y lo que se educe es lo bueno que está virtualmente en la persona.
Entonces intentaré valorar el porqué de la vigencia de la virtud en tanto que la educación: que consiste en hacer que alguien sepa educir, i. e., hacer pasar a la realidad cotidiana aquellos talentos que están virtualmente en él (permítaseme la metáfora de que en este caso lo virtual –que son los talentos– están dormidos en la persona, y hay que despertarlos), esta educación, hoy entonces, ya no se puede llevar a cabo al margen de la realidad virtual contenida en el uso de las tecnologías.
Antes de hablar de lo que sean la realidad virtual y la virtud, tengo que dar un paso atrás y hacer ver que la madre de la virtud (y por ello de la virtualidad) es la analogía; e implícitamente en esto dejaré un resumen de algunos aspectos esenciales referentes a la línea de filosofía en que me especializo, es una especialización que se da a través de una escuela o movimiento que denominamos hermenéutica analógica, esta escuela y/o movimiento es liderado por Mauricio Beuchot, investigador de la UNAM, quien acuña el término hermenéutica analógica para denominar así su propuesta.
Y bien, decía que la analogía es la madre de todo lo concerniente a virtud; incluso Aristóteles, asegura Beuchot, ha dicho que la virtud es analogía puesta en práctica.
Nuestro filósofo de la UNAM, sostiene que los iniciadores de la analogía fueron los pitagóricos, aquellos que haciendo matemáticas filosofaban, y se toparon con la hipótesis de que tal vez hay cosas no tan exactas, y que por lo tanto habría que decirlas inexactamente (y no por ello erróneamente); así que los pitagóricos le llaman análogo a lo que se va presentado difícil de explicar o comprender.
Tal vez lo más familiar que se tiene respecto del término analogía es que esta palabra significa comparación o semejanza; para los pitagóricos el término analogía refiere o supone que algo se conoce en parte (en un mínimo), y se queda la convicción de que es más (en un máximo) lo que se escapa a la comprensión o al conocimiento de algo.  Entonces, dicho lo anterior tenemos que analogía, según lo que advertimos, sí refiere a semejanza y comparación.
Ahora bien, hay que ir más allá del uso cotidiano de lo que es la analogía, porque en la medida en que se pueda avanzar en el análisis que se ha hecho de ella, nos ayudará, para efectos de este trabajo, a comprender la realidad virtual.  Entonces, respecto de lo que hemos dicho: la analogía es semejanza o comparación, ¿para qué?
Técnicamente decimos (en hermenéutica analógica) que la analogía es para salvaguardar o distinguir la diferencia, pero a partir de una semejanza, y esto supone, primero, que analogía es semejanza y diferencia, y segundo, que analogía es más diferencia que semejanza, pues la razón de ella (de la analogía) es, decía, la consecución de la diferencia, y apostamos a que sea de la auténtica diferencia.
Así las cosas, la realidad virtual se maneja por analogía, por analogía con lo real; una red social, escuché que decía un amigo, es aquella por la cual ahora nos reunimos a tomar el café, tratemos de usar el ojo analógico: ya “reunirnos” y “tomar el café” quedan como metáforas (y la metáfora es uno de los tipos más comunes de la analogía), no se va a entender literalmente la proposición si es que se recurre a la analogía; la semejanza entre reuniones es evidente, lo que hace falta es proceder por analogía para alcanzar a distinguir la diferencia de un tipo y otro de reunión.
En una conferencia se nos decía que quienes no nacimos con computadora en casa hacíamos una distinción ya de plano estéril, pues ahora los jóvenes que ya nacieron usando una computadora, no hacen esa distinción entre sus relaciones personales y las que se dan a través de una computadora.  Incluso es común ver que se tome como real un cybernoviazgo, tan real que hay un compromiso moral, de fidelidad, en esa relación cibernética de pareja.
Y bien, tanto una relación tradicional como una cibernética se hacen reales en una persona singular: llega un momento en que afectivamente no se está distinguiendo una relación virtual de una personal, aquí lo importante es la educación afectiva para manejar cualquier tipo de relación y ver que tenga éxito o sentido; tal vez haya ciertas seguridades específicas qué atender en función de seguridad, sobre todo con los menores que podrían entablar relaciones con pedófilos, pero estos son asuntos en los que en este momento no abundo.
La diferencia siempre tiene cierto color de novedad, en la diferencia que nos viene por analogía se hace como novedad el manejo de relaciones cibernéticas; suele emocionar más y hay muchas razones para ello; la crítica más vista es, siguiendo a José María Mardones, porque vivimos en una cultura de anemia simbólica, toda vez que prevalece la imagen sobre la idea.
Así, si por medio de la analogía advertimos que hay algo oculto en lo que nos aparece, hay algo diferente que es importante no dejar pasar por inadvertido, pues la realidad virtual tiene algo también, que hemos de desentrañarle, por principio para manejarla y que no nos domine, lo cual puede suceder por ejemplo cuando tenemos una dependencia patógena por la tecnología, que tanto se ha denunciado en términos clínicos.
Entonces aquí Aristóteles suena actual, pues el estagirita dice que hay que pasar de la imagen a la idea, para aprehender el ser desde el ente; o como dice Zubiri, inteligir a la vez que sentir lo real (dado que la persona es animal de realidades); o el viejo Platón en su mito de la Caverna quiere que, precisamente por analogía (ya que –por cierto– el mito es un modo de analogía), no nos conformemos con lo primero, con lo sensible, sino que sepamos manejar la sensibilidad para que profundicemos por medio de la inteligencia.
Independientemente de las matizaciones y contextos de cada filósofo, ahora hay que reflexionar en torno a ese reto de no quedarnos anquilosados en la imagen, lo cual haré dándole continuidad a mi exposición de la analogía con otros de los términos que le están resultando propios (en esto que denominamos hermenéutica analógica), como es el de icono/iconicidad, el cual nos ayuda a pasar del fragmento al todo.

lunes, 1 de febrero de 2010

Del uso de la tecnología en la educación


Por Jesús M. Herrera A.
Publicado en Diario El Mexicano: TIJUANA, B.C. / LUNES 1 DE FEBRERO DE 2010 / 21A
Se ha hablado de analfabetismo funcional, que es un fenómeno que se da cuando alguien con por lo menos bachillerato terminado, no sabe leer, y tiene una ortografía pésima; pues bien, ahora también se está escuchando hablar de un nuevo fenómeno en el marco de la educación: es el analfabetismo informático, que, me parece, es hijo del analfabetismo funcional.
Estos tipos de analfabetismo son el paradigma de una educación que se confunde con escolarización, se quiere que estar educado sea sinónimo de estar escolarizado.  Y para el Estado lo importante es tener estadísticas de gente escolarizada, aunque no esté educada.
Y es que a fin de cuentas, son analfabetismos que se dan como consecuencia de pasar de noche por la escuela; uno cuando da clases en el último semestre de bachillerato siempre tiene en frente a alguien, si no es que algunos en un solo grupo, que no es claro por qué ya van a iniciar sus estudios de licenciatura, pero bueno, así es como muchos no sólo están llegando, sino que también están egresando de la universidad en México.
El analfabeta informático, pues, primero lo fue funcional, es lo más seguro que esté ocurriendo; y bueno, ya sea sólo analfabeta funcional, o analfabeta informático, casi siempre está escolarizado: tiene certificados de primaria, secundaria y bachillerato, y cada vez son más los que tienen además de los certificados, un título de licenciatura.
Pero específicamente el analfabeta informático es el que se pasa largas jornadas en una computadora, jugando, o chateando, pero no sabe investigar y ni procesar información, mucho menos tiene medios para distinguir la validez de una y otra fuente referente a un mismo tópico.
Están reportando noticias en torno a que este analfabeta informático, que apasionadamente usa de los medios informáticos, decide ingresar a las licenciaturas donde se hará todo un profesional de la informática y/o de las computadoras, y no persevera en los estudios de estas disciplinas, a nivel licenciatura, cuando se da cuenta que tendrá que estudiar matemáticas.
Lo cual supone que el reto de aprender a pensar y ordenar ideas, de la índole que sea, es una actividad auténticamente humana, es decir, filosófica, que nos exige quitarle esa apreciación mágica que de pronto le damos a la máquina, y más marcada resulta la apreciación mágica a esa máquina llamada computadora u ordenador.
Así que es importante el aprender a leer, a pensar y a escribir.  Claro que ya hay que hacerlo ahora, desde esa biblioteca, aula, oficina, empresa y tal vez hasta hogar, cualquiera de estos ahora ya de tipo virtual, a las que se accede a través de esa puerta que se llama computadora.  Y no resulta de más advertir, que para nosotros, los humanistas, el libro impreso siempre nos será significativo el tocarlo y olerlo.
Que no se pierda, pues, el cuidado de hacer pensar, de poner a leer y de que mínimamente se practique la escritura.  Y es que si no se lee no hay nada qué decir, y tenemos que seguir conformándonos con la opinión subjetivista, cuando bien nos vaya, porque es común ver y tener que enfrentarnos, como docentes, a una apatía que no permite pronunciar palabra alguna.
Y de la escritura, decía que un mínimo, el suficiente como para que se haga efectivo eso de que “nadie puede estar seguro de saber algo, hasta que no lo ponga por escrito”.  Y también decorosamente escrito en, y desde, una computadora o lo análogo a ella como es el celular y otros instrumentos a los que cada vez más se les adjudica un uso computacional.
Y como aquí me refiero a la escritura, me parece pertinente la siguiente observación en torno al problema de los códigos con los que ahora se chatea y se envían mensajes a través de un celular; pues resulta que se oye en reuniones de docentes, el que tal vez se tengan que dar cursos para que los profesores aprendan las abreviaturas esas que están en uso.  Esperemos que eso no sea necesario en aras de una interactuación equivocista con los adolescentes.
Una cosa que es segura, es que la ortografía y la gramática son importantes y necesarias para la buena comunicación; y que ese vocabulario conformado de una lista ya definida de abreviaturas, se cierra a la consecución de un léxico cada vez más amplio, que urge en una persona que ha de alcanzar un mínimo de cultura, porque luego es ridículo, pero real, que la institución le pida a determinado catedrático (en un nivel universitario mexicano) que baje su nivel de lenguaje porque los alumnos no le entienden.
Cuando algo no se dice, hoy día, a través de los medios informáticos, no tiene significado, o si se dice desde un medio pre-informático, por ese hecho, resulta de menos significación.
Ya suena como anacrónico (y lo es) el satanizar los matrimonios que se dan entre parejas que se conocieron por internet, esto de comenzar relaciones de pareja mediante Internet ya es común; y es que en el fondo hay una significación sui generis: pues está resultando cada vez más emocionante comenzar así las nuevas familias, incluso están resultando de esto familias estables, y no sólo idilios que a los ojos de muchos no son moralmente bien vistos.
Y bueno, tómese esto último como un paradigma de lo emocionante que resulta el uso de la tecnología, sobre todo de la informática, para fines educativos, que es el que aquí atendemos.
La relación del hombre y la máquina hay que retomarla en el sentido de que sea gracias a la tecnología como se puedan ampliar las oportunidades de trabajo, sería por lo menos un ideal para tener presente y que poco a poco vaya construyéndose y descubriéndose; esto será tomar un distanciamiento cada vez más fuerte del viejo problema del desplazo del hombre por la máquina.
Una recomendación que me parece más que conveniente, es, sobre todo, urgente:  Que los educadores, tanto los docente en la escuela, como los padres de familia en el hogar, usen con los alumnos y los hijos los medios informáticos, ya que es lamentable la cerrazón que se deja ver en muchos educadores.
Incluso hay quien pronostica que tiene que acabarse la generación de humanos reacios al uso de la tecnología informática para superar la cerrazón de ellos, tal vez esto sea cierto; mas aquí el problema es que los hijos y alumnos ya nacieron con la tecnología como algo cotidiano, mientras que los de la generación de quien esto escribe, hemos visto nacer y evolucionar a las computadoras.
Y bueno, una cosa también me parece clara, que los educadores no podemos tener un juicio más o menos realista y sensato del uso de la tecnología en la educación, si uno no la usa de manera suficientemente fluida.  Además, urge que los padres de familia no tengan ningún problema con el uso de internet, para cuidar de las relaciones de sus menores de edad con posible gente peligrosa.
A mí me parece que el educador, ya sea de la casa, o ya sea de la escuela, resulta extraño a los ojos del alumno o del hijo, cuando no se es capaz de interactuar a través de lo que hoy ya es el único canal de comunicación, o por lo menos el más válido: el internet, que funciona como el alma del software para chatear; o como el principio vital de las distintas páginas de redes sociales; o como esa psijé que potencia el correo electrónico.

Del uso de la tecnología en la educación


Por Jesús M. Herrera A.
Publicado en Diario El Mexicano: TIJUANA, B.C. / LUNES 1 DE FEBRERO DE 2010 / 21A
Se ha hablado de analfabetismo funcional, que es un fenómeno que se da cuando alguien con por lo menos bachillerato terminado, no sabe leer, y tiene una ortografía pésima; pues bien, ahora también se está escuchando hablar de un nuevo fenómeno en el marco de la educación: es el analfabetismo informático, que, me parece, es hijo del analfabetismo funcional.
Estos tipos de analfabetismo son el paradigma de una educación que se confunde con escolarización, se quiere que estar educado sea sinónimo de estar escolarizado.  Y para el Estado lo importante es tener estadísticas de gente escolarizada, aunque no esté educada.
Y es que a fin de cuentas, son analfabetismos que se dan como consecuencia de pasar de noche por la escuela; uno cuando da clases en el último semestre de bachillerato siempre tiene en frente a alguien, si no es que algunos en un solo grupo, que no es claro por qué ya van a iniciar sus estudios de licenciatura, pero bueno, así es como muchos no sólo están llegando, sino que también están egresando de la universidad en México.
El analfabeta informático, pues, primero lo fue funcional, es lo más seguro que esté ocurriendo; y bueno, ya sea sólo analfabeta funcional, o analfabeta informático, casi siempre está escolarizado: tiene certificados de primaria, secundaria y bachillerato, y cada vez son más los que tienen además de los certificados, un título de licenciatura.
Pero específicamente el analfabeta informático es el que se pasa largas jornadas en una computadora, jugando, o chateando, pero no sabe investigar y ni procesar información, mucho menos tiene medios para distinguir la validez de una y otra fuente referente a un mismo tópico.
Están reportando noticias en torno a que este analfabeta informático, que apasionadamente usa de los medios informáticos, decide ingresar a las licenciaturas donde se hará todo un profesional de la informática y/o de las computadoras, y no persevera en los estudios de estas disciplinas, a nivel licenciatura, cuando se da cuenta que tendrá que estudiar matemáticas.
Lo cual supone que el reto de aprender a pensar y ordenar ideas, de la índole que sea, es una actividad auténticamente humana, es decir, filosófica, que nos exige quitarle esa apreciación mágica que de pronto le damos a la máquina, y más marcada resulta la apreciación mágica a esa máquina llamada computadora u ordenador.
Así que es importante el aprender a leer, a pensar y a escribir.  Claro que ya hay que hacerlo ahora, desde esa biblioteca, aula, oficina, empresa y tal vez hasta hogar, cualquiera de estos ahora ya de tipo virtual, a las que se accede a través de esa puerta que se llama computadora.  Y no resulta de más advertir, que para nosotros, los humanistas, el libro impreso siempre nos será significativo el tocarlo y olerlo.
Que no se pierda, pues, el cuidado de hacer pensar, de poner a leer y de que mínimamente se practique la escritura.  Y es que si no se lee no hay nada qué decir, y tenemos que seguir conformándonos con la opinión subjetivista, cuando bien nos vaya, porque es común ver y tener que enfrentarnos, como docentes, a una apatía que no permite pronunciar palabra alguna.
Y de la escritura, decía que un mínimo, el suficiente como para que se haga efectivo eso de que “nadie puede estar seguro de saber algo, hasta que no lo ponga por escrito”.  Y también decorosamente escrito en, y desde, una computadora o lo análogo a ella como es el celular y otros instrumentos a los que cada vez más se les adjudica un uso computacional.
Y como aquí me refiero a la escritura, me parece pertinente la siguiente observación en torno al problema de los códigos con los que ahora se chatea y se envían mensajes a través de un celular; pues resulta que se oye en reuniones de docentes, el que tal vez se tengan que dar cursos para que los profesores aprendan las abreviaturas esas que están en uso.  Esperemos que eso no sea necesario en aras de una interactuación equivocista con los adolescentes.
Una cosa que es segura, es que la ortografía y la gramática son importantes y necesarias para la buena comunicación; y que ese vocabulario conformado de una lista ya definida de abreviaturas, se cierra a la consecución de un léxico cada vez más amplio, que urge en una persona que ha de alcanzar un mínimo de cultura, porque luego es ridículo, pero real, que la institución le pida a determinado catedrático (en un nivel universitario mexicano) que baje su nivel de lenguaje porque los alumnos no le entienden.
Cuando algo no se dice, hoy día, a través de los medios informáticos, no tiene significado, o si se dice desde un medio pre-informático, por ese hecho, resulta de menos significación.
Ya suena como anacrónico (y lo es) el satanizar los matrimonios que se dan entre parejas que se conocieron por internet, esto de comenzar relaciones de pareja mediante Internet ya es común; y es que en el fondo hay una significación sui generis: pues está resultando cada vez más emocionante comenzar así las nuevas familias, incluso están resultando de esto familias estables, y no sólo idilios que a los ojos de muchos no son moralmente bien vistos.
Y bueno, tómese esto último como un paradigma de lo emocionante que resulta el uso de la tecnología, sobre todo de la informática, para fines educativos, que es el que aquí atendemos.
La relación del hombre y la máquina hay que retomarla en el sentido de que sea gracias a la tecnología como se puedan ampliar las oportunidades de trabajo, sería por lo menos un ideal para tener presente y que poco a poco vaya construyéndose y descubriéndose; esto será tomar un distanciamiento cada vez más fuerte del viejo problema del desplazo del hombre por la máquina.
Una recomendación que me parece más que conveniente, es, sobre todo, urgente:  Que los educadores, tanto los docente en la escuela, como los padres de familia en el hogar, usen con los alumnos y los hijos los medios informáticos, ya que es lamentable la cerrazón que se deja ver en muchos educadores.
Incluso hay quien pronostica que tiene que acabarse la generación de humanos reacios al uso de la tecnología informática para superar la cerrazón de ellos, tal vez esto sea cierto; mas aquí el problema es que los hijos y alumnos ya nacieron con la tecnología como algo cotidiano, mientras que los de la generación de quien esto escribe, hemos visto nacer y evolucionar a las computadoras.
Y bueno, una cosa también me parece clara, que los educadores no podemos tener un juicio más o menos realista y sensato del uso de la tecnología en la educación, si uno no la usa de manera suficientemente fluida.  Además, urge que los padres de familia no tengan ningún problema con el uso de internet, para cuidar de las relaciones de sus menores de edad con posible gente peligrosa.
A mí me parece que el educador, ya sea de la casa, o ya sea de la escuela, resulta extraño a los ojos del alumno o del hijo, cuando no se es capaz de interactuar a través de lo que hoy ya es el único canal de comunicación, o por lo menos el más válido: el internet, que funciona como el alma del software para chatear; o como el principio vital de las distintas páginas de redes sociales; o como esa psijé que potencia el correo electrónico.