martes, 19 de enero de 2010

Servicio, trabajo y justa retribución


Por Jesús M. Herrera A.
Publicado en Diario El Mexicano: TIJUANA, B.C. / MARTES 19 DE ENERO DE 2010 / p. 15A
Un mensaje que me dejaron dos columnas anteriores a ésta, me sugiere reflexionar en torno al valor del servicio, en el contexto de cómo es que en México se ha distorsionado, y también intentando aplicar este valor al ámbito laboral.  El otro elemento es el asunto de la justa retribución económica por la que uno trabaja, ya que el crecimiento personal está en el ámbito espiritual de la persona, pero hace falta partir de la satisfacción material para llegar a la espiritual, por esto es que es necesario que se pague lo justo por el trabajo que uno realiza.  No se puede trabajar, pues, por puro amor al arte, eso es absurdo.
Para exponer mi pensamiento en torno a qué sea la actitud de servicio, me parece necesario partir de algo muy general, como es el hecho de ese reconocimiento de que hay una vocación humana, la cual en una perspectiva personalista está íntimamente ligada al hecho del sentido de la vida, ya que veo que en esto, en la vocación, se funda, a mi ver, una comprensión moderada de servicio, por el cual somos capaces de solidarizarnos.
Descubrir la vocación personal no es un trabajo extraño, y ciertamente tal vez no sea sencillo hacerlo, pues consiste ante todo en sabernos interdependientes: sujetos de individualidad y, también, de alteridad; tratando de llevar a un equilibrio lo uno y lo otro, y en ese equilibrio la vocación va teniendo que ver en mucho con el ser conscientes de aquellas actividades, incluyendo las contemplativas (no sólo las activas), que realizamos.
Hablo de conciencia, lo cual no sólo es saber, sino saber que sé; tener consciencia de que eso que me apasiona tiene un sentido individual y otro social, y de esto se sigue el que lo que se hace como oficio o profesión tiene sentido.
Una de las acepciones de servir que va en la línea de lo que expongo aquí, tiene que ver con hacernos útiles, en el sentido de estar dispuestos a dar lo que uno es, sobre todo dar algo que hoy día cuesta mucho, como es el tiempo; también algo que hoy cuesta mucho es el saber escuchar al otro.
No puedo dejar de lado el gran problema cultural en el que vivimos los mexicanos, por el cual se hace difícil alcanzar el ideal personalista y de sentido del trabajo que proponemos; uno de los problemas culturales es el de la parte económico y social, por la que un sistema gubernamental está fracasado (como el nuestro, el mexicano) en el sentido de que no es capaz de generar oportunidades, y se hace muy difícil tener un oficio o profesión, con qué vivir dignamente.
Es que en México el adquirir un título de licenciatura e incluso de posgrado sirve para tener un poquito más de oportunidades de trabajo más cómodo, pero el común licenciado y maestro (y uno que otro doctor) está en un nivel técnico, comparado con otras latitudes, pues el profesionista mexicano adolece de un carácter intelectual, que le permita orientar hacia un sentido humano y moral el trabajo que se realiza, y lo deja, si acaso, sólo en el nivel técnico o mecánico.
Y bien, el quedarse en ese nivel mecánico del trabajo impide, pues, el ejercer ese valor que es el del servicio en el ámbito laboral; y es que al mexicano no se le ve para cuándo deje de estar metiéndole zancadilla al otro, lejos de reforzar o hacer sinergia para llegar al trabajo en equipo, más bien se le recibe al compañero de trabajo como con sospecha; yo creo que los líderes empresariales deben buscarse un espacio mínimo para animar en el auténtico trabajo en equipo, por diversos medios, tal vez un buen medio sea interactuar con los empleados a través del correo electrónico, para orientarlos a este fin y no sólo entablar relación con ellos para los aspectos técnicos del trabajo.
Entonces el servicio es un valor por el cual uno hace lo que le corresponde y ayuda al otro a que sea asertivo (no se le ayuda al compañero para hacerle el trabajo, sino para que lo haga mejor), y esta convicción supone, pues, el ser responsables; también hay que decir que la actitud de servicio supone el abrirse uno mismo para ser más apto.
Y es que me parece que hay dos columnas en las cuales se ha de apoyar el valor del de servicio, a saber: una es la actitud y otra es la aptitud, no es uno servicial si falta una de esos dos factores, se puede tener mucha actitud para algo, pero tal vez no la aptitud: quizás alguien quiera dedicarse a la medicina y al comenzar a estudiar la carrera se da cuenta que le causa vértigo la sangre, y si es un condicionamiento insuperable, pues esto significa que no hay aptitud; y se puede tener aptitud pero si no se tiene actitud es lo mismo que hacer más porque se quiere que porque se puede.
Las aptitudes yo las veo relacionadas con los talentos personales y los que en una comunidad se pueden tener; es que son talentos que contienen virtualmente un deber, por el cual uno dispone esos talentos para crecer como persona y como comunidad.
Desafortunadamente el mexicano, por un lado, tarde no sé cuánto tiempo en comenzar a trabajar su jornada, así que de las ocho horas sólo cinco o seis son efectivas y todo mundo se echa la bolita para evadir la responsabilidad por ese trabajo que se ha quedado atorado y no se hace, y entonces se busca a alguien que se deje para cargarle más, y delegarle, ese trabajo que urge terminar.
Y por otro lado, ya es cultural, lamentablemente en México, que ser servicial sea sinónimo de debilidad: con lo cual se desvirtúa el sentido del servicio y éste se pierde como valor personal y social; tal vez uno tenga que ser ante este fenómeno muy inteligente, y sobre todo prudente, para marcar los límites propios de todo ese trabajo que a uno no le corresponde, ya que al hacerlo acríticamente lo único que resultará es fortalecer el círculo vicioso de la flojera de los otros.
El auténtico líder en la empresa ha de cuidar, por sentido de justicia, que se aprenda a delegar y que se cuide de que el trabajo cada quien, correspondientemente, lo cumpla.
En cuanto al pago que uno realiza, pues en México tristemente, la mayoría, estamos muy lejos de alcanzar ese ideal de ganar lo justo, y hay algunos, quizá pocos, que podrían mejorar el pago que le hacen a sus empleados y no lo hacen.  Hay sistemas, como en Estados Unidos que de alguna manera miden el trabajo que se hace, y sobre esas horas efectivamente trabajadas, se paga, mientras que en México son pocas, no las empresas, sino los giros que le ofrecen prestaciones y sueldos de calidad a los empleados, pero se tienen pocos instrumentos efectivos de medición del trabajo.
Y sí, desgraciadamente el que sabe ser políticamente correcto con el jefe o el patrón, en México, aunque no haga un trabajo efectivo, resulta acomodarse y ganar más.  Y bien, el paradigma de esto lo tenemos precisamente en el político que no hace nada afectivo, y sin embargo, tiene sueldos exorbitantes.
Es evidente que mientras no tengamos una educación para el trabajo, que tenga como base de todo la responsabilidad que sostiene el valor del servicio, y que el trabajo sea justamente retribuido económicamente, seguirá apareciendo el narcotráfico no sólo como una opción profesional, sino como una vocación heroica, por eso es correcto aseverar que mientras no se resuelva en la sociedad ese problema del desempleo y la falta de oportunidades, la supuesta guerra contra el narcotráfico, será algo irresoluble, y una decisión puramente moralista.
Fue ineludible terminar con la alusión al asunto del narcotráfico, porque a eso nos conduce una política económica que no permite tener esperanza.  Pues que sin el recurso material suficiente, que venga del trabajo digno y estable, no es posible planear un crecimiento personal y profesional en el seno familia.