lunes, 21 de diciembre de 2009

Celebrar la Navidad, ¿en la escuela?


Por Jesús M. Herrera A.
Publicado en Diario El Mexicano: LUNES 21 DE DICIEMBRE DE 2009 / TIJUANA , B.C., p. 24 A. 
En Navidad celebramos el nacimiento de Jesús, el Cristo, allá en Belén, según el Nuevo Testamento.
Y en las instituciones educativas se puede aprovechar el espacio para que le demos a esta celebración el sentido propio, el que le corresponde, sobre todo esto quisiéramos encontrarlo en las escuelas confesionales.  Y por lo menos algo del sentido humano que tiene la navidad, en las escuelas que no son confesionales, ya que en estas segundas también se escucha felicitarse en Navidad.
Y es que unas tres horas antes de que esto redactara, escuchaba hablar en el radio a una conocida política mexicana, repitiendo unívocamente lo que está de moda en pro, de eso que quisiera ser en México un estado laicista.  Y bien, al final, la famosa política, en pro de ese estado laico que predicaba, y el conductor del programa, se desearon con sinceridad una feliz navidad.
Estamos, pues, ante ese fenómeno que en otros momentos he mencionado en términos de fragmentación de lo religioso.  Otra forma de seguir fragmentando la navidad es mediante esa reducción de lo navideño a las compras, yo creo que los regalos han de ser signos de compromiso con el otro, y sobre todo para fortalecer la amistad hasta que llegue a esa virtud social que es la solidaridad, donde más allá de la relación yo-tú, pueda emerger el nosotros.
Lo que queda en el fragmento implica casi siempre, el perder de vista lo auténtico o esencial de eso que se fragmenta.  En este caso, festejamos una navidad, un nacimiento pues, sin el que nace, esto es como actuar sin pensar, sin saber lo que se hace.
Y de la Navidad y otras fiestas análogas a ella, esperamos ese tiempo y espacio para interpretar y transformar, aunque sea poco, algo del mundo en que vivimos.  De aquí la importancia de autentificar la Navidad.
Ahora bien, para poder continuar, tendré que echar mano de recursos más teológicos, que tienen que ver con la fe cristiana, estos recursos son, por la naturaleza de este tema, imprescindibles.  Y es que si de la Navidad hablamos, lo que no queremos es seguir dejándola en sólo un tiempo de descanso y puramente consumista.
En primer lugar la Navidad nos ofrece una lección de humanidad.  Ya que el cristianismo celebra a un Dios que se hace hombre.  Jesús es El Emmanuel (según el Evangelio): Dios-con-nosotros; se trata de un Dios que misteriosamente ha tomado de María, La Virgen, su humanidad.
Jesús resulta para el cristianismo un modelo de persona.  Hoy se habla de líderes, se hace del liderazgo un tema de moda, y parte del rol del líder es funcionar como ejemplo o paradigma de vida.  Y si nos fijamos bien, el ser humano no deja de orientarse a partir de un modelo de vida.
En este sentido es que en Navidad se nos recuerda que Jesús es una propuesta de vida, se trata de una propuesta que no tiene ambigüedad.  La máxima cristiana es clara: “Ámense como yo los he amado”, decía Jesús; y lo decía precisamente cuando veía que de entre todos los preceptos se olvidaban del que es fuente y cumbre de cualquier otro, el precepto del amor de caridad.
Mucho ilumina y orienta, pues, lo más auténtico del cristianismo, a la formación moral, o a las materias de ética.  Y luego las escuelas confesionales, que quisiéramos que sean la diferencia, esperamos que no sean confesionales porque la religión quede en ritualismos mágicos, sino porque de ellas salgan personas comprometidas con el bien común, en un mundo que busca ser democrático y plural.
Persona importante en Navidad es María, se dice de Ella que es la primera cristiana, porque con su fiat acepta a Jesús, con más preguntas que respuestas: dando ejemplo, pues de mujer de fe.
María es quien protagoniza la cara femenina de la Navidad.  Los estudios de género nos insisten en que la mujer hace de otro modo la condición humana, y efectivamente, no es lo mismo ser varón que ser mujer.
La presencia de María en el cristianismo inicia en el contexto de la maternidad, y para el cristianismo la maternidad es el gran privilegio de la mujer; y resulta que Dios, en la persona de Jesucristo, la segunda de la Trinidad, quiso tener, también, una madre.
La Navidad es, entonces, también la invitación para volver a valorar a la mujer, y lo más sublime de ella que es la maternidad; y es que ese amor de caridad no se puede encontrar mejor representado que en el amor maternal; la maternidad, en la medida en que es amor, tiene que venir de Dios, según la cosmovisión cristiana, ya que San Juan dice que Dios es amor; y se trata de un amor que Dios hace conocer a través de María, la que es Llena de Gracia.
Figura importante en el relato lucano de la Navidad son los pastores, quienes conocen la llegada de Dios al mundo a través de los ángeles, quienes glorifican a Dios en el cielo, y tanto lo glorifican como que la Paz de Dios llega a los hombres de Buena Voluntad.
Los pastores han sido símbolo de sencillez y apertura a Dios.  También de respuesta pronta para correr hacia donde está Jesús, ya que se “Fueron a toda prisa y encontraron a María y a José, y al niño…(Lc 2, 16)”.
Se trata de la sencillez que se requiere para actuar con prontitud.  Pues es auténtica la glorificación que le damos a Dios, si construye la paz en el mundo, y hace de la humanidad personas de buena voluntad.  Si la sencillez se pierde, desaparece también la prontitud para ir en pos de los más necesitados.
Los pastores nos hacen pensar en lo sencillo del mundo.  También figura importante son los magos, que aparecen en la versión de Mateo, los magos, gente sabia, nos han referido a esa sabiduría que no se cierra a Dios, es la sabiduría que no se encierra en los callejones sin salida del racionalismo.  Otra vez aparece la sencillez como esa condición existencial que nos permite llegar al encuentro con Dios.
Y bien, María, los pastores, y los magos, tienen una presencia activa en los relatos del Nuevo Testamento.  Los tres nos dan muestras de compromiso y apertura a Dios a través del otro.  No se trata de una enseñanza, la de la Navidad, de un cristianismo pasivo.
Así, el cristianismo exige no sólo la contemplación, también exige la acción a favor de los necesitados; la Navidad invita a la fraternidad y a la solidaridad; si la contemplación no lleva a la acción, entonces nos quedamos con una religiosidad estéril, o pueril, o las dos cosas.