lunes, 26 de abril de 2010

Política, actividad de inclusión o de solidaridad


Por Jesús M. Herrera A.
Publicado en El Mexicano, / LUNES 26 DE ABRIL DE 2010, TIJUANA, B.C./ p. 23A
En la columna pasada, describía lo que fuese una “moral indolora”, término usado por el filósofo francés Gilles Lipovetsky, y he tratado de reflexionarlo en la situación de nuestra forma mexicana de vivir.  En donde en pos de una solución inmediatista se gesta una moral social suave: que no implique esfuerzo, que pueda lograr una paz hipócrita que cuaja en indiferentismos que casi se hacen lo substancial de ese valor liberal, tan cultivado a la luz de John Locke que es el de la tolerancia: pero a mi ver, descontextualizándolo hasta hacerlo que pierda referentes.
Yo considero que esta moral indolora se ha tomado como un buen pretexto para evadir el auténtico compromiso con la sociedad, o mejor es decir, con la comunidad: para olvidarnos del auténtico significado de la solidaridad, que es el valor con el cual se construye y dinamiza el diálogo político para que éste pueda ser incluyente.
Precisamente por prudencia uno sabe que en determinadas circunstancias el dar ciertas limosnas no ayudan al que se nos presenta como "indigente", sin embargo a nivel político-social, las limosnas sirven para distraer a la gente, esto se materializa en las diferentes prácticas populistas que vamos viendo nacer en cada periodo de elecciones; se trata de algo que vemos agudizado en México.
Enrique Dussel, líder de la filosofía latinoamericana en ese trabajo de hacer filosofía de la liberación pensando en ser incluyente, nos invita a superar lógicas de exclusión, nos ayuda a pensar para construir desde lógicas de inclusión.
De hecho, intentando hacer dialogar filosofía de la liberación y filosofía personalista, la inclusión tiene mucho que ver con el valor social de solidarizarse, de manera que se trata, en Dussel, de una inclusión realista, porque la inclusión hay que hacerla cuajar en trabajo, en una toma de posición activa, para dejar las actitudes pasivas que precisamente sirven para que se fortalezcan las distintas praxis populistas que tanto le gusta promover al gobierno (de cualquier partido político), con lo cual se le sigue haciendo pensar a los más necesitados que lo que les toca hacer es estirar la mano y esperar la limosna.
Una vía de liberación de los pobres y necesitados, en la praxis sociopolítica había sido la ofrecida por Karl Marx; se había hecho una lectura unívoca del medio, del cómo liberar a los marginados o pobres; ese medio o el “cómo” era la revolución; los marginados en términos de Marx eran los alienados, los de la clase proletaria; se trataba de una condición, la alienada, que la he alcanzado a comprender como lo que refiere esa expresión vulgar del tener “lavado el cerebro (o coco-wash)”.
Según Marx, la alienación o esa marginación se daba a través de los sistemas sociales, pensados y actuados por los políticos; también a través de la filosofía, pues ésta no transformaba la sociedad y se subordinaba a las intenciones de los poderosos o burgueses, y también le servía a ese otro medio: el de la religión, es el medio de alienación más poderoso a los ojos de Marx, porque ha servido como un refugio de gente pueril que aún gusta de fantasear para ocultar su cobardía; y, siguiendo Marx a Ludwig Feuerbach y otros, la religión servía como opio para el pueblo; de manera que estar alienado es también análogo a estar drogado.
Entonces la lectura unívoca que tradicionalmente se ha hecho de Marx, conduce a pensar en la revolución por la cual hay que atacar a diestra y siniestra, desde el supuesto de que todo burgués, toda filosofía y sobre todo cualquier institución o persona religiosa, lo único que hacen es idiotizar al pueblo, con el fin de vivir parasitariamente a costillas de los alienados.
Y bien, regresando con Dussel, se supera la forma de hacer revolución: ya en el ámbito teórico se comienza a matizar, de manera que no todo religioso y no toda religión llega a ser alienante y fantasiosa, se puede pensar en algún ejercicio político más honesto, y es injusto ver a todos los ricos como malos (imagen injusta del rico, del empresario que, por cierto, se le sigue imponiendo a muchos a través de diversos discursos demagógicos; en México llegan a hacerle creer a la gente que ser rico es malo y ser pobre es bueno).
Dussel, pues, representante de la joven tradición de la filosofía latinoamericana contemporánea, intentando mejorar las nuevas formas de aprovechar la enseñanza de Marx, las cuales nos llegan sobre todo de la Escuela de Frankfurt, de la que bien se ha dicho que psicoanaliza el marxismo y sociologiza el psicoanálisis: de manera que sistemáticamente alcancemos a descubrir las intenciones ocultas de los sistemas que quisieran fortalecer ese círculo vicioso de la exclusión.
Una observación muy atinada y conclusiva de la crítica a la sociedad, teniendo en cuenta la influencia filosófica de Frankfurt, nos la entrega José M. Mardones, quien dice: “La política moderna es cada vez más consciente de las dimensiones estructurales de la sociedad.  Quizá por eso mismo, se siente amenazada de reducir la política a pura tecnología de sistemas.  Enfrente están los románticos de la política, que esgrimen un voluntarismo de buenos deseos frente a la dureza y terquedad de los mecanismos económicos y burocráticos”.
Dussel, y de manera muy general en filosofía, observan que esta labor crítica de la sociedad en los representantes más connotados de Frankfurt, como son Jürgen Habermas y Karl-Otto Apel, ha tomado un camino que quiere ser dialógico, pero muchos pueden interpretar un tipo de diálogo que peligra de hacer discutible todo, incluso la propia vida.
A esto Dussel arguye que, precisamente es la garantía del respeto por mi vida lo que quedará como materia principal para iniciar el diálogo; pero el respeto no consiste sólo en no atacar al otro, incluso puede haber falsos respetos que se convierten en indiferentismo por el otro, y eso ya es atacar, pues uno se hace cómplice de injusticias cuando las calla.
El respeto por la vida se materializa en el hecho de la promoción de la vida; para esto hablar de vida suena abstracto; más bien ya nos referimos a ella en términos de vida buena, porque no es suficiente con vivir en el sentido de estar al día subsistiendo, más bien de lo que se trata es de vivir decorosamente; hablar de la vida es referirnos mínimo a lo biológico de ella y máximamente a lo simbólico que la alimenta, de manera que se pueda crecer a través del arte y el juego, y no quedar atrapados en los laberintos de ese trabajo alienante que no deja ser.
De hecho hablar de la vida ya desde los viejos filósofos de la Edad media no dice mucho, quizá ni diga nada según un experto en esa tradición filosófica, como es Mauricio Beuchot de la UNAM, a menos de que la referencia de vida sea el ser humano como el primer viviente.
Y poniendo en diálogo la filosofía de la Edad media con la filosofía del Otro, como la de Lévinas, entonces resulta que el ser humano es el que se nos revela como prójimo, llega a decir Beuchot que “el ser es el otro”, Lévinas, por su parte, exige que nos responsabilicemos por el otro aun antes de conocerlo.
Pues bien, esto generaría una violencia que nace desde uno mismo, con el fin de construir comunidad; se trata de una violencia que me abra al respeto y la promoción del bien común; para ello hay un puente, que lo encuentro en el trabajo de una de mis profesoras de filosofía: la Dra. Dora Elvira García González (que ahora es investigadora del Tecnológico de Monterrey, campus Ciudad de México), ella dice que desde la prudencia se puede poner uno en el lugar del otro, desde la prudencia porque implica el pensar y actuar, en la línea de Aristóteles que ella ha estado cultivando en sus investigaciones en torno a Filosofía política.