lunes, 19 de abril de 2010

Moral indolora y medios de comunicación


Por Jesús M. Herrera A.
Publicado en El Mexicano: LUNES 19 DE ABRIL DE 2010 / TIJUANA, B.C., p. 26A.
En esta ocasión me dedicaré a hacer una descripción de lo que Lipovetsky considera como “Ética indolora”.  Es un concepto que trata en su libro “El crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos”.
Este concepto lipovetskyano, luego de describirlo, intentaré hacerlo ver presente en los medios de comunicación y en ese ideal escurridizo, y muchas veces equivocista, de ser democráticos, de hacer una sociedad y una vida política democrática.  Espero también estar aplicando esta noción indolora de la ética a la forma social de vida que se estila en nuestro contexto mexicano.
Por principio estamos ante una moral tal vez descriptiva, pero no prescriptiva, en eso consiste una moral indolora que busca lógicamente una tranquilidad y hasta una cierta estabilidad individual, con lo cual, insistimos lógica o inteligentemente en una tranquilidad social.
Se trata de una moral descriptiva porque observa actitudes carentes de compromiso, y no se alcanza el deber ser, se elude el deber ser entendido éste como compromiso ante el otro y el bien común.
Lo de indoloro, en sentido o términos personalistas, significa que el bien moral no cuesta trabajo, es como el optimismo tranquilo que subyace en el conductismo para adquirir hábitos; una cultura del menor esfuerzo termina en una moral del menor esfuerzo, y una auténtica moral no puede ser del menor esfuerzo, es más, una moral auténtica requiere de mucho esfuerzo, ya que la moral es algo que se cultiva constantemente.
Se trata de ese esfuerzo por el cual el ser humano logra salir de sí y abrirse a los demás; hablamos aquí de dar tiempo, y éste cala porque se traduce en costos materiales en sentido anglosajón, a través de ese dicho de que “el tiempo es dinero”, cuesta entonces darle tiempo al otro.
Una actitud de moral indolora se ve cuando uno pretende dar lo que no necesita o le sobra para sentirse bien consigo mismo (altruismo o filantropía), pero no personaliza su ayuda, por eso nos parece que no es una moral auténtica lo que mueve, ya que sólo la apertura de sí, el dar de sí mismo es lo que verdaderamente ayuda al otro; mientras que la moral indolora es narcisista, tan hermética que sólo da para la limosna, pero no para la caridad, ya que en eso es en lo que consiste la auténtica moral, en términos de Lévinas, desde la responsabilidad por el otro aun antes de conocerlo.
El dar es para el narcisista, el de una moral indolora, una forma de hermetizarse más, porque ese dar no es para salir de sí, sino para idolatrarse a sí mismo; esta moral es vieja, claro que con sus respectivas matizaciones, pero es algo ya criticado, por ejemplo en el viejo Evangelio de los cristianos, cuando Jesús pone como hipócrita al fariseo que ora y da para que lo vean (Lc 18, 9ss).
Esto de una moral indolora hace que la vida social sea demasiado fría y pragmaticista (no pragmática), incluso se llega a usar del miedo para hacer trabajar o meterles zancadilla a los empleados en una organización.  Una moral indolora, como hacía ver Marx, permite que el trabajo no le pertenezca al que lo realiza.
En el ámbito político se llega a matar al contrincante, porque ya no sirve para los intereses cada vez más duros en cuanto a lo que se pone en juego constantemente, en términos de ganancias y de poder.  Y una cosa que logra una moral indolora es el justificar maquiavélicamente el hecho de hacer a un lado al otro sin ninguna consideración.
Es muy difícil mejorar la situación, por ejemplo, ante el trillado caso del aborto se escucha decir que el despenalizarlo no es un asunto moral sino de salud pública, lo que intento decir es que lo moral no se ve como algo propio de la persona y de la sociedad, sino como algo secundario o accidental de ella, ya que se sueña absurdamente (si en algo cabe la moral) con el hecho de que haya una moral al gusto de todos: estrictamente individual aunque explícitamente se renuncie al bien común.
Lo que yo veo desde mi trinchera, en el intento de acercar la filosofía a la gente, es que la formación moral tiene que ser acercada con un nivel intelectual y cultural más serio, y por quien tenga la formación para ello, y obviamente que tenga también la solvencia moral para hacerlo, no sólo la solvencia intelectual, también la moral; y un paso que sigue es el bombardear más en torno a una moral personalista, y definitivamente bombardear desde los medios masivos de comunicación, o por lo menos que, en este ideal, se aprovechen más los medios alternativos.
La viabilidad yo lo veo en tanto que hay que aprovechar lo que se tiene, los buenos medios de comunicación para formar moralmente a la sociedad son pocos, la mayoría están llenos de sensacionalismo, con un grado de moral indolora (que seguido no se advierte); tal vez haya que trabajar más en organizaciones civiles que ayuden a los hogares y a las instituciones educativas, más allá de los vicios en los que se quiere seguir “formando” al académico: como el vicio de la educación en competencias.  Que los hogares se den cuenta de la situación decadente en la que está el sistema educativo, para que tomen una actitud más participativa en la labor educativa, la cual si no es auténticamente moral (o sigue siendo para una moral indolora), está desvirtuada.
Se trata de un apoyo que emerja desde esa sensibilidad en torno a la persona y el bien común, advirtiendo de los excesos a los que conduce una cultura del menor esfuerzo.
Yo veo que la democracia es un término escurridizo, no se sabe bien a bien qué sea, los clásicos griegos estaban en contra de la democracia entendida como el gobierno de la plebe, y si eso se entiende por democracia pues también estoy en contra de la democracia (que viene a ser como una interpretación literal de democracia: gobierno del pueblo), si teniendo una preparación intelectual se equivoca el gobernante en la actividad política, pues más se falla si no se tienen más elementos para ser prudente en el gobierno de la polis.
Ahora bien, Prado Galán (filósofo de la Universidad Iberoamericana), siguiendo a Camps, ve la democracia como transparencia de lo público, y allí estará, según él, el cuidado del bien común, lo cual tal vez sea urgente en México, así que en ese sentido de urgencia me parece justo que la democracia comience por materializarse en torno a la transparencia.
Y bien, en este sentido los medios juegan un papel importante porque pareciera que se han empeñado en recibir a los actores políticos de una manera privilegiada para que entre ellos se saquen sus trapitos al sol.
Pero es una apariencia, porque la mayoría de los medios olvidan rápido las inmoralidades políticas en la medida en que van exponiendo una y otra sin parar, y esto significa que también el pueblo se olvide de los excesos de la clase política, en el sentido de que se acostumbra a tales excesos.
Lo cierto es que el sacarse los trapitos al sol no es lograr transparencia, y ni mucho menos cuidar del bien común.  Hace falta presionar más desde la ciudadanía (no quiero decir desde el pueblo).  Tal vez haga falta una cierta violencia, que rompa, pues, esa moral indolora para alcanzar una moral auténtica: fincada en el nosotros, en la preocupación por el otro, me refiero a la violencia del amor, la cual desarrollaré en la siguiente columna.