lunes, 27 de julio de 2009

Reforma educativa y educación en competencias

Colaboración para El Mexicano, publicada el LUNES 27 DE JULIO DE 2009, TIJUANA, B.C. p. 23A

Por Jesús M. Herrera A.




Mi mejor amigo, que incluso es mi compadre, amablemente me hizo llegar algunos documentos oficiales que tienen que ver con la reforma educativa (unos conocía y otros no, y los que conocía los volví a revisar), porque, como él me sugiere, hay que ver las cosas desde “adentro” y no sólo desde “afuera”, y es cierto que hay que hacer ese esfuerzo; entonces en la medida de mis posibilidades trato de estar “adentro” a través de la lectura de estos documentos que exponen ampliamente lo que quiere conseguirse con esta reforma.

El documento que sería bueno tener a la mano es el de la “Reforma integral de la educación media superior en México”, que luego se cita con las siglas RIEMS, que es de donde en esta ocasión tomaré alguna cita.

Conste que, tratando de ser más preciso, quisiera estar “adentro” estando afuera, haciéndole llegar algo de los recursos filosóficos que tengo a mi alcance a determinados conceptos que de pronto me parecen más del dominio común de los profesores, de manera que por la oportunidad que tengo de escribir en El Mexicano, quisiera sentirme participativo en esta empresa que tiene que ver con conseguir una mejor educación para México en lo que creo que le correspondería hacer al que se dedica a la educación desde el ámbito de la filosofía.

Hay conceptos claves que definitivamente los están subiendo al péndulo de las interpretaciones, y a partir de la lectura de estos documentos uno se da cuenta qué interpretaciones tienen que ver con la reforma educativa y cuáles no, o incluso cuáles tal vez se refieren mínima o medianamente al asunto; y es que en determinadas reuniones de docentes, se escuchan interpretaciones, incluso, contradictorias. Aquí retomaré la noción de competencias, algo de este concepto ya traté en la edición del Lunes 15 de junio de 2009 (p. 31A). Y he visto precisamente cómo es que unos dicen una cosa del término y otros llegan a decir algo totalmente en contra de esta noción, aquí partiré de lo que dice el RIEMS y continuaré con mi reflexión.

La RIEMS citando el “Glosario de términos vinculados con la cooperación académica”, editado por la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), dice que las competencias son un:

Conjunto de conocimientos, habilidades y destrezas, tanto específicas como transversales, que debe reunir un titulado para satisfacer plenamente las exigencias sociales. Fomentar las competencias es el objetivo de los programas educativos. Las competencias son capacidades que la persona desarrolla en forma gradual y a lo largo de todo el proceso educativo y son evaluadas en diferentes etapas. Pueden estar divididas en competencias relacionadas con la formación profesional en general (competencias genéricas) o con un área de conocimiento (específicas de un campo de estudio)”.

Ya el título (Reforma integral) refiere a la capacidad y posibilidad de una educación que consiga una personalidad íntegra, y la noción de competencias es lo que pretende lograr, pues hablar de competencias es un intento de decir sintéticamente sujeto con “conocimientos, habilidades y destrezas”; aquí en esta cita la parte distintiva del significado de ser persona parece que no es muy clara, sin embargo más adelante (de la cita arriba expuesta) las expectativas del modelo educativo basado en competencias alcanzan a tocar (aunque considero que sin énfasis) la eticidad humana, es decir, la condición moral de la persona así como su condición social, en donde el ser libre es algo, también, distintivo de la persona.

Somos varios los que, movidos por una perspectiva personalista que nos parece esencial en la empresa educativa, tenemos ciertas dudas para el modelo educativo basado en competencias, una de ellas que los amables lectores me hacen saber es, ¿qué tanto la reforma educativa, con su modelo educativo basado en competencias, está tomando en cuenta la dilución o fragmentación que se ha hecho de la educación mexicana, a partir del positivismo mal importado (según dice Zea) que trató de presumirse en México? Este cuestionamiento viene, sobre todo, apoyados en la queja constante de que la reforma educativa es algo que, como siempre, no nace desde México o Latinoamérica, sino que viene de otras culturas, y si de algo adolece México es de ser capaz de importar bien.

Más que nada porque una educación positivista, por muy auténtica que sea (y no tan equívoca como la que se ha dado en México), margina la condición moral y libre de la persona, o lo que es peor, las positiva, las hace demasiado cuantificables, cuando no lo son, porque la libertad y la moralidad son de un sujeto intencional y no puramente instintivo.

Y es que los planteamientos de la RIEMS suelen verse demasiado estructuralistas y positivistas, demasiado cuantitativos, nos parece que tienden mucho a un verificacionismo insostenible, como el que tiene que ver con la medición de valores morales que muchos han estado promoviendo. Incluso sigue promoviendo explícitamente el constructivismo que, según la RIEMS, pretende que el sujeto no se quede con la memorización tradicional de informaciones, sino que pueda ser capaz, por ejemplo (y retomo un muy buen ejemplo de la misma RIEMS, que de hecho me parece el mejor intencionado) de discriminar los conocimientos en medio de un mundo que nos bombardea, cada vez más violentamente, de información.

Por el momento y tratando de no verle a la reforma educativa su traje político, porque es algo que viene de la SEP, es decir, de una institución política o del gobierno, concedemos que es loable esta intención constructivista que quisiera que el sujeto escolarizado tenga la competencia de saber “discriminar” información, el problema es que ya son viejas las observaciones que se le hacen al constructivismo, el cual peca de ser epistemológicamente tradicionalista, en el sentido de que el sujeto constructivista construye su mundo y cree que así es, tal como lo conoce, mientras que el mismo psicoanálisis le ha dicho a la persona que no todo en ella es consciente, y es cierto. Y que, le objetan a los constructivistas, que ellos no aceptan que el mundo es –en poco o en mucho– diferente a como el sujeto lo percibe, o lo ha construido intramentalmente.

También, por su parte, el existencialismo, sobre todo desde las lecciones de Heidegger, le advierte al ser humano que ha de ser más humilde ante la forma en que éste está en el mundo, puesto que el mundo es oportunidad para el hombre siempre y cuando éste baje la guardia y no lo instrumentalice tanto, y es que el constructivismo sí tiende mucho a instrumentalizar el mundo y al prójimo.

¿Qué resultado, pues, se espera de una discriminación constructivista del bombardeo de información que al sujeto le llega?, ¿puede haber discriminación de información desde el constructivismo? Me parece que será una discriminación muy subjetiva según las observaciones anteriores que le hacen al constructivismo. Habrá más ideas qué desarrollar en estas intervenciones que hago referentes a la educación para no dejar abiertos los planteamientos que tenemos, intentaré acercarme a una propuesta en la medida en que dé más contenido a las nociones (como la de competencias) estas que se están poniendo en boca de todos los que andamos en el ámbito académico; lo que sí adelanto aquí es que la virtud le daría a la educación basada en competencias muchos matices, muy valiosos, para que a la hora de educar la persona se abra a una perspectiva moral en su relación con el otro, consigo mismo y en el ejercicio de su oficio o profesión.

Y es que sin un constructivismo matizado, que le deje espacio al cultivo teórico y práctico de la virtud, la educación basada en competencias sigue siendo demasiado positivista, y sus referencias a lo humanístico no trascienden. Lo humanístico es lo que dinamiza, o da la actitud incluso para la parte positiva de la educación; lo que anima integralmente a quererse educar es un recurso que primero es humano, esto no quita que se usen recursos materiales o positivos para hacer que la persona se disponga a la educación.