martes, 17 de noviembre de 2009

Educación en la familia: la familia en el mundo actual

Publicado en Diario El Mexicano: TIJUANA, B.C. / LUNES 16 DE NOVIEMBRE DE 2009 / 25A
Por Jesús M. Herrera A.
¿En qué mundo queremos construir, o estamos construyendo nuestra familia? ¿Se hace importante la filosofía en lo que implica la vida del hogar en familia? Intentaré dar respuesta a estas dos preguntas, que tendrán por objetivo el hacer algo de filosofía para la familia, espero que la reflexión toque lo más fundamental, lo cual haré desde una perspectiva personalista, que es la filosofía que más me ayuda en esta empresa.
Permítaseme un paréntesis, ya que uno de los objetivos es hacer llegar una lección de filosofía en esta oportunidad que amablemente El Mexicano me ofrece; entonces, estimado lector, usted puede tener a su alcance por medio de Internet bastante información en lenguaje accesible a propósito de lo que es el personalismo comunitario, filosofía a la que aludo en mis columnas, incluso en algunas de manera muy explícita, como en este caso.
Y la promoción que hago del personalismo resulta porque se trata de una filosofía que se construye a partir de la persona (cosa que no toda filosofía quiere o puede hacer), con el fin de conducir siempre al respeto absoluto de ella. Viéndola siempre como un ser de interdependencia, ni dependiente y ni independiente para ser feliz, de lo cual resulta la convicción de ser no sólo personalismo, sino, también, comunitario, pues se trata de una interdependencia que conduce al respeto y la promoción, además de la dignidad humana, del bien común.
Las preguntas con las que inicio este artículo van en el sentido de justificar elementos filosóficos que ayuden a responder en qué mundo estamos, con lo cual iremos encontrando cartas con qué hacer en nuestro hogar una escuela de crítica, que tanta falta hace toda vez que la educación académica lejos de tener un carácter personalista, más bien se ha encasillado en ser instituciones que capacitan para el trabajo, y si logran eso, pues ya es ganancia.
Yo veo que los elementos para conocer el mundo en el que se vive, van desde los de carácter religioso y psicológico a los sociológicos o políticos, pasando por los de los comunicólogos, todos ellos no dejan de orientar mucho, y hace falta también echar mano de los recursos que la filosofía nos ofrece, ello nos ayudará a mejorar los que hemos mencionado.
Entonces, en México, es urgente el hacer ver la necesidad de que los padres de familia abramos los espacios para el cultivo de la filosofía, entendida esta ciencia como la que logrará darle contenido a un psicologismo que, por un afán muy comercial, a veces impone la ideología de las recetas para ir resolviendo los problemas diarios del hogar, sobre todo los que tienen que ver con la educación de los hijos.
Y no se trata de hacer crítica en el sentido de hablar sin proponer, al contrario, me parece que, aun en un mundo relativista, donde pareciera que todas las opiniones valen, no deja alguien de distinguirse por saber dar razón y expresar bien lo que son sus ideales, y es precisamente la filosofía quien mejor ayuda a ello, pues aquí hablar de ideales es hablar de valores morales, lo cual es antes que nada un asunto filosófico.
Muchas veces los valores que le queremos conseguir a los hijos los queremos hacer llegar vía la religión, lo cual no había estado mal, hasta que la formación religiosa comenzó a perder de vista que su primer cometido es el de humanizar; la religión hacía llegar principios muy humanos, como en su momento fue el enseñar (a través de la religión) una sabiduría clásica que se encontraba en las virtudes que los viejos llamaron cardinales, cosa que hoy apenas quiere volver a recuperarse en su sentido auténtico.
El religioso hace trascender su educación cuando tiene cuidado de los supuestos humanos que implican su credo, y si estos valores humanos se marginan de la religión, es muy probable que se incurra en moralismos: se tenderá mucho a condenar violentamente, sin comprender primero qué sucede, lo cual implica abandonar el diálogo con el que piensa diferente, y entonces la religión aparece a los ojos de ese mundo diferente a mí no como una oportunidad para la reflexión y retroalimentación, sino como un instrumento de dominio, casado con el sistema de poder.
Por esto es que la filosofía es una ciencia que nos ayuda a saber dialogar, más allá de las teorías de las Ciencias de la comunicación, pues las más tradicionales de ellas, se limitan a ver la comunicación como un proceso con fines de mercadeo. Más, tenemos por ejemplo a un Paulo Freire, que precisamente por su capacidad filósofica, es que no tiene una perspectiva conductista o mecánica de lo que auténticamente es la comunicación humana.
Se pueden contar a muchos que aun no siendo religiosos le tienen respeto intelectual a un Tomás de Aquino, o a un San Agustín o San Anselmo (clásicos de la filosofía cristiana medieval), y al revés, hay muchos pensadores religiosos que precisamente por su agudeza intelectual, saben reconocer una profunda enseñanza en aquellos que no son religiosos, pero sin perspicacia filosófica este diálogo no se puede dar.
La filosofía quiere ser una ciencia que ayuda a ver desde el mejor ángulo, y busca hacer dialogar diferentes perspectivas, o puntos de vista, sobre todo los puntos de vista antagónicos, lo cual hoy día se hace urgente porque vivimos en un mundo en el que nos inmoviliza la guerra y saturación de información, de manera que unos se sobreinforman y otros prefieren vivir en la desinformación, lo cual hace que tanto los primeros como los segundos no sean capaces de tomar decisiones.
El mundo en el que vivimos es definido en la filosofía (y otras ciencias) como posmoderno, o tardomoderno; es un mundo caracterizado por la confusión, no se sabe si no hay valores o son otros los valores de la cultura posmoderna o tardomoderna en la que estamos inmersos.
Una opción es atender a esta cultura haciendo de la familia un refugio para escaparse del mundo toda vez que se le condena; otra opción sería posmodernizar la familia, o como bien se ha escuchado por allí, hacer una familia light, en donde se acude al hogar sólo a dormir y a tomar una ducha, y algunas veces también para comer. Así las cosas todo y nada es familia, ésta deja de ser el núcleo de la sociedad. La familia pierde su sentido social porque en el seno de ella no se ha aprendido a socializar, a ser interdependientes.
Adentrémonos poquito más en el recurso filosófico. Uno de los elementos que caracterizan básicamente a la posmodernidad, es que ésta es una cultura decepcionada de la razón, y razón en gran medida significa ciencia, porque la razón por medio de la ciencia nos había prometido un paraíso, y lejos de haber cumplido la promesa, lo que nos trajo fueron guerras y genocidios (los filósofos piensan en las guerras mundiales con las que se inicia el Siglo XX).
Así es que la familia se ha querido ver, por muchos posmodernos, como producto de ese orden que viene de la razón moderna; como se ve, es todo un océano de elementos por conocer y comprender para saber defender a la familia, y en esta empresa el no echar mano de la filosofía, nos dejará muchos huecos, que menguarán nuestro trabajo por educar para este mundo.
Marginar a la filosofía es lo mismo que desconocer el mundo en el que vivimos, y he visto que luego la educación en valores, tanto en la casa como en la escuela, se enseña anacrónicamente, como si se viviera en la década de los cuarentas. De aquí mi invitación a aprovechar la enseñanza que nos ofrece la filosofía.

Filosofía, caridad y muerte


Por Jesús M. Herrera A.
Publicado en diario El Mexicano: LUNES 9 DE NOVIEMBRE DE 2009 / TIJUANA, B.C., p. 18A
El problema de distinguir día de muertos y halloween.
En mis dos pasadas columnas no he querido hacer la distinción entre Día de muertos y Halloween, no me atrae hacerla porque quiero jugar con el sincretismo tan de moda actualmente, pero no quiero ser sincretista.
Más bien insisto en que se tenga el cuidado de aprovechar el tiempo para hablar de la muerte desde una perspectiva filosófica que enriquezca a cualquier otra perspectiva (ya que esto es algo de lo que le toca hacer a la filosofía), e intento aportar algo dejando líneas de dirección para abordar el asunto, sean o no sean religiosos los planteles educativos, yo creo que la filosofía nos ayuda en esta empresa, porque es muy abarcadora, quiere y puede ser significativa tanto como para si se abordarán los problemas existenciales, como el de la muerte y el de la vida, desde los supuestos de la fe cristiana o al margen de ellos.
Incluso cabe hacer la mención de que luego no se ve en qué se distingan las escuelas confesionales de las que no lo son, porque me parece evidente que ni unas ni otras quieren (o no pueden) abrirse al conocimiento filosófico del ser humano, si acaso hay un acercamiento a la pura descripción psicologista o piadosa (que ni a religiosa, y mucho menos a teológica llega) del ser humano, lo cual en ninguno de los casos rinde para profundizar en esto tan trascendental en el ser humano, como es ser procreador de vida y ser-para-la-muerte: dos convicciones que en la persona se sintetizan en el todo de ella.
La filosofía es, entre otras cosas y en este caso, para darle contenido a las percepciones fragmentadas que se tienen, fragmentos que toman la forma de opiniones y ritualismos un tanto lúdicos y a veces hasta pretenciosamente mágicos; incluso, insisto, los sincretismos que meten en un solo costal lo anglo del Halloween y lo supuestamente autóctono de los altares de muertos en México, terminan por fragmentar la seriedad debida al asunto de la muerte.
En la medida en que se le da su lugar a la filosofía lo que hacemos es salvaguardar lo esencial de las cosas; por ejemplo, me parece que más allá de justificar si es o no diabólico el halloween, o qué carácter cristiano o náhuatl puedan tener los tradicionales altares de muertos (acudiendo a la historiografía en cualquier caso), pues que las actividades no se queden en entretenimiento, es importante comenzar a construir una atmósfera humanista que invite a la reflexión y al diálogo, con lo cual se puedan cubrir esos aspectos que en la educación quedan desprotegidos por la rigidez de un sistema “educativo” que, si bien nos va, se queda siendo puro adiestramiento.
Incluso el introducir a la filosofía en estos eventos ayuda también para mitigar el puro sentido mercadológico de las fiestas, cualquiera que éstas sean. Y es que, finalmente, lo más objetivo de las fiestas a las que se les da cabida tanto en el hogar como en la escuela luego no termina siendo sólo por su valor religioso o pagano, sino, precisamente, por el sentido consumista en el que terminan metiendo y distrayendo, insisto, de lo humanamente esencial.
Quiero jugar con el sincretismo para superarlo por lo menos humanamente, tal vez sin acudir al recurso del pensamiento y el lenguaje religioso, no tanto porque no lo valore, al contrario, para que quienes tenemos como un valor la vida de fe cristiana, pues que sepamos por dónde queda el fondo humano de lo que se cree religiosamente, y por ello, con estatuto de verdad, y entonces, en virtud de esto, animar en esos valores religiosos que le ayudan al ser humano a tener un crecimiento como persona.

La muerte en el pensamiento cristiano
He recibido con gran atención algo que encuentro entre las líneas de los comentarios que he recibido por las lecturas que hacen de estas columnas, lo cual termina siendo una petición: se trata de que distinga lo que el cristianismo le ha dado a nuestra cultura, y sobre todo que haga distinguir lo más auténtico del cristianismo en torno al asunto de la muerte. Lo cual es muy importante, además de que es exigible, toda vez que si no es por la religión, entonces no puede haber un canal por el que se conduzca esa apertura que termina en una resignación sana, y no enfermiza y de depresión crónica ante la realidad de la muerte.
El cristianismo es la religión de la esperanza; y mucho se ha acusado como de algo falso a la trascendencia que promete el cristianismo, se dice que esta esperanza no tiene sustento real, y que sólo sirve para manipular a la gente (Marx); o que sólo sirven estas falsas promesas para evadir la realidad enfermiza o neurótica en la que puede estar metido el ser humano (Freud); o incluso se ha dicho que el cristianismo es una moral en la que se refugian los débiles (Nietzsche), han sido éstas ya interpretaciones en franca superación, pues desde Marx, Freud y Nietzsche se están tejiendo otras reflexiones menos agresivas para la intencionalidad religiosa de la persona; y no sólo menos agresivas, sino más para el provecho de la vida de fe.
Me parece que estas críticas, por un lado, son provechosas para que el creyente no se olvide de lo esencial, y evalúe la autenticidad de su praxis religiosa. Pero por otro lado, pues son observaciones que tal vez se tejen o se les da seguimiento fuera de contexto. Algo aquí que cabe como intermedio, es la exigencia de testimonio a la que está obligado el creyente, con lo cual materializa y muestra como real su esperanza.
Por lo último es que yo veo que lo más importante, y con lo que se puede estar más allá de estas críticas, es que el reto del cristianismo consiste en hacer del amor de caridad la virtud por la cual se viva una muerte que haga crecer a la persona, aquí se trata de la muerte como renuncia y no de la muerte biológica, más bien la segunda toma sentido desde la primera; de lo que hablamos es de la renuncia de sí como vida auténtica, no en el sentido pesimista como sucede con Schopenhauer, sino que aquí se trata de la renuncia que logre un acercamiento al otro desde la intención de la caridad, esta es una virtud que sintetiza eros y thánatos, lo cual conduce a un morir para vivir.
Entonces, pues, si desaparece la caridad de la renuncia de sí, se pierde el sentido cristiano de la vida, misma que se sabe preparar en esta renuncia, para la muerte; en la renuncia de sí por abrirse progresivamente al otro y por el otro, es que se alcanza la fuerza necesaria para ver a la muerte con esperanza, porque entonces la muerte se traduce en ofrenda por alguien (no por algo).
Y es que actualmente se ven expresiones para acoger la realidad de la muerte que pueden partir del absurdo (La Santa Muerte) y lejos de diluirse, lo que hacen es más bien construir una cultura de la muerte por la que se pervierte tanto el hombre como que se llega a matar al otro, es el puesto radicalmente opuesto, como se ve, al sentido de la muerte que emerge desde ese amor que es el propio del cristianismo, que es el de caridad, que no tiene ambigüedad, ya que exige dar la vida por el otro y no quitarle la vida al otro para mi provecho.