martes, 4 de diciembre de 2018

Fe ciega y desesperación, o por qué debo de tenerle confianza a El Peje

Por Jesús M. Herrera A. 
Ante los hechos, ante la gran popularidad con la que se ha recibido al nuevo presidente, no hay argumentos que contradigan el apoyo popular con que por principio está contando el señor López Obrador.  Esta vez es cierto que no hubo acarreados, y si los hubo no fueron importantes, de acuerdo con lo que algunos detractores trataron de documentar para usar la carta en contra de AMLO, me refiero a la carta de los acarreados, y así por lo menos tratar de mitigarle la popularidad con la que el tabasqueño dio el arranque oficial del nuevo sexenio. 
Que las mayorías en las calles, y que también en el poder legislativo le favorezcan al presidente de Tepetitán, puede ser para bien o para mal nuestro; ya no se podrá quejar de que le hayan hecho trampas desde los otros partidos que andan demasiado débiles.  En este sentido tiene poder para gobernar bien, que eso, que gobierne bien es lo que importa, y no que se grite que hay un cambio de régimen, pues ese cambio puede que haya que escribirlo entre comillas cuando se limite a ser sólo guerra de poder, una más. 
El régimen priista llegó a causar hastío hasta el punto de que las redes sociales, a mi entender, fueron lo que terminó de convencer de que ese partido político es la causa eficiente de la pobreza, de los ninis y, en definitiva, de que un cuarenta por ciento de la población mexicana no tenga ni siquiera para comer.  Se trata de un partido, el PRI, que terminó en el descaro total. 
Dos presidentes panistas, dos oportunidades que no se supieron aprovechar; a Fox lo poquito que hubiera hecho se le quedó periclitado por culpa de la esposa y los hijos de ésta; y a Calderón se lo acabaron con los muertos ineludibles por haber movido el palo en el enjambre del narcotráfico: la estrategia de Calderón fue moralista al respecto del narcotráfico. 
Dos partidos que terminaron agónicos ante el imaginario colectivo, en ese sentido agónico es que entiendo el bien vendido término PRIAN. Que se traduce en el ámbito social en desesperación, es el resentimiento social el que hay que aprovechar desde MORENA para el beneficio de AMLO y de los que con él quieren el poder para bien, o para mal, o sea para abusar del poder como casi todos los políticos mexicanos lo han hecho. 
Es cierto que no hay que tomar decisiones en medio de cualquier posición extrema, y la desesperación es un extremo.  Aunque las desesperaciones del norte son muy distintas a las del sur por acá en México, en los dos polos se votó por desesperación y porque no había opciones.  Para el imaginario colectivo, no se optó por el menos peor, se votó por el único, porque tanto el PRI como el PAN están en una situación agónica, diluidaenclenque: desintegrándose más entre ellos, sin fuerza.  Me parece que ese fue el modo en que se procedió electoralmente. 
No sé cómo hará las cosas El Peje, sus seguidores están convencidos de que cumplirá las promesas de erradicar la corrupción y de que les mejorará su nivel de vida a los más desfavorecidos (y no se trata de que venga alguien a resolverle la vida a alguien, se trata de que se gobierne bien y con base en un estado de derecho).  No entiendo por qué se quieren seguir usando las etiquetas “derecha” e “izquierda” en un contexto como el mexicano, creo que a esas etiquetas hay que darles un determinado contenido para que se apropien del modo de pensar del mexicano, sin contenidos o matizaciones el mismo AMLO es ejemplo de una persona que usó, en su primer discurso como presidente, el término neoliberalismo de un modo muy ochentero, es decir, impreciso por descontextualizado. 
Y como no sé cómo hará las cosas El Peje, pues sólo apuesta a que, por principio, con bajarse él y los demás servidores públicos el sueldo, y con evitar la corrupción mágicamente, sin decir cuál es la estrategia (ni para obtener recursos y ni para acabar con la corrupción), es que, entonces, hay que aceptar por fe lo que él dice.  Amable lector, si hay fuentes que no he leído para saber cómo lo hará, ruego me diga qué hay que ver o qué hay que leer. 
La fe es necesaria, pero la buena fe es aquella que aun siendo naturalmente obscura no es ciega. La fe ciega es absurda porque es contra natura.  Como evidentemente al tabasqueño le interesa tener la simpatía de las mayorías, es que entiendo que usa un lenguaje y un catálogo de símbolos para ellas (venta del avión presidencial, viajar en vuelos comerciales, usar autos modestos, etc.), es un lenguaje popular que evade las explicaciones técnicas de las estrategias que, espero, existan para poder hacer algo. 
Si se trata de animar al pueblo para comprometerlo a trabajar por el bien común, bien por el nuevo gobierno liderado por El Peje, si se trata de manipular a las masas para garantizar el poder a través del voto, pues es ya una estrategia vieja del anciano PRI, que, inclusose utilizó para que EPN le recuperara el poder al PRI. 
El recién ungido presidente de México es además de moralista un sujeto con bandera religiosa; usa una religiosidad sincrética para que se le tenga fe a él; es la religiosidad no institucional y es la religiosidad mágica: que son esas las características de la religiosidad que más redituablemente se vende ahora; se trata de animar afectivamente, de emocionar.  Espero que si en verdad mirará por las comunidades  indígenas, lo cual sugieren los rituales espirituales en donde se puso de rodillas, ya se vean las estrategias para hacerles llegar el apoyo y una inclusión sistemática. 


El autor es profesor de filosofía. 
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