lunes, 31 de agosto de 2009

La virtud en torno a la actividad crítica e inventiva

Publicado en diario “El Mexicano”, TIJUANA, B.C., LUNES 31 DE AGOSTO DE 2009 /p. 19A

Por Jesús M. Herrera A.

Permítanme recordar las palabras de Enrique Dussel que desde dos colaboraciones anteriores a ésta vengo citando: “(…) en épocas de crisis como la que experimentamos en el presente (no sólo en los países centrales del capitalismo por el colapso del dogmatismo neoliberal y el estancamiento de la producción industrial, sino igualmente por la crisis de los partidos políticos y el sistema representativo en todo el mundo) es necesario repensar todo el andamiaje científico, tecnológico y político, lo que exige tener capacidad crítica y vislumbrar el conjunto del proceso civilizatorio para inventar nuevos supuestos y alternativas. Para ello no bastan las ciencias de mediaciones, de los instrumentos de un sistema, sino las disciplinas que permiten repensar la totalidad de los medios y los fines, de su sentido último, para descubrir las contradicciones que han llevado a la sociedad en su conjunto a callejones sin salida”. Líneas que, he venido insistiendo, justifican el porqué de la filosofía, y yo aquí lo aplico sobre todo –la filosofía– para el ámbito de la educación.

Repensar la realidad que nos circunda, lo he expuesto en términos de reflexionar: actividad vital para eso tan difícil, recordando a Sócrates, de conocerse a uno mismo, pues el autoconocimiento ha de ser anterior y fundamental para el éxito del conocimiento del cosmos.

De hacer crítica, he dicho que es una de las principales actividades de la agilidad filosófica: es lo que sin ser filósofos de profesión (de derecho) a uno lo hace ser filósofo de hecho; ser críticos exige ir más allá de una opinión subjetiva, la cual puede ser sólo una corazonada o un capricho, y peor aún es que las opiniones se den al margen del diálogo, en donde se pierde de vista la comprensión del otro, del prójimo.

El ser críticos alcanza su cumbre cuando se es capaz de darle contenido a algo, en la medida en que se hace crítica se lanzan hipótesis que luego nos conducen a ocuparnos en tratar de sostenerlas o comprobarlas. Es lo que por ejemplo hacían Platón, Aristóteles y Sócrates (son los grandes representantes de la filosofía clásica griega), ante aquellos a quienes criticaban, que eran los sofistas. El término sofista se ha traducido como sabio.

De la crítica, pues, se pasa a la capacidad de tener inventiva, de acuerdo con la cita de Dussel. Se ha advertido que la inventiva no se puede dar de la nada, cosa que muchos pretenden (no sé por qué); y aquí suponemos que la crítica, tarea exigente y difícil, es previa a la inventiva.

Para pasar de la crítica a la capacidad inventiva, ya que Enrique Dussel dice que la filosofía ayuda a “inventar nuevos supuestos”, me parece necesario hablar algo más en torno a lo que es la crítica en los filósofos clásicos griegos.

Los sofistas criticados por los filósofos que hemos mencionado eran sobre todo los más relativistas, quienes pensaban, liderados por Protágoras (sofista paradigmático), que “el hombre es la medida de todas las cosas”: se pretende que todo es relativo (lo cual se autorrefuta); los sofistas son expuestos por muchos historiadores de la filosofía, como maestros de jóvenes que aspiran a ejercer cargos políticos.

También, en atención a los sofistas, es que surge la noción de sofisma, que en los manuales de lógica se define (el sofisma) como un argumento falso con apariencia de verdad; y es que así suele presentarse a estos “sabios”, los sofistas, como muy astutos para engañar: para imponer como verdad algo que es falso.

Los sofistas en su labor también ofrecían una mística, o un ideario para conseguirles una personalidad a los pupilos. Yo hago la siguiente analogía para que tengamos una imagen de quiénes son los que en nuestro entorno equivalen a los sofistas de aquel mundo. Me parece que los sofistas actuales son, por ejemplo, muchas de las personas que les gusta promover la tan de moda autoayuda y/o superación personal.

Como los sofistas, los líderes y motivadores a la autoayuda y la superación personal, los hay, algunos, bien intencionados, no se puede negar. Lo que critico en diversos medios y en mis clases de filosofía, es que si bien nos va, estos líderes tienen una visión apenas conductista (y psicologista en general) de lo que es el ser humano, es decir que no parten de un conocimiento profundo, integral u holístico de la persona humana y del bien común.

Más, se ve que muchos de estos líderes tienden más bien a reducir al ser humano a un nudo de emociones sin sentido. Otros tienden a anclar a la persona y la comunidad en el rigorismo emotivista y voluntarista de la Programación Neurolingüística (tan de moda también, sobre todo para la motivación empresarial); también se cuentan entre estos cabecillas a chamanes que pretenden imponer el esoterismo como si éste fuera una ciencia, con el fin de “ayudar” a “crecer” al ser humano. Y convencen a muchos, precisamente, por su astucia sofística.

Tal vez el foco de atención de los sofistas actuales como de los antiguos sea el ofrecer un ideal de ser humano exitoso, en el sentido de que muchos pretenden meter a la gente en el sueño del poder por el poder, y no es que el poder sea malo en sí mismo, sino que el poder es medio, tiene un sentido de solidaridad; pero si el poder se queda siendo fin en sí mismo, entonces se pervierte y promueve un individualismo feroz.

Estoy de acuerdo con Paul Ricoeur (filósofo francés: 1913-2005), en “La ética según Aristóteles”, cuando asegura que “Platón se opuso fuertemente a la enseñanza de los sofistas, proponiendo una idea de Justicia totalmente opuesta a la habilidad y al éxito”, que tiene como una de sus concreciones el poder por el poder que hemos mencionado. Y también el filósofo francés enseña que Aristóteles ve en la virtud el medio para conseguirse una personalidad libre de excesos, con el fin de darle sentido al poder, y alcanzar un auténtico liderazgo, y es que para Aristóteles la virtud es un hábito que dispone a buscar fácilmente el bien, sin perder de vista lo mejor para la comunidad.

Como se ve, pues, aquí hay inventiva, una invención que viene como culmen de una actividad permanentemente crítica hacia los excesos de la cultura. Aquí hemos puesto por ejemplo los excesos de los distintos tipos de psicologismos en torno a la necesidad de hacer que el ser humano le dé sentido a su vida.

Y la virtud tiene, entonces, estos dos aspectos, uno que conduce a la actividad crítica, y otro por el que se hace de la persona alguien con capacidad inventiva. Ya de suyo en el ámbito de la filosofía clásica la virtud se ha relacionado con el arte, pues se le llama artista y artesano al que tiene la virtud o capacidad de hacer de manera fácil y bella algo, como el cantar o el bailar, o fabricar una artesanía, i. e., cualquier obra de arte que incita a la admiración.

Más, el virtuoso por excelencia es quien alcanza de manera pronta lo óptimo de entre lo mejor, siempre en sentido solidario, ya que la solidaridad es la virtud social más perfecta según dice el filósofo mexicano Mauricio Beuchot. Y todo esto, para insistir, pues, que sin educación en la virtud no se puede tener una capacidad inventiva auténtica.

lunes, 17 de agosto de 2009

Educar para ser críticos, ¿será una tarea fácil?


Por Jesús M. Herrera A.

Publicado en diario El Mexicano: TIJUANA, B.C. / LUNES 17 DE AGOSTO DE 2009 / p. 25A

Hablaba de la importancia de la reflexión en mi colaboración pasada, comentando la idea de Dussel, de que una tarea de la labor filosófica es el repensar; entonces, tener la virtud de reflexión es algo que se consigue por la educación en la contemplación, se trata de una mística que le deja a uno el gusto por el silencio, aunque sea mínimo; tal vez a unos se les facilite más que a otros, pero en un mínimo esto es necesario para interiorizar y saber qué hacer ante lo cambiante, de manera que no se pierda de vista lo más importante ante las situaciones más difíciles.

Para esta mística es importante que se pudieran abrir espacios en los ámbitos educativos académicos; tal vez los ecologismos que están tan de moda (por ejemplo en las materias de Ecología o El ser humano y la naturaleza, etc.) pudieran servir de pretexto para que aprendamos a contemplar la naturaleza, pero no quedarnos en la pura creación, hay que ir más allá, tratar de ir desde la creación al Creador, para ver, como se titula el texto de Max Scheler, cuál es “El puesto del hombre en el cosmos”, siguiendo con la tradición democriteana de que el hombre es un microcosmos, y que como personas tenemos un lugar privilegiado en el universo. De aquí la importancia de tener la virtud de la reflexión.

Otro de los elementos pendientes de reflexionar, comentando lo más sencillamente posible las palabras de Dussel, es que la filosofía es una ciencia de la crítica, y como hacer crítica no es una labor exclusiva del profesional de la filosofía, lo que sí podemos asegurar es que se toma una actitud filosófica cuando se demanda de nosotros nuestra presencia crítica ante las diversas situaciones y, sobre todo, posiciones diversas o plurales, en torno a los diversos ámbitos en donde se desarrolla la vida.

Ser crítico no es cosa fácil, el desconocimiento de la dificultad para criticar hace que se confunda la crítica con la opinión infundada, que muchas veces es una pura corazonada, y hasta un capricho. Para poder ser críticos es importante partir de una toma de posición; también hay que evitar ese sofisma que se llama, en los manuales de lógica, sofisma de ignorancia del asunto, y es que ya es un vicio hablar de lo que se ignora.

Se escucha decir que de política, religión y deportes nadie se pone de acuerdo, y esto es cierto precisamente cuando hablamos infundadamente de los temas enunciados, tal vez al ser humano le cuesta mucho decir un “no sé”, y hay que tener la virtud de reconocernos ignorantes cuando efectivamente lo somos ante algún tópico; pero más importante es que se aprecia, se reconoce y hasta se acepta la crítica y la posición del que sabe, incluso si uno no está de acuerdo, aunque sea por intuición, con la posición del otro, ya por el hecho de que el que habla conoce el objeto de lo que discurre, uno sabe ver hasta dónde se ha aprendido del buen crítico que interpela.

Y de lo que se suele ser muy celoso es de los temas existenciales: todos aquellos que tienen que ver con la amistad, el amor, la felicidad, la vida, la muerte, etc., los cuales están vacíos en una cultura hastiada por los conceptos y las definiciones.

Hay que poner por ejemplo el tema más difícil del universo existencial, que es el problema del amor (término que intencionalmente resultará repetitivo), y es que se suele decir que definir es delimitar, etimológicamente sí lo es, y de hecho sí delimitamos cuando definimos, entonces ante el amor se suele decir que no se puede definir para no limitar, sobre todo, sus alcances, los alcances del amor.

El ejemplo del amor es muy ilustrativo para comprender el porqué de ser críticos y poder tomar una posición ante lo que hay que hacerle crítica, la cual viene primero gracias a una reflexión previa del objeto que queremos criticar.

Hay objetos de crítica a los cuales se tiende a definirlos unívocamente, se exige, por la naturaleza misma de estos objetos, que la definición asegure una precisión por la cual el ser humano trate a estos objetos; aquí me refiero a los objetos de estudio de las Ciencias naturales, o Ciencias exactas, que exigen rigurosamente la definición.

Esta actitud se llegó a observar ante los temas existenciales, y entonces el fin de las nociones o hasta definiciones o conceptos, no ha de ser el mismo que el de las ciencias exactas.

Y es que en las ciencias exactas una definición suele desplazar a otra, en física átomo significó (y significa etimológicamente) algo que no tiene división, mientras que el átomo, como la parte más divisible de una molécula, desde hace tiempo que sí es divisible, entonces conceptualmente todo cambió en torno a lo que para el físico es un átomo.

En las humanidades, y sobre todo en lo que ahora me refiero como temas existenciales (como el amor), una noción, definición o concepto pretendidamente nuevo, el bueno humanista no lo usa para desplazar, o por lo menos esta actitud es cada vez menos vista dado que la filosofía en particular y las humanidades en general tienen como su método la hermenéutica: que es la ciencia y arte de interpretar, lo cual implica reflexionar para hacer algo nuevo de lo mismo, actualizar, sobre todo, los objetos que giran en torno a nuestra existencia, como el amor.

Renunciar a los conceptos, descripciones o nociones en lo humanístico y para lo existencial es irnos al otro extremo; ya decíamos que un extremo es hacer de lo existencial una explicación matemática, y el otro es dejar en el aforismo o la metáfora, o el puro sentimentalismo, el tratamiento de las realidades existenciales que son las que plenifican la vida, las que conducen a la felicidad, como el amor.

Así, la hermenéutica nos ayuda a profundizar en la tradición que cobija, por ejemplo el amor, que hemos puesto como uno de los temas existenciales más difíciles de tratar; entonces es necesario el cultivo en el tema del amor; está por ejemplo una distinción conceptual entre eros, caritas y ágape (y conste que se pueden citar más ejemplos), lo cual nos ayuda a distinguir, profundizar y, entonces, sólo entonces, hacer una crítica, desde la interpretación en torno al amor, a lo que ranciamente nos quieren imponer como amor en los medios masivos de comunicación, sobre todo los más comerciales.

Casi siempre rehúyo a lo políticamente correcto, como aquí, al insistir en que ser críticos es difícil, sobre todo cuando se trata de hacer crítica en torno a los asuntos que tienen que ver con el bienestar existencial, con las decisiones más importantes de la vida; insisto en la dificultad porque el ser críticos no se consigue conductualmente, esto no es algo mecánico, primero se requiere el cultivo, el estudio arduo, ir más allá del mínimo para acreditar una materia (y si es que es un mínimo que muestre algo de aprovechamiento).

Es como cuando uno busca trabajo, que lo que vale es la experiencia para darle una u otra posición en la empresa, e independientemente de las exageraciones que estoy pueda conllevar, lo que sí es cierto, es que la experiencia es lo que garantiza la resolución de problemas, la experiencia vista así, está por sobre la agilidad mental, aunque se hayan obtenido dieces en el transcurso de una educación basada, como dicen hoy, en competencias. Entonces el ser crítico es algo que se da a posteriori, el ser crítico no es algo independiente de la experiencia, al contrario, exige de una experiencia de vida orientada por la adquisición de una vida culta en torno a los temas existenciales del ser persona, precisamente, como el tema del amor.

lunes, 10 de agosto de 2009

Démosle contenido a la Reforma Educativa

Por Jesús M. Herrera A.

Publicado en diario El Mexicano, LUNES 10 DE AGOSTO DE 2009 / TIJUANA, B.C., p. 30A

Es importante, y además parte de un compromiso como educador, el seguir hablando de lo que a la filosofía le toca hacer en el ámbito de la educación, y aún más importante es el saber qué lugar le toca a la filosofía en el ámbito de la educación.

Hablar de la reforma educativa es necesario, porque nos toca tomar una posición crítica ante ella, de manera que si ya está y es ineludible y obligatorio el cumplir con los requisitos y el mismo Diplomado en competencias, pues hemos de abrirnos el espacio necesario, o tal vez esperar a que termine el diplomado para seguir cultivándonos en la formación filosófica, que es a lo que invito en este privilegio de hacerles llegar un poco de los conocimientos que poseo para, aplicados a la labor educativa, ponerlos en sus manos.

Se puede aceptar ciegamente la reforma, porque me va bien individualmente con ella, pues ya me tocó que me paguen por responsabilizarme de la administración de los diplomados; también se le acepta porque me deslumbra en tanto que al margen de la crítica bien intencionada y mínimamente fundada, no tengo problemas en maquilar competencias como se pide, y sin tomar en cuenta toda una tradición y complejidad al fondo de esta propuesta que en no pocos se aprecia como la panacea de la educación. Hay que hacer el esfuerzo de no tenerle una fe ciega a la reforma educativa y hacerla que ayude en la consolidación de la identidad de una cultura mexicana, según las expectativas de los buenos filósofos latinoamericanistas.

También se puede rechazar unívoca y ciegamente la reforma, por flojera, porque esto de las competencias da flojera, y se arguyen motivos ciertos como es la falta de apoyo material para tener el espacio y el tiempo suficiente para preparar competencias, pero a conciencia sé que no tengo una intención moral que oriente y le dé sentido a mi labor educativa, y es que al margen de la ideología supuesta, y compleja, en la reforma educativa, ser educador antes que nada es un apostolado.

Para evitar esos extremos, yo creo que la mejor opción es entender la reforma educativa y, más aún, darle contenido (entenderla como fin es estéril), movidos por el interés de hacer de la educación un apostolado; aquí entendemos por apostolado a toda aquella actividad que individual y socialmente tiene como su primordial intención el humanizar la cultura en la que estamos inmersos, mitigándole aquellos excesos que justifican el individualismo, y la promoción de una cultura de la muerte que lleva, absurdamente, incluso, a adorarla a través no sólo de ídolos, sino de los asesinatos, levantones y secuestros.

En lo que sigue, pues, van algunos tópicos de filosofía que al amable lector le entreguen ideas para apostolizar su labor educativa, ya sea la académica, o ya sea la del hogar. Siempre con el esfuerzo de ser suficientemente explicativo en tecnicismos que, a mi juicio, son ineludibles. Y en mi correo electrónico estoy atento a sus inquietudes o dudas.

Me parecen muy apropiadas las líneas siguientes de Enrique Dussel (nacido en Argentina y desde hace tiempo ciudadano mexicano) para introducirnos en el trabajo de este día. El filósofo de la liberación dice “(…) en épocas de crisis como la que experimentamos en el presente (no sólo en los países centrales del capitalismo por el colapso del dogmatismo neoliberal y el estancamiento de la producción industrial, sino igualmente por la crisis de los partidos políticos y el sistema representativo en todo el mundo) es necesario repensar todo el andamiaje científico, tecnológico y político, lo que exige tener capacidad crítica y vislumbrar el conjunto del proceso civilizatorio para inventar nuevos supuestos y alternativas. Para ello no bastan las ciencias de mediaciones, de los instrumentos de un sistema, sino las disciplinas que permiten repensar la totalidad de los medios y los fines, de su sentido último, para descubrir las contradicciones que han llevado a la sociedad en su conjunto a callejones sin salida”. Y bien, trataré de hacer ver la importancia de algunos de los términos utilizados por Dussel en la cita.

Repensar: en el ámbito de la felicidad humana y la convivencia social la introspección implica el repensar, i. e., el reflexionar sobre sí, repensar es volver sobre lo mismo, la persona humana necesita de volverse sobre sí, requiere del alto en el camino y hacer un examen de conciencia para sincerarse a sí mismo; y lo mismo se convierte en otra cosa cuando es repensada.

Sí, el repensar es algo productivo, porque es lo que conduce a renovar los objetos de nuestro pensamiento (no sólo los pensamientos, si no los objetos mismos), entonces en el acto de conciencia lo que hacemos es renovarnos, y esto es algo eminentemente creativo, de creatividad sobre todo existencial. Sin esta creatividad existencial no nos reinventamos, lo cual es peligroso para eso que del ser humano llamamos espíritu: mismo que se manifiesta en amor al saber, en la fuerza de voluntad y que culmina en el amor al otro. Más, una dificultad para esto es el ruido, sobre todo el estridente. Ah, tampoco el activismo ayuda.

Si el acto de conciencia no termina en la preocupación por el otro, no sólo es estéril la actividad de reflexión, sino que se puede pervertir esta práctica psicológica, porque puede conducir a una especie de hermetismo, en donde no somos capaces de diálogo.

Repensar todo, la totalidad “de los medios y los fines”: luego esta expresión que viene a ser más exigente, se refiere a una invitación que es también de carácter existencial, el ser humano requiere de tener algún medio que le permita ubicarse, es necesario tener el mapa del universo y saber en qué lugar de éste se está situado como persona individual y social; ya muchos filósofos en seguimiento de Demócrito han visto al hombre como microcosmos porque en la persona humana se reúnen virtualmente los distintos reinos, las distintas realidades que existen en el universo, la persona es compendio del universo.

Y bien, tal vez decir universo sea algo muy amplio, hay que saber por dónde podemos comenzar a ver el universo y colocarnos como compendio del mismo, para esto nos ayuda mucho Martin Heidegger, quien nos recuerda que el mundo es nuestra posibilidad, somos, dice él, seres-en-el-mundo, el mundo se convierte en horizonte de posibilidades.

Ser-en-el-mundo es modo de ser, un modo de ser es el medio por el cual nos damos a conocer, nos hacemos presentes con nuestros modos de ser, siempre que me describan dirán algo de mi modo de ser: alegre, iracundo, flojo o servicial, y no sólo lo que tal vez sea relativamente importante, que es limitarnos a una descripción puramente física.

El concepto de ser-en-el-mundo es muy importante, en pleno siglo XX Heidegger introduce el concepto en un contexto en el que la humanidad había perdido este modo de ser, porque más bien se vivía con una actitud puramente instrumentalista del mundo, lo cual no implicaba relación afectiva con el mundo y con el otro.

Tres elementos más rescato de la cita de Dussel: Capacidad crítica (la cual no ha de confundirse con la opinión, sobre todo las infundadas y las que no son más que aforismos chocantes, tampoco se confunda la crítica con la lluvia de ideas), Inventiva (que no se da de la nada) y Sentido último (que está muy olvidado por estar ocupados de lo inmediato, y entonces no se sabe qué hacer con la certeza de la muerte); tres nociones, pues, que en mi siguiente colaboración desarrollaré, ya que aquí se nos agotó el espacio.


lunes, 3 de agosto de 2009

Reforma educativa, el docente y el alumno


Publicado en Diario El Mexicano, LUNES 3 DE AGOSTO DE 2009, TIJUANA, B.C., p. 24A

Por Jesús M. Herrera A.


Decía en mi colaboración pasada que no deja de ser positivista la reforma educativa, incluso se habla explícitamente del fundamento constructivista que tiene esta reforma, cuando el constructivismo por sus aspectos fundamentalmente positivistas no alcanzan a promocionar ni la dignidad y ni la libertad humana, que me parecen algo que ha de estar al fondo del significado de educar: y en esto el término competencias no termino por ver que le dé un lugar más justo (más fundamental) a la formación humanística, que la toque "transversalmente", sigo estando de acuerdo con otros en que no alcanza a dejarla en el lugar más conveniente.

También hablaba de que en la reforma educativa, por el carácter positivista que la cobija, llega a ser muy verificacionista. Permítanme explicar esto aunque sea brevemente. El positivismo que se inició con Comte, como es común leer en las enciclopedias, termina en lo que en filosofía llamamos positivismo lógico o empirismo lógico (presente en el siglo XX), el cual tiene como uno de sus postulados que una proposición será válida, si, y sólo si, ésta se verifica empíricamente en la realidad, fuera, entonces, de lo que no se verifique en la realidad es algo así como una corazonada.

Indudablemente que esta forma de pensar tiene sus alcances, pero no es una metodología que ayude convenientemente en el tema de la libertad y el ser persona, y el problema es que esta formalidad (o verificacionismo) ha impregnado muchos aspectos de la vida; en el ámbito docente también se tiende a medir excesivamente todo, por ejemplo las evaluaciones muchas veces pecan de ese verificacionismo; este verificacionismo es un exceso, y en esta revuelta en torno a la reforma educativa, Rodrigo Vera, en su artículo “La educación pública: de Vasconcelos a Gordillo”, citando a Alberto Arnaut (COLMEX), nos deja ver del exceso de este verificacionismo, con las siguientes palabras: “Actualmente, las evaluaciones se han convertido en el parámetro principal para medir la calidad y los resultados educativos. ¡Hay mil maneras de evaluar! Y estas evaluaciones privilegian los aspectos cognitivos, como el cálculo y la lectoescritura. Son metas cuantitativas para ganar puntajes. Tan mala es la falta de evaluación como la aberrante hiperevaluación que hoy estamos padeciendo”. Y continúa diciendo: “Ésta puede producir el efecto perverso de que se abandonen los contenidos humanísticos y los valores esenciales de la educación relacionados con la convivencia social y con aspectos morales en aras de obtener una buena calificación en las evaluaciones nacionales e internacionales a que está sujeto nuestro sistema educativo. ¡Es algo escandaloso y alarmante! La evaluación debe ser un instrumento, no un fin para mejorar la educación”.

Insisto en que lo humanístico viene a ser el motor de la buena intención de educarse en competencias; esto se ve cuando el docente de las materias más abstractas requiere de una disponibilidad especialísima por parte del alumno para que haga suya la materia. Se trata de una disponibilidad que no llega de forma mecánica, de una vez y ya, no, más bien es algo que esperamos que se traiga a partir de la disciplina que se consigue en el hogar, y que, viéndose desde otro ángulo, lo humanístico, y de manera particular la filosofía, es la que prepara el terreno del saber ser, y del saber hacer, dos cosas que quiere sintetizar la noción de competencias.

Y definitivamente que no ha de ser fácil el pensar en una reforma educativa que vea con más sentido existencial o humano el quehacer educativo, pues la educación humana, lo atestigua la crisis social en que vivimos, ha estado a punto de desaparecer (tal vez mal, tal vez bien, pero medio la ha conservado la religión), sobre todo en México, es algo que se ve de diversas maneras: con los secuestros y levantones, con que la gran mayoría se muere de hambre si se dedica a las humanidades; así, esperamos que esta reforma comience a gestar un proceso de humanización de la educación académica, para que ésta no se quede siendo, si bien nos va, capacitación.

Uno de los aspectos que también me llaman la atención en la reforma, y que sí es un tema que está tratándose fuera de la reforma, es el que se refiere a la interculturalidad, en donde la gran mayoría de docentes ya sabrán, gracias a los diplomados en competencias, por dónde entrarle a este asunto, que tiene como base, precisamente, una profunda comprensión de la libertad y la dignidad humana, y que es urgente el tema de la interculturalidad no sólo por lo actual en el sentido de ser el tema más caro de la filosofía de la cultura, sino que el estar en un mundo globalizado te impone inmediatamente de frente a los retos de la interculturalidad.

Me da gusto que la reforma educativa mencione el asunto de la interculturalidad; entonces los docentes irán más allá de cumplir con el requisito para tener la certificación que tienen que obtener para poder dar clases, pues entrar al asunto de la interculturalidad significa analogar el contexto en el que vivimos con otros mundos o culturas, y si se analoga es para encontrar las diferencias que nos permitan valorar más nuestra esencia mexicana y darle respuestas teóricas y prácticas a los problemas por resolver.

La clase magisterial del sistema educativo sigue con sus cosas, con sus desmanes, y seguirán así mientras nos rija la misma clase política en donde se incursiona por nepotismo o amiguerismo, hay a quienes les dan una muy buena carrera de vida como docentes en el sistema educativo, pero no aprovechan esta oportunidad que se les da, porque, aunque los docentes tengan todos los recursos materiales y toda la convicción para ejercer su vocación, en las escuelas públicas los grupos no bajan de sesenta alumnos; ya se sabe que no es que no haya inversión, sino que como siempre en la clase política, está mal administrada la inversión.

Considero que hay que pensar de verdad en los alumnos, en que se pueda hacer una educación personalista y personalizada, y de verdad se dé la oportunidad de un seguimiento que no se ha dado, de manera que no todo mundo tenga que ser profesionista y que la educación técnica pueda tener sentido. Hace falta que se invierta en aquellos orientadores que se dediquen de tiempo completo a esta tarea, cosa que no se hace y aún no veo que lo contemple la reforma educativa.

En las instituciones privadas también se tiene el problema de grupos numerosos, ¿qué hará la reforma educativa para ayudar a las instituciones privadas para que no se vean obligadas a tener grupos numerosos?, no como en las públicas, pero no dejan de ser numerosos los grupos en las escuelas.

El ser docente no es materialmente envidiable en México, al docente lo llegan a ver como una especie de masoquista, porque el docente en su generalidad no pertenece a la clase media alta, y subirlo de nivel social es urgente, es como el policía en México o el agente de seguridad, cómo tenerles respeto y confianza si no tiene estatus social para que no lo sobornen; el docente además debe ser capaz de invertir por su nivel cultural: en libros y en viajar mucho. Yo no veo que en la Reforma educativa se esté planeando la modificación del estatus sociocultural del docente, y me parece que consciente o inconscientemente esta preocupación por el docente se evade por pensar en la educación centrada en el que aprende, con la consigna de que el docente es un facilitador.

Es que en una cultura de lo light y del menor esfuerzo como en la que vivimos, el docente hoy tiene un papel de líder en la sociedad, de persona pensante y con capacidad contemplativa, que se le vea menos invadido por ese mal que se llama activismo, el cual en el ámbito docente se muestra en tener que aceptar o buscar más de quince o veinte horas clase a la semana, o en acabársele el tiempo en cosas administrativas cuando son docentes de tiempo completo.

Me cuesta creer, pues, en una reforma que no está pensando en hacer del docente una persona que pueda vivir bien, no es suficiente con vivir, hay que vivir bien. La reforma educativa hace referencias a Europa, a países desarrollados: ¿cuál es el estatus social y cultural del docente en el primer mundo?, no creo que sea como el estatus generalizado en el que se encuentra el profesorado de México.