lunes, 17 de agosto de 2009

Educar para ser críticos, ¿será una tarea fácil?


Por Jesús M. Herrera A.

Publicado en diario El Mexicano: TIJUANA, B.C. / LUNES 17 DE AGOSTO DE 2009 / p. 25A

Hablaba de la importancia de la reflexión en mi colaboración pasada, comentando la idea de Dussel, de que una tarea de la labor filosófica es el repensar; entonces, tener la virtud de reflexión es algo que se consigue por la educación en la contemplación, se trata de una mística que le deja a uno el gusto por el silencio, aunque sea mínimo; tal vez a unos se les facilite más que a otros, pero en un mínimo esto es necesario para interiorizar y saber qué hacer ante lo cambiante, de manera que no se pierda de vista lo más importante ante las situaciones más difíciles.

Para esta mística es importante que se pudieran abrir espacios en los ámbitos educativos académicos; tal vez los ecologismos que están tan de moda (por ejemplo en las materias de Ecología o El ser humano y la naturaleza, etc.) pudieran servir de pretexto para que aprendamos a contemplar la naturaleza, pero no quedarnos en la pura creación, hay que ir más allá, tratar de ir desde la creación al Creador, para ver, como se titula el texto de Max Scheler, cuál es “El puesto del hombre en el cosmos”, siguiendo con la tradición democriteana de que el hombre es un microcosmos, y que como personas tenemos un lugar privilegiado en el universo. De aquí la importancia de tener la virtud de la reflexión.

Otro de los elementos pendientes de reflexionar, comentando lo más sencillamente posible las palabras de Dussel, es que la filosofía es una ciencia de la crítica, y como hacer crítica no es una labor exclusiva del profesional de la filosofía, lo que sí podemos asegurar es que se toma una actitud filosófica cuando se demanda de nosotros nuestra presencia crítica ante las diversas situaciones y, sobre todo, posiciones diversas o plurales, en torno a los diversos ámbitos en donde se desarrolla la vida.

Ser crítico no es cosa fácil, el desconocimiento de la dificultad para criticar hace que se confunda la crítica con la opinión infundada, que muchas veces es una pura corazonada, y hasta un capricho. Para poder ser críticos es importante partir de una toma de posición; también hay que evitar ese sofisma que se llama, en los manuales de lógica, sofisma de ignorancia del asunto, y es que ya es un vicio hablar de lo que se ignora.

Se escucha decir que de política, religión y deportes nadie se pone de acuerdo, y esto es cierto precisamente cuando hablamos infundadamente de los temas enunciados, tal vez al ser humano le cuesta mucho decir un “no sé”, y hay que tener la virtud de reconocernos ignorantes cuando efectivamente lo somos ante algún tópico; pero más importante es que se aprecia, se reconoce y hasta se acepta la crítica y la posición del que sabe, incluso si uno no está de acuerdo, aunque sea por intuición, con la posición del otro, ya por el hecho de que el que habla conoce el objeto de lo que discurre, uno sabe ver hasta dónde se ha aprendido del buen crítico que interpela.

Y de lo que se suele ser muy celoso es de los temas existenciales: todos aquellos que tienen que ver con la amistad, el amor, la felicidad, la vida, la muerte, etc., los cuales están vacíos en una cultura hastiada por los conceptos y las definiciones.

Hay que poner por ejemplo el tema más difícil del universo existencial, que es el problema del amor (término que intencionalmente resultará repetitivo), y es que se suele decir que definir es delimitar, etimológicamente sí lo es, y de hecho sí delimitamos cuando definimos, entonces ante el amor se suele decir que no se puede definir para no limitar, sobre todo, sus alcances, los alcances del amor.

El ejemplo del amor es muy ilustrativo para comprender el porqué de ser críticos y poder tomar una posición ante lo que hay que hacerle crítica, la cual viene primero gracias a una reflexión previa del objeto que queremos criticar.

Hay objetos de crítica a los cuales se tiende a definirlos unívocamente, se exige, por la naturaleza misma de estos objetos, que la definición asegure una precisión por la cual el ser humano trate a estos objetos; aquí me refiero a los objetos de estudio de las Ciencias naturales, o Ciencias exactas, que exigen rigurosamente la definición.

Esta actitud se llegó a observar ante los temas existenciales, y entonces el fin de las nociones o hasta definiciones o conceptos, no ha de ser el mismo que el de las ciencias exactas.

Y es que en las ciencias exactas una definición suele desplazar a otra, en física átomo significó (y significa etimológicamente) algo que no tiene división, mientras que el átomo, como la parte más divisible de una molécula, desde hace tiempo que sí es divisible, entonces conceptualmente todo cambió en torno a lo que para el físico es un átomo.

En las humanidades, y sobre todo en lo que ahora me refiero como temas existenciales (como el amor), una noción, definición o concepto pretendidamente nuevo, el bueno humanista no lo usa para desplazar, o por lo menos esta actitud es cada vez menos vista dado que la filosofía en particular y las humanidades en general tienen como su método la hermenéutica: que es la ciencia y arte de interpretar, lo cual implica reflexionar para hacer algo nuevo de lo mismo, actualizar, sobre todo, los objetos que giran en torno a nuestra existencia, como el amor.

Renunciar a los conceptos, descripciones o nociones en lo humanístico y para lo existencial es irnos al otro extremo; ya decíamos que un extremo es hacer de lo existencial una explicación matemática, y el otro es dejar en el aforismo o la metáfora, o el puro sentimentalismo, el tratamiento de las realidades existenciales que son las que plenifican la vida, las que conducen a la felicidad, como el amor.

Así, la hermenéutica nos ayuda a profundizar en la tradición que cobija, por ejemplo el amor, que hemos puesto como uno de los temas existenciales más difíciles de tratar; entonces es necesario el cultivo en el tema del amor; está por ejemplo una distinción conceptual entre eros, caritas y ágape (y conste que se pueden citar más ejemplos), lo cual nos ayuda a distinguir, profundizar y, entonces, sólo entonces, hacer una crítica, desde la interpretación en torno al amor, a lo que ranciamente nos quieren imponer como amor en los medios masivos de comunicación, sobre todo los más comerciales.

Casi siempre rehúyo a lo políticamente correcto, como aquí, al insistir en que ser críticos es difícil, sobre todo cuando se trata de hacer crítica en torno a los asuntos que tienen que ver con el bienestar existencial, con las decisiones más importantes de la vida; insisto en la dificultad porque el ser críticos no se consigue conductualmente, esto no es algo mecánico, primero se requiere el cultivo, el estudio arduo, ir más allá del mínimo para acreditar una materia (y si es que es un mínimo que muestre algo de aprovechamiento).

Es como cuando uno busca trabajo, que lo que vale es la experiencia para darle una u otra posición en la empresa, e independientemente de las exageraciones que estoy pueda conllevar, lo que sí es cierto, es que la experiencia es lo que garantiza la resolución de problemas, la experiencia vista así, está por sobre la agilidad mental, aunque se hayan obtenido dieces en el transcurso de una educación basada, como dicen hoy, en competencias. Entonces el ser crítico es algo que se da a posteriori, el ser crítico no es algo independiente de la experiencia, al contrario, exige de una experiencia de vida orientada por la adquisición de una vida culta en torno a los temas existenciales del ser persona, precisamente, como el tema del amor.

6 comentarios:

Christian García dijo...

Cientamente es muy difícil cultivar el espíritu crítico en los alumnos. Se tienen que luchar con muchos obstáculos y vicios que están arraigados no solamente en los individuos sino en las mismas instituciones educativas que tienden a identificar la crítica con algo perjudicial y dañino, siendo que ésta debería identificarse exactamente con lo contrario.

Un saludo y en horabuena su reflexión.

Jesús dijo...

Gracias Christian, en mi siguiente colaboración ahondo más en torno a lo que significa ser crítico, desde la idea de que la crítica tiene su culmen en la capacidad (filosófica) de darle contenido a algo hasta alcanzar a inventar algo nuevo, y no sólo de de-construir pasivamente, más bien hay que hacerlo activamente.

Christian García dijo...

Ándele.
Hoy estamos leyendo un librito de Vigotsky titulado “La imaginación y el arte en la infancia” y él, desde el primer capitulo, insiste en eso que usted comenta. Esa capacidad de construir y crear propia del hombre debería ser uno de los pilares de la educación. Y la crítica debería acompañarse de creatividad. Una creatividad que, si bien sienta sus bases en la experiencia pasada, está proyectada hacia el futuro.
Creo que a eso puede referirse usted cuando habla de construir activamente.

Jesús dijo...

Sí Christian, ya verás cómo habrá coincidencias con lo que comentas, en la siguiente publicación; se va a poner bueno.

Diana dijo...

Criticar un sistema siempre debería significar superarlo.Desafortunadamente la mayoría de la gente no construye, o, peor aún, no crítica. Por ello es importante sentar las bases del diálogo y la reflexión en los jovenes y la sociedad en general.

(Es mi primera visita al blog y me siento gratamente atraída por el tema).

Gracias por la invitación.
Estamos en contacto...

Jesús dijo...

Qué tal Diana, gracias por el comentario y tu lectura, desarrollo más en torno a lo que mencionas, va en la misma línea. Ya la semana entrante saldrá mi artículo donde ahondo más a este respecto de ser críticos y no quedarnos en la crítica por la crítica, sino es superar, como bien dices, incluso, un sistema.