lunes, 11 de enero de 2010

Principios y normas para una Ética profesional


Por Jesús M. Herrera A.
Publicado en: Diario el Mexicano: LUNES 11 DE ENERO DE 2010/ TIJUANA, B.C., p. 24A.
Como una continuación de la columna anterior, en la que intento hacer ver el trabajo como ese medio por el cual crecemos como personas, ahora quisiera hablar de lo que es una ética profesional, pues que sin una ética no hay crecimiento humano, y aquí suponemos que es la ética profesional la que nos permite crecer profesionalmente.
Tal vez sea difícil ser honesto, por donde se le quiera ver no es fácil encarnar valores, pues esto exige de forjarse un carácter virtuoso, y la virtud es algo que se consigue con trabajo y disciplina.  Sólo que muchos educadores se obsesionan (sobre todo aquellos que son muy psicologistas), en pretender el alcance de las virtudes y los valores como algo fácil, obsesionados con el uso del lenguaje políticamente correcto.
Un ex alumno de primero de bachillerato, a sus quince o dieciséis años, está ya convencido de que “el que no tranza no avanza”, pues ese fue su argumento cuando intentó sobornarme toda vez que estaba reprobando mi materia.
La ética profesional es una asignatura especial, pues se trata de aplicar la ética a la cotidianidad del ejercicio de una profesión, así que es importante que sobre todo en las universidades se le dé la seriedad debida a esta materia.  Desgraciadamente si a las materias humanísticas en general y sobre todo a la Ética o Filosofía, se les ve como de relleno, le va aún peor a la asignatura de Ética profesional.
Más, también hay que denunciar el hecho de que hacen falta profesionales de la Ética en general y de la Ética profesional en particular; a lo más que llegamos es a docentes que exponen materias, y de tanto que lo hacen, se mecaniza la enseñanza de la Ética y de la Ética profesional, pero hace falta que haya profesionales en el sentido intelectual: que tengan un mínimo de trabajo de investigación y publicación en materia de Ética y Ética profesional.
Y es que sobre todo para la Ética profesional, es urgente que haya manuales locales, que sinteticen los problemas reales y cotidianos que se van observando en el ejercicio de las varias profesiones que se ejercen, con la correspondiente tradición ética que encontramos en los libros.  Pero siempre el problema (¿o pretexto?, ahora que con Internet podemos ahorrar mucho) de la carencia de investigación e investigadores en materia humanística, en las universidades, es el dinero.
Estas líneas introductorias van con la idea de presentar algo del contexto en el que urge dedicarnos al trabajo de descubrir y construir una ética profesional; y quiero aprovechar un texto de Javier Prado Galán, que se titula “Ética, profesión y medios. La apuesta por la libertad en el éxtasis de la comunicación” (México, Universidad Iberoamericana: 1999), pues se nos ofrece, en el segundo capítulo de la obra, una sinopsis de los valores y normas que constituyen una ética profesional.
Prado Galán dice que la profesión tiene un ethos, es decir, una ética, ya que hay un “conjunto de principios, actitudes, virtudes y normas éticas específicas y maneras de juzgar las conductas éticas que caracterizan a un determinado grupo de profesionales”.  Así que el ejercicio profesional es de una persona libre, y recordemos que todo acto libre está sujeto a juicio moral.
En la segunda parte del capítulo, el autor nos dice que hay tres principios éticos básicos en la ética profesional, a saber: el principio de beneficencia, el de autonomía y el de justicia.  Vayamos a comentarlos, y a transcribir algunas ideas del texto que considero importante compartir aquí.
El principio de beneficencia es el que nos compromete a que, por medio de la profesión, tengamos ante todo la conciencia de que nuestra condición (de profesionista), es para ayudar, para estar siempre atentos a ser solidarios, y ya en términos del autor del texto que aquí se comenta, tenemos que: “El profesional sea de la especie que fuere está obligado a buscar el bien del cliente”.
El segundo principio que es el de autonomía, es el que nos recuerda que aquél a quien le ofrecemos nuestro producto y/o servicio es libre, y que la libertad del otro es algo sagrada, dice el texto: “El cliente no es meramente objeto o destinatario de los servicios profesionales. Es sujeto de derecho a ser respetado en las decisiones que tome, siempre y cuando estas decisiones no sean perjudiciales para otros”.
El tercer principio es el de justicia; no podía ser otro; ya desde Platón la justicia es la virtud más difícil por ser la más perfecta, y así es que la filosofía clásica ha visto que a esta virtud se orientan todas las otras tres virtudes cardinales (prudencia, fortaleza y templanza).
Hablar de justicia es hablar de un orden jerárquico, porque ser justos es dar a cada quien lo que le corresponde o lo que merece; ser justos es diferenciar; ser justos, pues, es tener una actitud personalista con el otro; personalizar nuestro trabajo porque el otro siempre es diferente.  De manera que esto aplicado a la ética profesional, según Prado Galán, significa que: “El profesional atentaría contra la justicia si privilegia sin justa razón a unos sobre otros”.
En una tercera parte del capítulo que presentamos, el autor nos habla de tres normas morales fundamentales de la ética profesional: la de confidencialidad, la de veracidad y la de fidelidad a las promesas hechas.
En cuanto a la confidencialidad: Toda profesión, e incluso oficio, y mejor es decir, que cualquier trabajo implica el que quien lo desempeña está inmerso en un mar de información que tiene que ver (o incluso que no tiene que ver) con la naturaleza del trabajo que se realiza, pues bien, esa información hay que tenerla en secreto, y en esto consiste la confidencialidad, sin esta norma no es posible que haya confianza en la relación profesional y/o de trabajo.
De la veracidad: En el juego de las ventas se supone que hay que decir la verdad de lo que es el producto y/o servicio que se ofrece, no decir ni más, pero tampoco ni menos, esto es necesario precisamente en honor a la verdad: respetar esta prudencia de no decir de más o de menos es respetar la norma de veracidad.
Y es común ver que se exagere, sobre todo por medios subliminales, lo que se ofrece, con lo cual se engaña, y por consecuencia no se está respetando la libertad del otro.  Así que de la verdad lo que se sigue es el respeto por el otro a través de su libertad o autonomía, mientras que del engaño lo que se sigue es la burla del otro, a través de lo más propio de su persona, que es la libertad (impidiendo que el otro tome libremente sus decisiones).
Una tercera norma es la de fidelidad a las promesas hechas: Esta norma se cumple cuando se es responsable y atento para cumplir lo que en un contrato se ha prometido, se trata de ser responsable con los compromisos adquiridos, y en esto radica la fidelidad.
Podemos decir que la fidelidad es como una garantía que emerge de nuestra eticidad, por la cual somos responsables, más allá de lo legal, por lo que ofrecemos a través de nuestro oficio o profesión.