lunes, 6 de julio de 2009

Educación en el hogar y Educación académica: Mi idea de las escuelas para padres


Publicada en Diario El Mexicano: LUNES 6 DE JULIO DE 2009 / TIJUANA, B.C., p. 30A

La educación desde el hogar y su posible vinculación con las instituciones académicas es el tema de las siguientes líneas. En lo personal me parece que se debe hacer desde una valoración en torno a la familia, institución que, como todo lo institucional, en estos tiempos pasa por una seria crisis de identidad, mis observaciones las delimito al ámbito de la sociedad y familia mexicana.

La familia suele ser vista como el núcleo de la sociedad, y mientras se observa en crisis esta institución, el término “núcleo de la sociedad”, queda entrecomillado, es decir, vacío, tal vez desgastado. Intentaré darle algo de contenido suponiendo que la familia, más bien, es el icono de la sociedad.

Lo que esperamos de la familia como núcleo de la sociedad es que el hogar sea un icono de la sociedad, i. e., que desde la sociedad se aprenda a ser persona tanto en lo individual como en lo social.

Según Mauricio Beuchot (en varias de sus muchas obras), filósofo de la UNAM, el icono es aquello que nos hace pasar de la parte o el fragmento al todo, luego también llega a decir que con el icono clonamos la realidad, puesto que desde una muestra se puede obtener un todo completo, o por lo menos, agrego yo, se puede hacer bien un diagnóstico.

Entonces de alguna manera en el hogar se puede confeccionar un ambiente capaz de generar diálogo, tolerancia y, por sobre todo, sensibilidad por el bien común: que son los motores fundamentales del hecho de socializar y ser solidarios. De aquí la importancia de la valoración ontológica y moral de la familia. De aquí que se pueda decir que la familia es el núcleo de la sociedad. De aquí también emana el que defendamos la institución de la familia.

La educación se cristaliza en la virtud, la virtud es vista como un hábito que le facilita a la persona hacer el bien de la mejor manera. Y se trata del bien moral que es el más difícil, pero el más plenificante, es decir, los bienes morales son los que consiguen la felicidad personal y social.

Las virtudes comienzan siendo hábitos, los hábitos llegan a ser virtud cuando logran superar lo conductual y la dificultad por pensar y actuar el bien; el virtuoso tanto lo supera como que logra imbricar el pensar y el actuar el bien, no confunde el actuar con el pensar, los imbrica hasta hacerlos un acto efectivo.

Y el terreno más fértil para los hábitos que lleguen a ser virtudes es el hogar. El virtuoso desde el hogar es ya una persona educada, independientemente de que sea escolarizada. Incluso se ve que la educación académica no es causa de educación. Debo de decir que sí se requiere de algún medio que advierta de la virtud, y por esto es que valoramos a la escuela (pública o privada) y a la religión, por eso a las dos hay que ayudarlas para que conserven su autenticidad.

Ante este fenómeno de confundir la educación con el estar escolarizado, resulta la educación del hogar la alternativa, casi que es el sello de la educación académica, o mejor es decir que la educación del hogar es lo que sintetiza lo poco o mucho que se obtiene en los años escolares. Es un hecho que los estudiantes con problemas no sólo académicos, sino, sobre todo de disciplina en las instituciones educativas, resultan, salvo raras excepciones, que vienen de hogares, llamados hoy, disfuncionales, es decir, fragmentados, en donde los padres de familia no están atentos a sus hijos en el acompañamiento que les deben.

Entonces lo que salvaguarda de los excesos de nuestra cultura, y en particular de los vicios de la educación académica que nos asiste es el hogar. Sin el hogar, como decía, no se sintetiza lo poco o mucho que ofrezca la educación pública o privada. Por esto insistimos en que el hogar es fundamental para el crecimiento de la persona.

Otro fenómeno que se observa es el hecho de que los padres de familia le entregan los hijos a las instituciones académicas, y esperan que al cabo de unos quince o dieciocho años sus hijos estén terminaditos, acabados, no saben bien a bien (los padres de familia) en qué sentido terminados o acabaditos, pero estos padres de familia toman a las instituciones académicas como si fueran una fábrica que vende, y a quien le compran, productos terminados. Es fácil el ver desde esa perspectiva a las instituciones académicas, sobre todo a las que hay que pagarles por obtener servicios “educativos”, porque es un secreto a voces el “paga y pasas”, que definitivamente es una actitud que se ve más en hijos de hogares fragmentados: los ya conocidos como juniors que son los que padecen esa enfermedad, según Freud, llamada narcisismo.

Actualmente hay un agente muy importante de vinculación entre la educación académica y la educación del hogar, o sea, entre el hogar y la escuela. Pienso en la idea de Escuela para Padres, que tanto el estado como la religión promueven. Me parece que hay que darles más contenido a tales esfuerzos, cuidar más a quienes las atienden, porque se han visto algunos jóvenes que ofrecen sus servicios en estos ámbitos de escuelas para padres, en los que sobre todo van a colonias populares, un tanto marginadas, a dar pláticas; estos jóvenes lo hacen por un beneficio económico mínimo, supuestamente para ayudarse en sus estudios…., para no perderme en esta descripción, lo que intento hacer ver es que estas escuelas para padres sufren de ser, como decía agentes, sólo que tristemente politizados, ya que los beneficios que obtienen estos jóvenes sirven para ganarse a través de ellos un voto político ahora que estamos próximos a votar para elegir diputados; entonces, pues, estas escuelas para padres no están apoyadas en un proyecto de investigación seria, si no a largo, por lo menos a mediano plazo. Se hace, entonces, de este trabajo de escuela para padres, una práctica populista.

Y las escuelas para padres que ofrece el ámbito religioso, católico, que es el que yo conozco, vienen de muy buena voluntad hasta donde alcanzo a ver, pero hace falta que también estén apoyadas en un proyecto no sólo pastoral en donde hay que apartarse tiempo y otros recursos para atender estos proyectos, sino más profesional, en donde los interesados en apoyar en esta empresa se puedan dar a la tarea de la investigación.

El concepto de Escuela para padres, pues, me parece muy valioso. Siempre y cuando ofrezca no sólo recetas para saber cómo actuar como padre de familia, lo cual peca de ser algo demasiado conductista, lo mejor es que alcancen a hacer pensar a la gente, que no se queden en los tan de modas cursos como de superación personal, demasiado gestálticos o emotivistas.

Es muy importante la escuela para padres porque es desde donde se podría establecer un diálogo serio y profundo entre la escuela y el hogar, de manera que sea desde ese diálogo que se pueda reconstruir un sistema educativo tan débil como el nuestro, pues éste además de intentarse con ofertas extrañas a México, siempre se le ha acusado de estar al margen de la comunidad de padres de familia.

Por lo anterior es que propongo a la escuela para padres como una institución más seria científicamente hablando, y no como un esfuerzo que, si bien nos va, es altruista, y de pronto se queda en el ámbito del hobbie o pasatiempo, si así se queda la escuela para padres, pues, no trasciende hasta que pueda ser modificadora de nuestro sistema educativo, lo cual implica un divorcio constante entre escuela y familia, y escuela y sociedad.