lunes, 14 de diciembre de 2009

Los valores y las virtudes en el hogar (segunda parte)


Por Jesús M. Herrera A.
Publicado en Diario El Mexicano: LUNES 14 DE DICIEMBRE DE 2009 / TIJUANA, B.C., p. 28A


En una perspectiva personalista es más importante la virtud que el valor, pues la virtud supone una reflexión en torno al ser humano, un posible conocimiento de lo que se es como persona; un conocimiento mínimo y suficiente como para tener criterios de valoración: vale lo que construye a la persona y es un antivalor lo que la destruye, y esto no es una receta, es una tarea difícil por la que nos empeñamos, y en la que mucho tiene que ver la capacidad de discernimiento.
Por esto es que se hace necesario el conocimiento de sí; este conocimiento lo aporta una psicología capaz de ver a la persona en lo más enigmático de ella, lo que está en sus dos dimensiones: tanto en la volitiva que es la de los sentimientos por los que uno ama, y en la intelectiva, que es la de la inteligencia, por la que uno tiene la facultad de conocer.
Toda virtud es un valor, pero no todo valor es una virtud; aquí nuestra insistencia es que el medio para conseguir los valores es la virtud, y ésta la hemos venido proponiendo en gran medida como fuerza de voluntad o carácter, aunque la primera de las virtudes es la prudencia, que es la capacidad de tomar la mejor decisión sobre todo en situaciones difíciles.
Aplicado al hogar, hemos dicho que éste es el mejor taller de virtudes, porque en el ámbito académico uno siempre tiene el tiempo en contra, así como las limitaciones que los padres de familia no tienen, mientras que desde la niñez hasta el término de la adolescencia es cuando tenemos el espacio propicio para hacer del ser humano una persona de buenos hábitos, i. e., de virtudes.
La escuela, por su parte, toma una actitud análoga a la del hogar en este trabajo de conducir favorablemente a la adquisición de virtudes. La escuela es análoga al hogar porque como bien se ha dicho, ella se convierte en un segundo hogar en esos años propios de la formación de una personalidad, ya que precisamente hasta el final de la adolescencia, o cuando se termina el grado de bachillerato es cuando se espera haberle dejado a la persona sus bases morales.
Una buena sugerencia que me llegó, y lo es precisamente para hacer más fina la analogía entre la escuela y la familia, es que se pudieran integrar a los padres de familia en las tareas que tienen que ver con la formación moral o ética que se ofrece en las instituciones académicas.  Hace falta que la familia evalúe lo que se estudia en la escuela: con el fin de retroalimentar y vincular familia y escuela, y para ello es importante la preparación de los padres de familia.
En cuanto a la formación moral, es importante saber si lo que se ofrece en las escuelas corresponde con lo que se ha venido viviendo en el hogar; no es de esperarse la correspondencia unívoca y absoluta de ello, y ante esta imposibilidad es importante que los padres de familia sean críticos y dialoguen con los hijos para ayudarles a sintetizar por lo menos esas dos perspectivas disímiles, y que a veces no se tiene la conciencia de que hasta pueden ser opuestas.
Y digo por lo menos esas dos (la de la escuela y la de la familia), porque a los hijos les llegan más paradigmas de moral, como el que emerge de los medios de comunicación, el de los amigos, etc.  Y claro que aquí suponemos que el paradigma que viene de la familia es el mejor referente.
La virtud es arte; es teórica y práctica: porque algo se puede decir de ella para que no a todo se le quiera llamar unívocamente virtud y, además, para tener ideas claras que nos conduzcan al cómo de su consecución.
Habíamos dicho que la virtud propiamente es la que tiene que ver con el quehacer moral; parte de la virtud es hacer algo bien materialmente: bailar bien, cantar bien, jugar bien un deporte, ser buen artesano, ser exitoso en las ventas, ser técnicamente buen cirujano.
Más, lo que hace que luzca lo bien que hacemos lo da nuestra apertura al otro, cuando ponemos nuestros talentos y lo que somos en beneficio del más necesitado, dando de nosotros y no de lo que nos sobra.  De aquí que lo más propio de la virtud sea el hacer el bien moral.
Incluso es importante pensar qué hago por el que está a mi lado: empezando por el de la familia que a veces es el más olvidado, y disponernos a hacer algo en su ayuda, esto es un buen antídoto para hacerle frente a la baja autoestima y la depre, tan de moda hoy día.
La modernidad en su afán de exactitud olvidó la virtud, la educación moral centrada en la virtud; y, a causa de ese olvido, la moral se quedó en un puro legalismo, cumplir normas convencionalmente aceptadas había sido como la meta de una buena vida moral, tal vez lo más sano fue parte de, -y no toda- una urbanidad que ahora se ha perdido; de aquí derivaba, v. gr., el que si una mujer se embarazaba fuera del matrimonio, entonces ya deshonró a la familia y hay que cachetearla e incluso correrla de la casa.
Lo más lamentable de ese legalismo es hacer de la vida moral pura mojigatería y puritanismo, sobre todo cuando este legalismo se fusiona con la moral religiosa.  Sin la virtud como consistencia de la moral propia de una religión (por lo menos la cristiana que es la que conozco), entonces se llega a sacar a la religión de su sentido humano, y luego ésta termina en fundamentalismos y fanatismos.  Entonces el religioso lo único que sabe es condenar y ver todo como pecado, pensando que el mundo es malo, casi que se quisiera más bien ir a vivir a la luna o a otro planeta.
Luego de ese legalismo, Max Scheler (Filósofo alemán) trae al mundo del siglo XX una axiología, i. e., toda una enseñanza en torno a los valores; es una enseñanza crítica precisamente del legalismo que deriva en gran medida de la enseñanza moral de Kant, me parece tan fuerte la presencia de Scheler (y otros, claro) que por ello es que vivimos en una cultura que más bien busca en la formación moral la formación de valores, pero esto que se hace actualmente es un intento de moralizar al margen de la virtud.
Sin la virtud corremos el riesgo de hacer de los valores puras metas inalcanzables o puros bonitos sentimientos.  Esto segundo es muy sugestivo hoy día, ya que se vicia la pregunta “¿qué sientes?”, o igual se pervierte la expresión “si te sientes bien, entonces está bien”…, en fin, que las cosas no pueden ser tan sencillas para conducirse moralmente, sin detrimento de la dignidad del otro, y más aún, cuidando del otro que, como dice Levinas (filósofo lituano), se me revela como misterio.
Una persona sin virtudes no puede ser alguien que alcance valores; muchos se proponen metas en la vida, ¿por qué unos las alcanzan y otros no?, los que las alcanzan tienen la preparación y la fuerza de voluntad para lograr lo que se proponen, y esto es la virtud, preparación o conocimientos del objeto que se quiere más el correspondiente carácter que se necesita, para perseverar hasta el final.
En la familia, pues, hay que empeñarnos por hacer que este carácter se consiga, y también el conocimiento del mundo en el que se vive, por esto es importante invertir en trabajo extraacadémico y/o apoyar el extracurricular de la escuela: en el conocimiento del arte, en que en su momento haya ensayos de lo que es salir a trabar, así como invertir en el deporte, etc., más también, el salir de la comodidad del hogar para ayudar a los desfavorecidos de la sociedad.