Publicado en diario “El Mexicano”, TIJUANA, B.C., LUNES 31 DE AGOSTO DE 2009 /p. 19A
Por Jesús M. Herrera A.
Permítanme recordar las palabras de Enrique Dussel que desde dos colaboraciones anteriores a ésta vengo citando: “(…) en épocas de crisis como la que experimentamos en el presente (no sólo en los países centrales del capitalismo por el colapso del dogmatismo neoliberal y el estancamiento de la producción industrial, sino igualmente por la crisis de los partidos políticos y el sistema representativo en todo el mundo) es necesario repensar todo el andamiaje científico, tecnológico y político, lo que exige tener capacidad crítica y vislumbrar el conjunto del proceso civilizatorio para inventar nuevos supuestos y alternativas. Para ello no bastan las ciencias de mediaciones, de los instrumentos de un sistema, sino las disciplinas que permiten repensar la totalidad de los medios y los fines, de su sentido último, para descubrir las contradicciones que han llevado a la sociedad en su conjunto a callejones sin salida”. Líneas que, he venido insistiendo, justifican el porqué de la filosofía, y yo aquí lo aplico sobre todo –la filosofía– para el ámbito de la educación.
Repensar la realidad que nos circunda, lo he expuesto en términos de reflexionar: actividad vital para eso tan difícil, recordando a Sócrates, de conocerse a uno mismo, pues el autoconocimiento ha de ser anterior y fundamental para el éxito del conocimiento del cosmos.
De hacer crítica, he dicho que es una de las principales actividades de la agilidad filosófica: es lo que sin ser filósofos de profesión (de derecho) a uno lo hace ser filósofo de hecho; ser críticos exige ir más allá de una opinión subjetiva, la cual puede ser sólo una corazonada o un capricho, y peor aún es que las opiniones se den al margen del diálogo, en donde se pierde de vista la comprensión del otro, del prójimo.
El ser críticos alcanza su cumbre cuando se es capaz de darle contenido a algo, en la medida en que se hace crítica se lanzan hipótesis que luego nos conducen a ocuparnos en tratar de sostenerlas o comprobarlas. Es lo que por ejemplo hacían Platón, Aristóteles y Sócrates (son los grandes representantes de la filosofía clásica griega), ante aquellos a quienes criticaban, que eran los sofistas. El término sofista se ha traducido como sabio.
De la crítica, pues, se pasa a la capacidad de tener inventiva, de acuerdo con la cita de Dussel. Se ha advertido que la inventiva no se puede dar de la nada, cosa que muchos pretenden (no sé por qué); y aquí suponemos que la crítica, tarea exigente y difícil, es previa a la inventiva.
Para pasar de la crítica a la capacidad inventiva, ya que Enrique Dussel dice que la filosofía ayuda a “inventar nuevos supuestos”, me parece necesario hablar algo más en torno a lo que es la crítica en los filósofos clásicos griegos.
Los sofistas criticados por los filósofos que hemos mencionado eran sobre todo los más relativistas, quienes pensaban, liderados por Protágoras (sofista paradigmático), que “el hombre es la medida de todas las cosas”: se pretende que todo es relativo (lo cual se autorrefuta); los sofistas son expuestos por muchos historiadores de la filosofía, como maestros de jóvenes que aspiran a ejercer cargos políticos.
También, en atención a los sofistas, es que surge la noción de sofisma, que en los manuales de lógica se define (el sofisma) como un argumento falso con apariencia de verdad; y es que así suele presentarse a estos “sabios”, los sofistas, como muy astutos para engañar: para imponer como verdad algo que es falso.
Los sofistas en su labor también ofrecían una mística, o un ideario para conseguirles una personalidad a los pupilos. Yo hago la siguiente analogía para que tengamos una imagen de quiénes son los que en nuestro entorno equivalen a los sofistas de aquel mundo. Me parece que los sofistas actuales son, por ejemplo, muchas de las personas que les gusta promover la tan de moda autoayuda y/o superación personal.
Como los sofistas, los líderes y motivadores a la autoayuda y la superación personal, los hay, algunos, bien intencionados, no se puede negar. Lo que critico en diversos medios y en mis clases de filosofía, es que si bien nos va, estos líderes tienen una visión apenas conductista (y psicologista en general) de lo que es el ser humano, es decir que no parten de un conocimiento profundo, integral u holístico de la persona humana y del bien común.
Más, se ve que muchos de estos líderes tienden más bien a reducir al ser humano a un nudo de emociones sin sentido. Otros tienden a anclar a la persona y la comunidad en el rigorismo emotivista y voluntarista de la Programación Neurolingüística (tan de moda también, sobre todo para la motivación empresarial); también se cuentan entre estos cabecillas a chamanes que pretenden imponer el esoterismo como si éste fuera una ciencia, con el fin de “ayudar” a “crecer” al ser humano. Y convencen a muchos, precisamente, por su astucia sofística.
Tal vez el foco de atención de los sofistas actuales como de los antiguos sea el ofrecer un ideal de ser humano exitoso, en el sentido de que muchos pretenden meter a la gente en el sueño del poder por el poder, y no es que el poder sea malo en sí mismo, sino que el poder es medio, tiene un sentido de solidaridad; pero si el poder se queda siendo fin en sí mismo, entonces se pervierte y promueve un individualismo feroz.
Estoy de acuerdo con Paul Ricoeur (filósofo francés: 1913-2005), en “La ética según Aristóteles”, cuando asegura que “Platón se opuso fuertemente a la enseñanza de los sofistas, proponiendo una idea de Justicia totalmente opuesta a la habilidad y al éxito”, que tiene como una de sus concreciones el poder por el poder que hemos mencionado. Y también el filósofo francés enseña que Aristóteles ve en la virtud el medio para conseguirse una personalidad libre de excesos, con el fin de darle sentido al poder, y alcanzar un auténtico liderazgo, y es que para Aristóteles la virtud es un hábito que dispone a buscar fácilmente el bien, sin perder de vista lo mejor para la comunidad.
Como se ve, pues, aquí hay inventiva, una invención que viene como culmen de una actividad permanentemente crítica hacia los excesos de la cultura. Aquí hemos puesto por ejemplo los excesos de los distintos tipos de psicologismos en torno a la necesidad de hacer que el ser humano le dé sentido a su vida.
Y la virtud tiene, entonces, estos dos aspectos, uno que conduce a la actividad crítica, y otro por el que se hace de la persona alguien con capacidad inventiva. Ya de suyo en el ámbito de la filosofía clásica la virtud se ha relacionado con el arte, pues se le llama artista y artesano al que tiene la virtud o capacidad de hacer de manera fácil y bella algo, como el cantar o el bailar, o fabricar una artesanía, i. e., cualquier obra de arte que incita a la admiración.
Más, el virtuoso por excelencia es quien alcanza de manera pronta lo óptimo de entre lo mejor, siempre en sentido solidario, ya que la solidaridad es la virtud social más perfecta según dice el filósofo mexicano Mauricio Beuchot. Y todo esto, para insistir, pues, que sin educación en la virtud no se puede tener una capacidad inventiva auténtica.
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