Publicado en Diario El Mexicano, LUNES 3 DE AGOSTO DE 2009, TIJUANA, B.C., p. 24A
Por Jesús M. Herrera A.
Decía en mi colaboración pasada que no deja de ser positivista la reforma educativa, incluso se habla explícitamente del fundamento constructivista que tiene esta reforma, cuando el constructivismo por sus aspectos fundamentalmente positivistas no alcanzan a promocionar ni la dignidad y ni la libertad humana, que me parecen algo que ha de estar al fondo del significado de educar: y en esto el término competencias no termino por ver que le dé un lugar más justo (más fundamental) a la formación humanística, que la toque "transversalmente", sigo estando de acuerdo con otros en que no alcanza a dejarla en el lugar más conveniente.
También hablaba de que en la reforma educativa, por el carácter positivista que la cobija, llega a ser muy verificacionista. Permítanme explicar esto aunque sea brevemente. El positivismo que se inició con Comte, como es común leer en las enciclopedias, termina en lo que en filosofía llamamos positivismo lógico o empirismo lógico (presente en el siglo XX), el cual tiene como uno de sus postulados que una proposición será válida, si, y sólo si, ésta se verifica empíricamente en la realidad, fuera, entonces, de lo que no se verifique en la realidad es algo así como una corazonada.
Indudablemente que esta forma de pensar tiene sus alcances, pero no es una metodología que ayude convenientemente en el tema de la libertad y el ser persona, y el problema es que esta formalidad (o verificacionismo) ha impregnado muchos aspectos de la vida; en el ámbito docente también se tiende a medir excesivamente todo, por ejemplo las evaluaciones muchas veces pecan de ese verificacionismo; este verificacionismo es un exceso, y en esta revuelta en torno a la reforma educativa, Rodrigo Vera, en su artículo “La educación pública: de Vasconcelos a Gordillo”, citando a Alberto Arnaut (COLMEX), nos deja ver del exceso de este verificacionismo, con las siguientes palabras: “Actualmente, las evaluaciones se han convertido en el parámetro principal para medir la calidad y los resultados educativos. ¡Hay mil maneras de evaluar! Y estas evaluaciones privilegian los aspectos cognitivos, como el cálculo y la lectoescritura. Son metas cuantitativas para ganar puntajes. Tan mala es la falta de evaluación como la aberrante hiperevaluación que hoy estamos padeciendo”. Y continúa diciendo: “Ésta puede producir el efecto perverso de que se abandonen los contenidos humanísticos y los valores esenciales de la educación relacionados con la convivencia social y con aspectos morales en aras de obtener una buena calificación en las evaluaciones nacionales e internacionales a que está sujeto nuestro sistema educativo. ¡Es algo escandaloso y alarmante! La evaluación debe ser un instrumento, no un fin para mejorar la educación”.
Insisto en que lo humanístico viene a ser el motor de la buena intención de educarse en competencias; esto se ve cuando el docente de las materias más abstractas requiere de una disponibilidad especialísima por parte del alumno para que haga suya la materia. Se trata de una disponibilidad que no llega de forma mecánica, de una vez y ya, no, más bien es algo que esperamos que se traiga a partir de la disciplina que se consigue en el hogar, y que, viéndose desde otro ángulo, lo humanístico, y de manera particular la filosofía, es la que prepara el terreno del saber ser, y del saber hacer, dos cosas que quiere sintetizar la noción de competencias.
Y definitivamente que no ha de ser fácil el pensar en una reforma educativa que vea con más sentido existencial o humano el quehacer educativo, pues la educación humana, lo atestigua la crisis social en que vivimos, ha estado a punto de desaparecer (tal vez mal, tal vez bien, pero medio la ha conservado la religión), sobre todo en México, es algo que se ve de diversas maneras: con los secuestros y levantones, con que la gran mayoría se muere de hambre si se dedica a las humanidades; así, esperamos que esta reforma comience a gestar un proceso de humanización de la educación académica, para que ésta no se quede siendo, si bien nos va, capacitación.
Uno de los aspectos que también me llaman la atención en la reforma, y que sí es un tema que está tratándose fuera de la reforma, es el que se refiere a la interculturalidad, en donde la gran mayoría de docentes ya sabrán, gracias a los diplomados en competencias, por dónde entrarle a este asunto, que tiene como base, precisamente, una profunda comprensión de la libertad y la dignidad humana, y que es urgente el tema de la interculturalidad no sólo por lo actual en el sentido de ser el tema más caro de la filosofía de la cultura, sino que el estar en un mundo globalizado te impone inmediatamente de frente a los retos de la interculturalidad.
Me da gusto que la reforma educativa mencione el asunto de la interculturalidad; entonces los docentes irán más allá de cumplir con el requisito para tener la certificación que tienen que obtener para poder dar clases, pues entrar al asunto de la interculturalidad significa analogar el contexto en el que vivimos con otros mundos o culturas, y si se analoga es para encontrar las diferencias que nos permitan valorar más nuestra esencia mexicana y darle respuestas teóricas y prácticas a los problemas por resolver.
La clase magisterial del sistema educativo sigue con sus cosas, con sus desmanes, y seguirán así mientras nos rija la misma clase política en donde se incursiona por nepotismo o amiguerismo, hay a quienes les dan una muy buena carrera de vida como docentes en el sistema educativo, pero no aprovechan esta oportunidad que se les da, porque, aunque los docentes tengan todos los recursos materiales y toda la convicción para ejercer su vocación, en las escuelas públicas los grupos no bajan de sesenta alumnos; ya se sabe que no es que no haya inversión, sino que como siempre en la clase política, está mal administrada la inversión.
Considero que hay que pensar de verdad en los alumnos, en que se pueda hacer una educación personalista y personalizada, y de verdad se dé la oportunidad de un seguimiento que no se ha dado, de manera que no todo mundo tenga que ser profesionista y que la educación técnica pueda tener sentido. Hace falta que se invierta en aquellos orientadores que se dediquen de tiempo completo a esta tarea, cosa que no se hace y aún no veo que lo contemple la reforma educativa.
En las instituciones privadas también se tiene el problema de grupos numerosos, ¿qué hará la reforma educativa para ayudar a las instituciones privadas para que no se vean obligadas a tener grupos numerosos?, no como en las públicas, pero no dejan de ser numerosos los grupos en las escuelas.
El ser docente no es materialmente envidiable en México, al docente lo llegan a ver como una especie de masoquista, porque el docente en su generalidad no pertenece a la clase media alta, y subirlo de nivel social es urgente, es como el policía en México o el agente de seguridad, cómo tenerles respeto y confianza si no tiene estatus social para que no lo sobornen; el docente además debe ser capaz de invertir por su nivel cultural: en libros y en viajar mucho. Yo no veo que en la Reforma educativa se esté planeando la modificación del estatus sociocultural del docente, y me parece que consciente o inconscientemente esta preocupación por el docente se evade por pensar en la educación centrada en el que aprende, con la consigna de que el docente es un facilitador.
Es que en una cultura de lo light y del menor esfuerzo como en la que vivimos, el docente hoy tiene un papel de líder en la sociedad, de persona pensante y con capacidad contemplativa, que se le vea menos invadido por ese mal que se llama activismo, el cual en el ámbito docente se muestra en tener que aceptar o buscar más de quince o veinte horas clase a la semana, o en acabársele el tiempo en cosas administrativas cuando son docentes de tiempo completo.
Me cuesta creer, pues, en una reforma que no está pensando en hacer del docente una persona que pueda vivir bien, no es suficiente con vivir, hay que vivir bien. La reforma educativa hace referencias a Europa, a países desarrollados: ¿cuál es el estatus social y cultural del docente en el primer mundo?, no creo que sea como el estatus generalizado en el que se encuentra el profesorado de México.
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