lunes, 9 de febrero de 2009

De la educación y los valores en sentido personalista

Publicado en diario El Mexicano, Lunes 22 de septiembre de 2008, Tijuana, p. 32A.
Por: Jesús M. Herrera A.

Los siguientes pensamientos que resultan de la experiencia de mi trabajo en el ámbito de la docencia, quisiera salvaguardarlos de una perspectiva subjetivista al intentar exponer implícitamente un ideal de educación basado en algo muy amplio, como es la filosofía personalista. Y que aunque esta filosofía ya sea todo un mundo de pensadores y matizaciones, pues que queden en concreto algunos de los axiomas que esta filosofía enseña, para comenzar está el valor absoluto de la persona humana, entendida ésta como un sujeto de talentos, de aquí que, según el personalismo: “El centro de nuestro pensamiento [el pensamiento personalista] y acción es la persona humana, fin en sí misma, pero no encerrada individualistamente, sino abierta al compromiso solidario con el otro, y ordenada a la trascendencia”.

Y es que comprometido con la enseñanza de la filosofía en el ámbito de la perspectiva cristiana, propia de una institución como es el Seminario de la Arquidiócesis de Tijuana, la filosofía personalista comparte con el ser cristiano el valor del ser humano entendido como persona, de aquí que me honre el que pueda hacer llegar criterios de valoración que resultan ser compartidos por esta casa de estudios filosóficos y teológicos, de manera que se hagan llegar a una sociedad que reclama educación y valores, ahora, en estos tiempos caracterizados por la violencia.

Antes de hablar propiamente de la educación y los valores es necesario continuar con una idea más que explicite lo que venimos diciendo de la persona, en este sentido personalista. La persona había dejado de ser fin en sí misma, cuando apareció en un mundo ególatra como un ser individualista (hablamos de la egolatría y el individualismo característicos de la modernidad), de hecho el ser humano no era visto como persona, sino como sujeto (en esa modernidad a la que aludimos), sujeto entre otras cosas por su hermetismo o incapacidad de relación, y es que la capacidad de comunicación y de relación es lo que distingue a una persona de un sujeto cualquiera; uno como ser humano se despersonaliza en la medida en que se es incapaz de relación y comunicación, recordando a Freud es una incapacidad que se llama narcisismo.

Ya ahora, en un mundo posmoderno, se es hasta indiferente de lo que sea o pueda ser el ser humano como persona, por eso es que vemos a una sociedad que no le respeta límites al otro, al prójimo, y hasta lo mata o lo secuestra haciéndolo medio para obtener algo.

Una de las grandes deficiencias, y me parece que la privación más peligrosa que tiene la educación es su ignorancia de lo que es el ser humano, pues no es sólo que se le ignore como persona, a veces se le quiere ver como un sujeto de sospecha, como un cosa incapaz de convicción. Y entonces vemos que se promueve, por ejemplo, una cultura de la legalidad que redima a la anquilosada formación cívica que en unas instituciones ha estado agonizante y en otras incluso había muerto. Al no haber, pues, cultura de la persona y de sus talentos para la comunidad, estamos construyendo sin cimientos el edificio de la educación. Algo que tristemente parece que hace muchos años se ha venido haciendo en el sistema educativo mexicano.

Y definitivamente que si la educación no es para los valores, pues ésta no tiene razón de ser. El problema es que la educación ha tendido más a ser adiestramiento que propiamente educación, y todo porque hoy día estamos tan influenciados por un mundo que evade conceptos mínimos, y entonces el educador no sabe qué significa educar, como tal vez el político no sabe qué es la política; y en el terreno de los valores sucede que todas las escuelas forman en valores aunque no se tenga una convicción profunda y siempre actualizada de lo que son los valores, de hecho se forma en valores sin saber qué es lo que estos sean.

El problema de los valores es primero un asunto de índole filosófico, y en tanto que estamos en un mundo ignorante de la Filosofía, entonces se ve que cualquiera quiere ir a abordar la enseñanza de la materia (de formación en valores) en las escuelas, y esto sucede desde el preescolar hasta en los posgrados.

Educar es educir, hacer que el otro, el prójimo como alumno actualice sus potencialidades o talentos, los cuales primero existen virtualmente en la persona humana; casi siempre el psicólogo detenta la labor educativa en el ámbito escolar y familiar, cuando ignora a la persona como sujeto de intencionalidades que ha de actualizar responsablemente, siempre sensible por el bien común. Muchas veces las determinaciones o influencias psicologistas confunden la consecución de la virtud con el conductismo o el constructivismo, o la educación centrada en el que aprende, o cualquiera de las supuestas novedades que se hacen llegar a las instituciones educativas como método del proceso enseñanza-aprendizaje.

Dice Mauricio Beuchot (UNAM) en una perspectiva personalista, que la educación no se puede comprender sin la virtud, porque el medio para conseguir valores es precisamente la virtud; y la virtud exige de la valoración del ser humano entendido como persona: pues ésta es sujeto de virtualidades, y no sólo es sujeto adiestrable, es sujeto de talentos que primero están virtualmente en la persona, y la educación hace que tales talentos se actualicen. Me parece que por esa ignorancia de la educación como formación de virtudes, es por lo que en nuestra cultura ha dejado de haber ideales que emanen de una educación personalista; y es que los valores, para que sean tales, son ante todo ideales, y nos exige el personalismo que sean también comunitarios, i. e., para la promoción y la consecución de la justicia y del bien común.

Entonces antes de hablar de valores hay que recordar a Aristóteles, como experto en el tema de las virtudes, quien nos ha hecho ver que éstas nos permiten evitar el exceso o el defecto; o sea que Aristóteles ve que quien carece de educación se convierte en animal de extremos, y los extremos se tocan, por lo que encierran al sujeto en un círculo vicioso, por eso es que el vicio es el opuesto de la virtud, la virtud construye cuando nos posibilita manejar los límites, mientras que el vicio es lo que destruye al sujeto cuando éste permanece deprimido ante la realidad de los límites, como son el mal y la muerte, que a veces, sin éxito, se quisieran olvidar.

Una perspectiva personalista ve en la educación la formación del carácter, la consecución de una persona que tiene capacidad de sentido, porque es sujeto de virtudes, y se está más allá del sujeto contemporáneo que vive en la perenne baja autoestima o depresión, en una especie de eterna adolescencia. Y es que Aristóteles proponía la virtud en una cultura de extremos: unos que hacían ética desde la prohibición y otros que querían del hedonismo una forma de vida, cosa que se ve muy presente aún hoy, que se quiere muchas veces educar en valores desde la prohibición o desde la absoluta permisividad.

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