Publicado en diario Frontera, Lunes 1 de diciembre de 2008, Tijuana, p. 17A.
Por: Jesús M. Herrera A.
Ya cuando estamos muy próximos a celebrar la navidad es Santa Claus quien se adelanta a advertirlo; creo que este personaje se le adelanta a la Iglesia a que todo mundo se prepare para la navidad, o mejor es decir que la gente se prepare para las compras de la navidad; sabemos que hay que cuidar que el empeño por las compras no perviertan, o simplemente marginen de nuestra vida de fe la del Misterio de la Encarnación de Cristo.Por: Jesús M. Herrera A.
Unos satanizan a Santa Claus (concedamos que de buena fe) porque saben que puede deformar el significado de la Navidad, en cuanto a que quita de la fiesta a los Sabios de Oriente, sabios que a la luz de la Biblia y del Magisterio, nos enseñan magníficamente la divinidad y la humanidad de Jesús; y otros ya no lo satanizan, sino que lo veneran en perspectiva secularizada (o pagana como se decía antes), lo cual actualmente implica que acrítica y hasta ingenuamente el santo del vestido rojo en el aparador realiza el milagro de hacer sentir que necesitamos algo, y lo compramos.
Entonces hay que buscar una salida intermedia, lo cual exige superar una falsa piedad de la Navidad, en donde ahora es ineludible la presencia de Santa Claus. No se mal entienda esa salida prudencial o intermedia como el no estar de alguna manera en uno de los dos lados, pues hay que saber tomar una posición.
El obispo Nicolás de Bari o Nicolás de Mira (S. IV) es quien se secularizó como el Santa Claus de los aparadores, se ha dicho que si antes se cristianizaban las fiestas paganas, hoy se paganizan las fiestas –y los personajes– cristianos, lo cual consiste en quitar lo sagrado para dejar en su lugar lo secular, por ejemplo le quitan a San Nicolás la mitra y le colocan un gorro invernal.
Y esta posición intermedia o prudencial nos la puede conseguir San Nicolás, por varias razones, como es el amor que le profesó a los niños; mas una razón que aquí quiero destacar es el hecho de que, según algunas de sus biografías, nuestro obispo también se opuso a la herejía arriana, la cual niega que Cristo sea Dios; y lo que festejamos en Navidad es el nacimiento del Niño Dios, así, en gran medida lo que implica la Natividad de Cristo es creer en Jesucristo como Dios, y este reconocimiento es siempre pertinente y oportuno, porque de ello depende la actualización de la Natividad de Jesucristo.
Ahora, frente a la ineludible presencia de Santa Claus como uno de los dioses del mundo del neoliberalismo económico, Cristo puede pasar a significar una leyenda más de tantas que tenemos en el calendario cívico, que implican asueto y fiesta en familia, es una manera de insistir, pues, en la herejía arriana, cuando Santa Claus no nos permite recordar el Nacimiento del primogénito de Dios.
Es mejor que profundicemos en el significado del Misterio de la Encarnación de Cristo mediante las virtudes de San Nicolás, pues en gran medida el conocimiento superficial y superfluo de la Natividad es lo que impide pasar de Santa Claus a Cristo, luego, entonces, Santa Claus usurpa el lugar de Jesucristo, cuando lo que sabemos de la Navidad no ha superado una perspectiva pueril y/o fantasiosa. Perdón, pero esta perspectiva pueril y/o fantasiosa de la Navidad está también en muchos que satanizan a Santa Claus.
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