lunes, 5 de abril de 2010

Labor ética e interpretativa de los medios de comunicación

Por Jesús M. Herrera A.

Publicado en El Mexicano: TIJUANA, B. C. / LUNES 5 DE ABRIL DE 2010 / p. 19A
 
Imagen obtenida de: http://www.bcub.ro/images/resurseweb/front_mass_media.jpg
Hablar del apoyo que los medios de comunicación pueden dar a los individuos y a los movimientos sociales es difícil, por el hecho de que la toma de posición ética de ellos no es nada clara: casi se puede decir que es inexistente y con ello vemos que prevalece una relación indirecta entre las intenciones de los movimientos y lo que hacen por ellos los medios de comunicación; desde este supuesto trataré de decir algo; y es que la dificultad mencionada hace escurridiza la relación práctica y teórica que pueda haber entre movimientos sociales y medios de comunicación, pero algo se puede comenzar a decir por lo menos hipotéticamente.
Los medios de comunicación actualmente deben tener claro que son medios no sólo para informar y limitarse a decir lo que acontece, sino que su tarea debiera llegar a ser cumbre y fuente de un ejercicio hermenéutico (interpretativo) del mundo, de nuestro mundo inevitablemente globalizado; y teniendo en cuenta a Marx, no basta con interpretar, hay que transformar el mundo, mejorarlo, y por eso es que de la parte interpretativa de los medios llegamos a una actividad ética de los mismos.
A este respecto dice el Dr. Luis Álvares Colín (Tecnológico de Monterrey): “(...) la hermenéutica nos permite devolverle a las ciencias de la comunicación su dimensión cultural, ya que al ocuparse esencialmente de la construcción de significados, nos ayuda enormemente a comprender cómo interpretan sus mundos los actores sociales de la comunicación y cómo interpretamos nosotros sus actos de significado, de simbolización y de interpretación”.
Si los medios de comunicación lograran ser fieles a esa vocación ético-hermenéutica, desde su dimensión cultural, no confundirían a las personas, y tendrían muy clara esa distinción que hay entre pluralismo y relativismo: el primero permite el diálogo en medio de la diversidad de cosmovisiones posibilitando la hermenéutica del mundo que logre la transformación del mismo, mientras que el segundo imposibilita el diálogo y con ello la posibilidad de interpretar para transformar la realidad en que se vive.
Obviamente los medios de comunicación no son pluralistas, privilegiando el relativismo dan cierta preferencia a la difusión de lo que entretiene y no de lo que educa y promueve a la persona y al bien común.
A la mayoría le gusta lo que entretiene, prefiere entretenerse que cultivarse, y lo que entretiene no logra ser capaz de decir algo objetivo del mundo en el que se vive (hacer hermenéutica del mundo); así los medios de comunicación alimentan o sostienen masivamente a la gente.
Bien se puede observar como un movimiento social (aunque no muevan nada) al común de la gente, que teniendo un mismo denominador: como es el de hacer del entretenimiento en la línea de la televisión (con las características que en seguida describiré) su modo de vivir, por el cual se internan en un “paraíso” que los medios de comunicación les han conseguido.
Considero que al conjunto de sujetos que han hecho con la vertiente amarillista, sensacionalista, banal y a veces hasta perversa de los medios, no se les puede llamar de otra forma que grupo social, tal vez sea grupo social anónimo, pero al fin y al cabo es un movimiento que, hasta pareciera contradictorio, se deja ver como un movimiento inerte, por su indolencia ante el mundo; susceptible y determinado al sinsentido contemporáneo a causa de las lesiones que los medios producen psicológica y hasta psiquiátricamente, y es que se llega a ellos sin ningún tipo de inoculación para poder sobrevivir inevitablemente con ellos. A estos grupos los medios les dan lo que quieren a la vez que les fabrican necesidades, así, se construye un círculo vicioso.
Hay, pues, no pocos indolentes que viven inertes; y hacen movimiento en tanto que son el alma, o quienes materializan el rating de tal o cual programa enajenante; son indolentes porque ya no tienen sensibilidad por superarse a título personal y ni por hacer algo por el bien común.
Se ha visto que al orientar, y hasta cuando se les pide a los estudiantes de ciencias de la comunicación, y ya a los comunicólogos propiamente, a que promuevan programas culturales, es común escuchar la objeción de que una programación cultural no es redituable. Tristemente es más redituable el chisme de la fauna política y de la de los espectáculos.
Ahora bien, hay grupos que por lo menos son bien intencionados –y digo bien intencionados porque algunos carecen de una formación o por lo menos un cierto nivel intelectual que los sustente–, y buscan fines que van desde el altruismo hasta la caridad, pasando por la filantropía, y los medios no les hacen mucho caso, estos si a caso se han limitado a anunciar lo que hacen, y aunque a veces están al pendiente de dar a conocer sus actividades se ve que no funcionan con la pericia, la técnica y, en definitiva, el “entusiasmo” que caracteriza al tipo de programas fútiles que mencioné antes.
Definitivamente que va a costar mucho trabajo, y tal vez para muchos sea de plano imposible el que un día haya una ética para los medios de comunicación, de manera que estos, no sólo tengan una normatividad moral suficiente, sino que se conduzcan desde la convicción de que, aplicando la enseñanza de Lévinas, los medios masivos de comunicación sean responsables del otro: el cual es individuo a la vez que sociedad.
Y no todo, afortunadamente, se queda en una percepción tan lamentable como la que se ha venido exponiendo; fragmentariamente se alcanzan a ver luces solidarias en el trabajo de los medios de comunicación: se lleva a ver algo de labor social buscando ayudar a alguna familia marginada o con una necesidad grave y urgente qué atender, lo cual conduce a la acción para atenderla.
Estas respuestas, insisto, fragmentarias, pueden tener valor simbólico y ser muy representativas, para que superando la fragmentariedad se pase al todo, comiencen a ser indicios de que los medios de comunicación pueden ser efectivos en la formación de conciencias y sensibilidades para el cuidado y la promoción del bien común. Por lo pronto, algunas respuestas solidarias, casi imperceptibles, me sirven como una muestra, como una evidencia del hecho de que los medios de comunicación pueden darnos qué pensar y qué vivir, y no sólo son objetos de distracción y extravío.
Y es que, como se advertía al inicio de esta columna, la labor ética de los medios está acompañada, paralelamente, a una labor interpretativa del mundo en que se vive; si algunos psicólogos por ignorancia detentan la formación moral de sus pacientes, lo mismo puede suceder con el comunicador y los medios de comunicación, que por ignorancia o cualquier imprudencia detentan la labor de interpretarle el mundo al ciudadano para mejorarlo.
El común de la gente no es capaz de evaluar la interpretación que los medios de comunicación hacen del mundo en que se vive, de manera que el comunicador tiene la consigna de ser prudente en los juicios que emita de tal o cual acontecimiento, en esto radica, pues, la labor ética e interpretativa de la labor de comunicar.

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