Por Jesús M. Herrera A.
Publicado en El Mexicano: LUNES 3 DE MAYO DE 2010 /TIJUANA, B.C. p. 23A
Imagen obtenida de: http://raulaguana.aprenderapensar.net/files/2009/09/etica.jpg
Lo primero que tenemos que considerar es que somos individuos, y también sujetos de sociabilidad. En un libro comercial de los que me han parecido que tienen una mínima asistencia de seriedad metodológica y documental, como el de “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”, de Covey (conste que casi no me gusta mencionarlos, así que acá ya le reconozco algún mérito a este texto que tanto se ha usado para la motivación empresarial), nos encontramos con que la madurez de la persona se da no en la dependencia ni en la independencia, sino en la interdependencia.
Es un hecho el que nacemos dependientes en todos los sentidos: para comer y asistirnos en todas las necesidades primarias requerimos absolutamente de los papás; y conforme se va creciendo uno va adquiriendo independencia, incluso hay un impulso muy natural que hemos de dirigir para que no se desvirtúe, ya que en la adolescencia se llega a intentar un independentismo absoluto.
Por obvias razones una dependencia absoluta, como la del bebé (ya otra cosa sería una dependencia por enfermedad) no indica madurez; y la independencia absoluta de tipo adolescente no puede ser, tampoco, indicio de una madurez o crecimiento personal: recordemos que adolescente indica etimológicamente el estar falto de algo, en este caso se trata de carecer de estabilidad emocional, la cual siempre implica una dificultad para hacer comunidad, para relacionarse con el otro.
La capacidad de interdependencia, término que hace suyo Covey, indica que se está dando el camino de la madurez, la madurez viene a ser una capacidad, precisamente, de interdependencia. De tener sensibilidad por el bien común; de saber dar y de saber recibir, ya que es común no tener alguna de esas dos capacidades, o tal vez sea peor, no tener ninguna de las dos.
Pues bien, a partir de una disponibilidad o actitud como es la interdependencia, es que uno quiere dedicarse a hacer algo para mejorar el mundo en el que se vive. Se trata, por lo menos como el mejor de los ideales; definitivamente que se vive en un contexto en el que cuesta mucho trabajo tener reconocimiento y dedicarse a lo que a uno le gusta para vivir decorosamente.
En nuestro contexto mexicano se ha tendido a ver el trabajo como un castigo, lo cual no ayuda a encontrarle un sentido al trabajo que se realiza cotidianamente; de aquí que elaborar y estudiar un código de ética en la empresa, ayudará a que el integrante de una organización tome conciencia y le dé sentido existencial a su actividad profesional u oficio dentro de una institución.
Hay un dicho que me parece muy sabio, y reza así: quien no nace para servir, no sirve para vivir, lo cual me parece muy válido, es algo que se deja ver aunque sea fragmentadamente en los extremos, por un lado están los que tienen una vida económicamente resuelta y se dedican a la filantropía y al altruismo para invertir su tiempo, y en el otro extremo están los más desfavorecidos que sólo solidarizándose entre ellos subsisten menos mal.
Lo ideal es que el trabajo esté motivado por el servicio. Que se trabaje actualizando un talento; que uno se sienta llamado, de lo contrario, el levantarse a trabajar se convierte en un infierno, cuando se hace sólo por el beneficio material. Es que debe haber un equilibrio entre la satisfacción material y la espiritual o personal.
Tenemos pues esta disposición humana. En donde intento hacer ver la relación entre individuo y sociedad desde el encuadre del ejercer un oficio o profesión a través de la empresa, donde la virtud del servicio le da contenido a eso que manejamos como vocación. Hay que atender a ella, a la vocación, lo cual se hace poniendo los talentos personales para el bien de la comunidad.
El hogar, en otros momentos, he dicho que vale como un taller para que la persona adquiera virtudes. No tenemos un sistema educativo que piense en virtudes, más bien estamos distraídos en la consecución de valores, pero hay que recordar que el medio para la consecución de valores es, precisamente, la virtud.
Hay quienes dicen que valor y virtud son lo mismo, lo cual es un error. La virtud es de raigambre griego y medieval y supone la comprensión de eso esencial de la persona, que es su psicología. Es que las virtudes se refieren al cultivo de la inteligencia para ser sabios y al cultivo de la voluntad para tener carácter, i. e., fuerza de voluntad para amar fielmente.
Hasta donde yo alcanzo a ver, el problema fue que las virtudes se perdieron en ese sentido clásico, luego en la modernidad más bien se llegaron a considerar como fuerza, la que luego Nietzsche llamará fuerza de poder.
Para la educación en la familia había una forma de buscar la virtud, cuando esta forma no se desvirtuaba lo lograba, era una urbanidad, que venía de un código, una serie de lineamientos o normas que ayudaban a ser generoso y pensar en el otro.
También la empresa puede ser ocasión para el cultivo de algo que esté más allá de conducirse como simples máquinas que trabajan para subsistir. Ya hace tiempo que las empresas piensan en que los empleados inviertan en información, en México tal vez son pocas las que lo hacen.
Hay empresas mexicanas que se quedan atoradas en la promoción de la Programación Neurolingüística dentro de sus organizaciones, con el único fin de tener empleados motivados, viendo a los empleados como medios, como simple “recurso humano” pues, y no los saben ver como lo primero que son, es decir, como personas, al punto de que sean fines y no medios.
Es algo vanguardista el que las empresas (claro que de una manera muy especial las instituciones académicas) se abran al lenguaje de la filosofía moral o ética en las empresas; en la medida en que estos proyectos maduren, al mediano plazo, no sólo habrá motivación empresarial, la cual, desde las expectativas de una Programación Neurolingüística al margen de la comprensión holística del ser humano, –de la condición humana– y de la ética, pues peligra (esta motivación) de ser débil porque llega mediática o inmediatistamente, y esto supone que el empleado no se vea, ante la empresa, como persona, sino como simple instrumento.
Con la obtención de un código ético, vamos adquiriendo un mapa para saber por dónde ir caminando a través de principios y normas, así como de valores y virtudes. La Programación Neurolingüística que tanto se ha hecho famosa en el mundo empresarial, podría tener un mejor sello. El ideal es que se crezca también como personas, buscando esa plenitud o integridad que termina en felicidad.
Es que en estos tiempos en que se vive una crisis humana, donde pareciera que el trabajo no deja respirar, es una muy buena iniciativa el poder hablar de eso tan desconocido como es la ética; ésta es desconocida en su teoría y lenguaje, pero es muy tan demandada en la práctica, es urgente el conocimiento de la ética, y desde la empresa mucho se puede avanzar.
Tal vez el problema no sea comenzar, sino dar continuidad; me parece que el primer objetivo sea dejar el arranque, sensibilizar de la necesidad por cultivarse en lo humano, y en lo propio de la formación humana que es el cultivo de las virtudes, primero, desde la documentación y conceptualización, ya la praxis se irá dando desde una suficiente tenacidad. Se pueden usar gacetas impresas o electrónicas para ayudar en el seguimiento después de un primer intento formal, como puede ser un diplomado.
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