Por Jesús M. Herrera A.
Publicado en El Mexicano: LUNES 15 DE MARZO DE 2010 / TIJUANA, B.C., p. 28A
El ser humano es libre, y a esta convicción se le ha opuesto el hecho de que por vivir en una sociedad, entonces tenemos que aceptar como un mal necesario el vivir dirigidos por reglas, y de aquí que se llegue a negar radicalmente que el ser humano sea libre.
También hay otros radicalismos que invitan a un anarquismo que va de lo ilógico a lo irreal, tienen como fin el hecho de oponerse a cualquier sistema jurídico, precisamente, en pos de ser libres.
Ante esto, pues nos parece oportuno el dejar un concepto de libertad que pueda responder a tales extremismos, ya que el primero es determinista y el segundo es indeterminista; el primero profesa que hay un destino y el segundo quisiera suponer que cualquier acto es arbitrariamente libre; como los extremos se tocan, entonces los dos pecan de olvidarse de que el ser humano es responsable.
Y la responsabilidad es necesaria para construir un estado de derecho y también para cuidar del bien común; derecho, justicia y bien común, requieren de la virtud de la responsabilidad. Es que el ser humano no es una máquina a la que se le programen leyes, de manera que haya un garante absoluto de que éste nunca va a errar, así, es la responsabilidad lo que ayuda a ver de una manera más realista y viable la libertad humana, y en ello va de por medio el ser justos en las relaciones interpersonales.
La libertad es algo propio de la persona, pues ésta resulta de lo que a ella lo constituye esencialmente, aquí nos referimos a esa psicología que ve a la persona como sujeto de razón o inteligencia y como sujeto de voluntad; dividimos para explicar, pero comprendemos que el ser humano es unidad, pues, de inteligencia y voluntad.
La libertad es, precisamente, en donde vemos la unidad de facultades por lo que se es humano, ya que la libertad se da cuando se ponen en ejercicio la inteligencia y la voluntad al unísono, a partir de que es la inteligencia lo que mueve a la voluntad para actuar.
Es que a un acto en el que no haya inteligencia (como puede ser el actuar por ignorancia), o en el que no haya voluntad (como puede ser cuando se actúa coaccionado por diversos medios, como puede ser el miedo), no se le puede considerar libre, no es acto humano, sino simplemente un acto del hombre, casi indistinto del animal, en el sentido de que estrictamente hablando nos estamos refiriendo a actos como el respirar o el dormir.
El acto del hombre es casi indistinto al del animal porque no fue un acto libre, y los animales no son libres, sólo un ser de inteligencia y voluntad es libre. En virtud de lo anterior es que la libertad implica humanizarse, pues es que va uno distanciándose de la animalidad: lo que intento hacer ver es que ser libre significa aprender a ser dueño de uno mismo, lo cual se hace a través de una educación en términos de virtud.
Cuando digo que la inteligencia mueve a la voluntad, se supone que tenemos conocimiento de por lo menos dos objetos que deseamos. Es que la inteligencia es la facultad por la cual conocemos algo, mientras que la voluntad es esa facultad por la cual deseamos, estimamos y amamos algo, entonces en la medida en que se conoce y se quiere algo, es que la persona hace una opción por ese objeto de su conocimiento y deseo.
Yo veo que es Xavier Zubiri quien en el S. XX nos hace comprender esta dinámica, por la que se ponen al unísono la inteligencia y la voluntad, ya que él nos ha enseñado a comprender al ser humano como “inteligencia sentiente”.
Por la libertad humana es que a veces algo queremos y no lo podemos conseguir, y algo podemos pero no lo queremos; la libertad, si se pudiera medir, valga la metáfora siguiente: pues resultaría apenas visible entre un milímetro y otro, a veces es tan así de limitada, pero al fin lo que haya, eso, es libertad. De manera que es casi imposible que al ser humano no se le premie o se le castigue por sus actos.
Ahora bien, considero que lo más elemental del derecho positivo es que funge como vigía de la buena convivencia, y en definitiva de la paz en la sociedad: por lo cual es que el derecho positivo ha de cuidar del bien común, o sea la consecución de la justicia; en este orden de ideas es que cabe hablar de un derecho que enseñe a ser libre y responsable, i. e., que ayude a ser persona, por esto, también, es que se insiste en que la ética oriente al derecho.
La convicción de que el ser humano es libre, implica el hecho de que las leyes positivas sean medio y no fin en sí mismas, significa que ellas sirvan como un pedagogo o facilitador para construir la libertad. El fin es la virtud, entonces el ser humano puede estar más allá de la ley, en la medida en que crece en la virtud.
El fin es la virtud y el medio es la ley (ya de por sí para ser virtuosos se requiere primero de algunas mínimas leyes que ayuden a tener hábitos), de hecho no se puede alcanzar la virtud si no es a través de la ley o las normas. Pero ha de llegar un momento en que la normatividad desaparezca, esto sucede tanto cuanto se va alcanzando la madurez, cuando se va siendo responsable y no se requiere de la ley para ser justos.
Más, también hay que mencionar que a la gente no le gusta crecer, pareciera que no le gusta ser libre, o que le tiene miedo a la libertad como dice Erich Fromm, pues le resulta más fácil vivir siempre cumpliendo por cumplir y no por convicción; lo más nefasto de esto es que al común de la cultura mexicana le gusta más bien que le indiquen lo que hay que hacer, o mejor es decir que a la gente le gusta que le ordenen lo que NO debe hacer, con el fin de evadir el trabajo que implica el hecho de ser propositivos.
La actitud filosófica del jurista lo compromete a que éste alcance a ver que la ley es medio para la virtud, es decir, para ayudar a esa humanización a la que aludíamos, que consiste en que la persona aprenda a ser libre, que aprenda a construir su libertad; yo creo que hacia esto ha de tender una filosofía del derecho en la medida en que va integrando a la justicia, como el auténtico fin del derecho.
He manejado como síntesis de la libertad ese principio de que es la inteligencia la que mueve a la voluntad, pero el psicologismo contemporáneo asegura que más bien es la voluntad la que mueve a la inteligencia, de hecho esto es cierto en tanto que se vive en una cultura voluntarista, al punto que se acusa al sujeto contemporáneo de caprichoso.
Como se le quiera ver, el derecho siempre parte del supuesto de que el ser humano es libre; y si está ante todo el buen empeño por hacer que la ley se cumpla, cuando la intención del derecho sea en función del bien común, entonces se le reclama que es un sujeto libre al premiado o castigado por la ley, y lo que es más, la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento, de manera que estamos obligados a conocer y respetar la ley libremente, no ciegamente.
Incluso hay filósofos del derecho, en la línea del iusnaturalismo, como es el caso de Tomás de Aquino, que sugieren el que si una ley es injusta no hay que respetarla, a menos de que convenga más obedecer esa ley injusta que desobedecerla, usando el principio, pues, del mal menor.
Así que está de por medio la libertad ante el derecho; y lo deseable es que una cultura de la legalidad sea escuela de libertad ciudadana o política; tal vez el problema sea que quien promueve la cultura de la legalidad, a saber, el gobierno, es quien menos da muestras de cumplimiento de la ley.
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