miércoles, 24 de febrero de 2010

Justicia y Cultura de la legalidad


Por Jesús M. Herrera A.
Publicado en Diario El Mexicano: / LUNES 22 DE FEBRERO DE 2010 / TIJUANA, B. C., p. 30A
 Imagen obtenida de: http://derecho.laguia2000.com/wp-content/uploads/2008/05/concepto-de-derecho.jpg
Se ha escuchado hablar de que es importante una cultura de la legalidad, que comience a promoverse y enseñarse desde las instituciones académicas.  Ante esto quisiera hacer algunas acotaciones en torno al problema de la legalidad y la justicia en nuestro contexto mexicano.
Un asunto que me delimita es la cuestión de si hay algo antes del derecho positivo, o si éste es autosuficiente, es decir, si lo que importa es positivar las mejores leyes de acuerdo a unos intereses y luego a otros; o también, ¿cabe la hipótesis de algo anterior al derecho positivo, que dé cierta orientación a la positivación de las leyes?
Es que si es suficiente con positivar entonces podríamos presumir que toda ley es justa, lo cual parece que no es cierto, ya que seguido tenemos la queja de que el estado nos impone, precisamente a fuerza de ley, el pagar impuestos injustos.  O tal vez tengamos que hacer como un principio o axioma el hecho de que lo legal no tiene por qué ser justo.
Cuando lo legal no tenga por qué ser justo, entonces damos por válido lo que dijo una señora de la política, esposa de otro político al que, en televisión abierta, lo puso en evidencia un famosísimo payaso comentador y crítico de la política mexicana, con el asunto aquél de las ligas y un dinero que hasta el día de hoy no sabemos dónde quedó.  La esposa del político dijo que lo que su esposo hizo fue inmoral, pero no ilegal, no había, pues, delito qué perseguir.
Y no sé si en esa lógica, en donde se da por supuesto que no hay forma de conciliar lo legal con lo moral, haya que elegir entre el ser muy legales pero bien inmorales, o tener solvencia moral siendo críticos y transformadores de las legislaciones que nos asisten, precisamente para buscar que las leyes sean justas: opto por lo segundo.
Hay que averiguar qué pasa con lo que se legisla en México, sobre todo en torno al problema de que nos asiste un derecho positivo que, sistemáticamente, desde hace tiempo ignora la justicia en tanto que supone que, la positivación del derecho, debe estar al margen de la ética, así que nos atenemos al convencionalismo para positivar leyes.
Ante esto se confunde ese convencionalismo con democracia, y no me parece lógico que sigamos pensando en una cultura democrática, también, al margen de un ideal de justicia social, y buscando así una democracia por la pura cultura de la legalidad, que tal vez adolece de orientación ética.
Tal vez el problema es que no se ha comprendido bien qué sea la justicia, en tanto que es la virtud más difícil, por ser la más perfecta.  Espero que en la línea de la filosofía clásica, en algo se pueda ir actualizando y tomando en cuenta esta virtud, o por lo menos contextualizarla, cosa que ya de por sí urge, y ya el meterla en contexto considero que nos puede ayudar mucho.
El asunto de la justicia es, ante todo, de orden ético; es necesario que el derecho positivo se ajuste, pues, a la ética, en el sentido de que la ética oriente al derecho.  Y para esto es importante una idea de ética que rinda para dialogar con el derecho, no se trata de moralismos o mojigaterías, sino de la razón moral, de la intención por el bien, para lo cual hay que cultivarse.
La ética es la disciplina filosófica que valora como moralmente bueno o moralmente malo un acto, pero no sólo se queda en la valoración o enjuiciamiento descriptivo, sino que también normativiza, así, al normativizar, entonces la ética se hace moral, se comienza a practicar.
Es decir, la ética es teórica y la moral es práctica; un acto como tal es moral, inmoral, o amoral, y las razones que justifiquen la moralidad, inmoralidad o amoralidad son, pues, de orden ético, en este sentido la ética es filosofía o teoría de la moral.
Se estudia filosóficamente el actuar humano en tanto que es libre: los actos que no son libres son amorales; el tratamiento filosófico del actuar humano resulta del hecho de que no cualquier actuar vale lo mismo, hay actos que construyen y otros que destruyen a la persona; por construirla entiendo que la hacen feliz, porque la hacen mejor.
La filosofía aristotélica sugiere que la felicidad es un perfeccionamiento del ser humano en tanto que éste va actualizando las capacidades que tiene como persona: las de conocer y se hace sabio, y las de amar para estar siempre abierto a los demás, superando el hermetismo o egoísmo característico de una condición pueril o adolescente.
Lo que sea el bien moral se deduce desde la filosofía moral o ética, pero esto supone que hay algo antes de la ética, y en la línea clásica de la filosofía, la ética es algo que emerge de la persona, i. e., que hay una comprensión mínima o suficiente de lo que es la condición humana, me estoy refiriendo al supuesto de una antropología filosófica o filosofía del hombre; hay que partir, pues, de la persona para poder construir una ética.
Y líneas arriba, ya al aludir a la felicidad o a una potencial perfección humana, estamos partiendo de un modelo de persona, hemos comenzado a atender algo de ella.  El gran problema de la enseñanza de la ética en la mayoría de las escuelas, y sobre todo en los bachilleratos, en este orden de ideas, es que la ética se comienza a abordar al margen de una antropología filosófica.
Regresando con la justicia, tenemos que la filosofía moral o ética es quien enseña a la persona a ser justa.  Forjar moralmente a alguien es hacerlo virtuoso, primero prudente para que piense antes de actuar y que luego tome la mejor decisión; luego la templanza lo ayuda a ser moderado en la satisfacción de sus necesidades; después otra virtud es la de la fortaleza, con la cual persevera en este intento de construirse una personalidad cada vez mejor.  Hasta aquí van tres condiciones primeras.
La justicia supone, entonces, prudencia, templanza y fortaleza, por eso se dijo que se trata de la virtud más difícil, y de la más perfecta; y si las tres virtudes anteriores no tienen como a su fin la justicia, lo más seguro es que se desvanezcan, ya que perderían su razón de ser.
La justicia es una virtud, y así es que se trata de ser moderado, ya que la virtud, como he comentado en otros momentos, es un equilibrio difícil, que entra y sale por el justo medio, evitando caer en algún extremo; todo esto lo tiene la justicia en tanto que virtud, más lo que le diferencia propiamente a esta virtud es que con ella sabemos dar y recibir en proporción, lo que corresponde, siempre de manera diferenciada, por esto es que la justicia más que identidad o igualdad es equidad; recordemos que la necesidad engendra derecho, y la necesidad es diferenciada.
Agotado aquí el tiempo, nos quedamos ubicando a la justicia como materia primeramente de filosofía moral; esto nos hace suponer que sería injusta una positivación del derecho que no tenga una suficiente orientación moral, por lo cual en todos los tiempos hay quienes de una u otra forma han dicho que una ley positiva, en tanto que inmoral, no es justa.
Una ley injusta aunque en forma sea ley, no lo es en el fondo, por adolecer de lo moral y, uno es libre, en consecuencia, de no obedecer leyes injustas, y de hacer algo por evitar la injusticia legal, una auténtica educación en la virtud es, me parece, lo primero por lo que hay que comenzar, si estamos pensando en las instituciones académicas y en el hogar.

1 comentario:

Eleazar dijo...

Profe, muy bueno el articulo, le da buen seguimiento a la justicia que tanto nos hace falta como ser humano que somos, ciertamente no es facil en la practica, sin embargo, checando nuestras acciones de cada dia, se puede hacer la diferencia y posiblemente lograr un cambio en la sociedad.
Eleazar.