martes, 8 de diciembre de 2009

Los valores y las virtudes en el hogar (primera parte)


Por Jesús M. Herrera A.

Publicado en diario El Mexicano: TIJUANA, B.C. / LUNES 7 DE DICIEMBRE DE 2009 / 27A.
El hogar es la escuela más efectiva de valores y virtudes; en la educación académica lo que tenemos es una sistematización y teorización de ello, pero el espacio se puede ver agotado en la aprehensión y comprensión efectiva, vital y existencial de la virtud, pues siempre hay prisas por parte del docente que, lo más seguro, es que tenga que terminar su programa académico y el tiempo siempre se ve en su contra; y por parte del alumno también hay prisas, porque él tiene marcados los tiempos para terminar satisfactoriamente su curso.
La virtud es una idea vieja, la comienzan a tratar los filósofos griegos, siempre se la ha visto como equilibrio difícil, no es el justo medio equidistante entre dos puntos, que se encuentra de manera fácil por medio de una ecuación.  Más bien es equilibrio, y éste por definición es difícil, requiere de un mínimo de explicación, quizá un mínimo de indicación, y es mucho más la práctica lo que hace que alguien sea virtuoso.
Y es que a la virtud se le ha querido definir como un justo medio entre dos extremos, pues bien, ese justo medio hay que cuidar de no entenderlo como algo exacto, es movedizo, es dinámico, tiene todos los elementos que describen e implican o comprenden la consecución de un equilibrio, de manera tal que un buen icono de virtuoso es el equilibrista.
Lo deseable es que el ser humano nazca y se convierta en persona a través de la vida en familia, la que se cultiva en el hogar; y el hogar tiene todo para aprender a equilibrarse, es más, del equilibrio que se consiga en el hogar depende lo equilibrado que se sea fuera del mismo, para empezar en la escuela, que es la primera experiencia de vida fuera del hogar.
Cuando el ser humano nace va dejando poco a poco su dependencia, ya que comienza a gatear, viene la primera experiencia de equilibrista, es un equilibrio motriz, luego viene uno psicomotriz en el sentido más amplio, que es cuando ha de comenzar a controlar su temperamento, sus berrinches.
El hogar es el mejor lugar para aprehender la virtud, ésta tiene un mínimo de explicación, y tiene más de comprensión; es mínimamente teórica y máximamente práctica; estos mínimos de explicación o de teorización de la virtud son necesarios, porque de lo contrario a cualquier cosa se le querrá llamar virtud, habrá confusión en torno a lo que sea la virtud.
Necesitamos, pues, una suficiente revisada a la tradición que se coloca como el entorno de la virtud, para no descontextualizarla, y no tener una idea falsa de lo que ella es.  La Ética nicomaquea de Aristóteles viene a ser como el primer tratado, o una primera sistematización de la virtud.
Entonces un mínimo de teoría y un máximo de práctica es lo que de manera más efectiva se puede dar en el hogar; es el mínimo de advertencia u orientación, de ideal o el porqué de actuar o no actuar de una u otra manera; entonces, toda vez que el máximo es la práctica, esto implica que los primeros en dar muestras de virtud son los padres.
No se vale el “porque yo lo digo”, eso es un atentado a la razón y por lo tanto una falta de respeto a los hijos, yo creo que los padres nos hemos de preocupar por cultivarnos y poder dar razón de nuestras convicciones.
Y es que por un lado este mínimo requerido, racional y dialógico es esperado por los hijos en la educación, este mínimo de explicación y de diálogo es importante porque es lo que hace pensar a los hijos, y es importante que en el hogar se haga pensar a los hijos para que en su momento tengan una actitud crítica ante la vida.
Si no se saben dar las razones que sustentan nuestros valores, la labor educativa y formativa en el hogar será más difícil, o peor aún es que no se tengan valores porque no hay un mínimo de criterios en las personas de los padres (y de cualquiera que se precie de educador, e incluso de instructor o capacitador), ya que nunca leen nada o si acaso sus referencias de lectura son las revistas de la farándula y sus entretenimientos son las telenovelas.
Y por el lado práctico, pues la virtud tiende más a mostrarse que a decirse o a explicarse, como lo hemos estado insistiendo (y no hay que renunciar nunca a ese mínimo de explicación).  En este ámbito práctico estamos hablando de la coherencia de vida: el virtuoso es coherente con lo que dice (y piensa) y con lo que hace.
Y definitivamente que lo más difícil es tener una sola cara, ser personas de una sola pieza, por esto la virtud también se muestra en la dedicación al cultivo y el logro progresivo de esa personalidad con carácter: formar en la virtud es hacer personas con fuerza de voluntad; es deleznable el quedarse en el puro intento o en la buena intención, hay que lograr las cosas.
Se les forma carácter a los hijos desde el carácter formado de uno como educador de ellos, lo más lamentable hoy día es una tendencia como a vivir en una especie de eterna adolescencia (buscando el eterno enamoramiento y el eterno idilio y nunca ser capaces de amar), la cual termina haciendo que los padres no tengan autoridad moral sobre los hijos.
Recuerdo que como orientador en una escuela tuve que citar a la mamá de un alumno de bachillerato para exponerle los problemas de disciplina y de bajo rendimiento de su hijo, y mientras en la oficina estuvieron los dos conmigo tratando el asunto, resulta que el hijo sin mayor problema estaba a punto de golpear a la mamá, lo cual entre otras cosas, es evidencia de una falta de autoridad y carácter, que se gana y no tanto que se impone.
Tal vez el empeño por ganarse esa autoridad que acompaña y personaliza de una manera extraordinaria la educación de los hijos, hoy más que nunca, se vea más difícil y obstaculizada por vivir en un mundo materialmente caro y de falta de trabajo estable y bien remunerado, y con todo, no hay que perder de vista ese cuidado del tiempo que se les debe a los hijos, ya cuidar de ello es una labor altamente virtuosa.
Ser personas de virtud, pues, es tener carácter.  La virtud en la filosofía aristotélico-tomista es tenida como un hábito que le ayuda a la persona a hacer fácilmente el bien y algo bien.  Tal vez me he detenido mucho en la virtud como un hacer bien las cosas prácticas o cotidianas (algo bien) desde la consecución del carácter, eso es en parte la virtud.
Pero la virtud sobre todo es un hábito que dispone a conseguir rápidamente el bien moral (el bien por excelencia), no sólo el bien pensar y el bien actuar; es más, el bien moral implica y sella el bien pensar y el bien actuar.
El virtuoso es quien cuida de su integridad en armonía con el bien común, lleva a un equilibrio su individualidad dentro de su comunidad (cuidando, pues, su alteridad), por esto es que desde Platón la virtud más difícil por ser más perfecta de conseguir es la justicia, todas las virtudes tienden a la justicia, que es saber dar a cada quien lo que le corresponde y/o necesita.
Entonces se evita el individualismo y el comunismo; los ismos tan fatídicos.  Y me parece que el hogar es un laboratorio excelente para practicar e inventar una comunidad justa, en donde se aprenda a cultivar el bien común.
Hace falta hablar de la relación entre valor y virtud, incluso de sus encuentros y desencuentros, y cómo es que estos han afectado el hogar, incluso cuando no se tiene cuidado y se es muy legalista en la educación moral que se ofrece en el seno familiar; se agotó el espacio de esta columna, lo retomamos en la siguiente columna.

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