miércoles, 3 de marzo de 2010

Cultura de la legalidad: la persona ante el derecho


Imagen obtenida de: http://www.amnistiacatalunya.org/edu//humor/dudh/11-perich.GIF
Por Jesús M. Herrera A.
Publicado en Diario El Mexicano: TIJUANA, B.C. / LUNES 1 DE MARZO DE 2010 / p. 25A  
Una nota que dejó la maestra Ana Cristina Borquez en mi columna pasada, dice que “la verdadera formación moral (no instrucción en el conocimiento de los valores, que es lo que se hace en las escuelas) podría augurarnos un futuro de leyes morales y por lo tanto, justas, que no se nos hiciera tan fácil dejar de cumplir o corromperlas, como en los países donde la gente respeta su ley como propia”, por esta convicción es, pues, que abrí la hipótesis de que tras el derecho ha de estar un sustento moral o ético.
Y es que la convicción por respetar las leyes, en gran medida, viene cuando la persona se da cuenta de que el origen de las leyes procede de una auténtica intención por crecer como persona y como sociedad.  Y hay que dar todavía un paso más, si atrás del derecho está la moral o ética, pues tras le moral o ética está el ser humano.
Entonces, para alcanzar a ser justos, en tanto que equitativos, es imprescindible un conocimiento filosófico del ser humano; y en la línea de una filosofía personalista en la que me inscribo, se trata de tener la capacidad de ver al ser humano más allá de sus aspectos biológicos, ya que también hay otra dimensión que constituye unitariamente al ser humano, se trata de su vida o aspectos simbólicos.
Es que desde esta línea personalista, las observaciones que se le hacen a los derechos humanos, es que estos no tienen un punto de dónde partir que sea suficiente para fundamentarlos, y por esta adolescencia, más bien lo que se hace es partir de convencionalismos, que en México, siendo honestos, no vienen del diálogo, sino de pleitos (reales o ficticios) que, además, sirven para distraer y/o confundir a la gente, con lo cual se hace una sociedad pasiva ante decisiones, muy legales, eso sí, pero injustas.
La vida simbólica orienta o moldea a la biológica; es que la vida simbólica se refiere a la parte intencional y libre de la persona, mientras que la biológica se encarga de materializar lo que ocurre con la intencionalidad humana; uno ha de pensar, pues, antes de actuar; o la persona actúa o vive de acuerdo a cómo piensa, según cuáles son sus convicciones.
El ser humano, pues, es animal intencional, de aquí que éste sea lo más enigmático que hay en el mundo, dada esta vida intencional que le es propia.  Se trata de que la ley sea para el ser humano y no que el ser humano se subordine a la ley, y es que cuando la ley es injusta es porque ésta se positiva al margen de la condición humana.
Hay, entonces, derechos que existen al margen de que se les reconozca positivamente; son derechos que surgen por el simple hecho de ser humano.  De aquí que sin el reconocimiento de que haya derechos naturales, (o una ley natural, se decía antes), se hacen leyes injustas, lo son porque piensan en casi todo, menos en lo más importante, que es el ser humano.
Se trata de un iusnaturalismo que es necesario describir para precisar, ya que hay sistemáticamente y desde la antigüedad griega algunas nociones de naturaleza humana y por ende, de ley natural, que no corresponden, pues, al iusnaturalismo que los filósofos del derecho, en la línea del personalismo y de otras escuelas filosóficas, actualmente están proponiendo.  Aquí queremos proponer un iusnaturalismo que viene inspirado por el iusnaturalismo clásico, el cual hay que descubrir en su forma más auténtica.
Una idea de naturaleza humana con justa razón rechazada es la de esa naturaleza aristotélica, en aquello de hacer ver como natural al esclavo, no se trata, pues, de esta idea de naturaleza que pone tal o cual condición social como algo natural, determinante y determinada.
Claro que un iusnaturalismo clásico ha supuesto que hay una razón moral, como algo propio (y no accidental) del ser humano, y para esta concepción, el iusnaturalismo le debe mucho a Aristóteles, gracias a la doctrina de la virtud que el estagirita nos ofrece.
Luego en la modernidad, en seguimiento de El Príncipe de Maquiavelo, la virtud se entiende más bien como fuerza de poder: haciendo del poder un fin y no un medio.  Así que El Príncipe es uno de los paradigmas principales de naturaleza modernista, y con ello de iusnaturalismo, porque se hace del poder por el poder el motor de tal o cual ley de quien tiene el poder de positivarla, y ya sabemos del dicho más maquiavélico que hay: que el fin justifica los medios.
La virtud, entonces, perdió el sentido de moderación que habían venido cultivando desde los pitagóricos hasta los escolásticos medievales, pasando por la Ética Nicomaquea de Aristóteles, en una línea muy clásica y, por ello, paradigmática para la formación moral, jurídica y política (en su acepción más amplia) de la persona.
De Rousseau tenemos también una idea de naturaleza, muy seductora, pero que no corresponde con el iusnaturalismo que proponemos, sin embargo, se piensa en ley natural o naturaleza humana, todavía hoy, en términos del autor de El Contrato Social.
Rousseau dice que el hombre es bueno por naturaleza, sugiere que es la sociedad quien lo desnaturaliza, quien lo pervierte; con una justificación vitalista esto volverá a aparecer en una lectura que se ha hecho tradicional en Nietzsche, para quien la moral, sobre todo la religiosa, hacen del ser humano un sujeto cobarde, porque  esa moral le quita al hombre una vitalidad que lo hace capaz de enfrentar lo que es ineludiblemente trágico en su vida.
Luego al extremo de Rousseau se coloca Hobbes, pues dice que el hombre es malo por naturaleza, al punto de hacer famosa la frase de Plauto, de que “el hombre es lobo para el hombre”; el ser humano es, pues, antisocial, y aparece un estado de naturaleza en términos de anarquía, pues es que el poder de la sociedad/estado es monstruoso, tanto, como que lo describe ese monstruo mítico que es el leviatán.
Cuando se piensa en la sociedad y en el estado de derecho, es imprescindible la virtud social de la solidaridad; ésta puede ir conduciendo la ley y el poder para que éste no se desvirtúe.
El iusnaturalismo en el que vemos lo que hay antes del derecho positivo, pone a la persona, decíamos, como sujeto de intencionalidades.  Más aquí damos otro paso, que estas intencionalidades, en su forma más básica, en tanto que son las de la inteligencia y las de la voluntad, son las que hacen ver que el ser humano es libre.
Así que el derecho positivo ha de cuidar el hecho de que el hombre siga construyendo su libertad, al margen de esto, de la persona como sujeto libre, luego se positivan leyes que más bien son para que el estado evada sutilmente la responsabilidad que le toca ante situaciones sociales, sobre todo, las emergentes, como es el caso de si despenalizar o no tal o cual droga, o el aborto, incluso se habla de si despenalizar o no el adulterio.
La penalización o despenalización de algo es necesario que se haga en atención de ayudarle al ser humano a ser auténticamente libre.  Se trata de la naturaleza humana que no está determinada, sino que se construye en términos de virtud, el hombre se va haciendo libre en la medida en que es virtuoso, y es importante que un estado de derecho cuide de la individualidad como de la sociabilidad; lo que sigue es, entonces, hablar de la libertad y el derecho.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece un tema muy importante el de darle el toque moralista y ético a las leyes, para lo cual creo que implícitamente se le aplica por quien las redacta y aprueba.
Es de entender que los estados modernos están en constante movimiento, y la ley es un depurador de vicios que se crean o de aquellos que nunca quieren desaparecer, por lo que las sociedades deben de emerger con una evolución critica, sensata que de su sentido propio de vivencia, donde la realidad este supeditada a la razón del conjunto de normas que los llevan a dejar huella como sociedad ordenada y justa.
No existe otro motor social más equitativo que aquel donde se le garanticen los derechos a todos por igual, claro sin obviar que en los estados modernos no existe igualdad ante la ley. Entonces es muy importante radicar la necesidad de dar por medio de la ley un camino equitativo a todos, para que se llegue a donde cada persona quiere llegar, sin que la idea conjunta de moralidad y ética fuercen un futuro más equitativo en la consecución de esas metas, ligadas a la necesidad individual y que se perfecciona en el sentido global de la justicia.

Cristian David Osorio

Jesús dijo...

Estimado Cristian David, gracias por su comentario, y atención a mi columna. Y sí, es la ética que, cuando incursione en la actividad jurídica, nos podrá conseguir una sociedad más justa.