Publicado en Diario El Mexicano, Lunes 20 de julio de 2009, Tijuana B. C., p. 29A
La preocupación por la educación, hasta donde alcanzo a ver, está polarizada en torno al alumno, hasta tal punto que al docente se le echa en el olvido, incluso se ven títulos como el de “Educación centrada en el que aprende”, y en virtud de lo que a un primer golpe de vista se alcanza a interpretar de esta expresión, inmediatamente se va a enfocar la atención a cuál sea la mejor manera, o el cómo, para que el alumno aprenda conocimientos o reciba información y la alcance a registrar, entonces suele ser muy seductor el intento de obtener recetas para lograr el cómo dar clases (no tanto educar).
De la educación centrada en el Modelo por competencias, se ha observado que antepone (este modelo educativo) el éxito profesional al éxito personal, incluso hay que decir que en el Modelo educativo por competencias se supone que el éxito profesional es el mismo que el éxito personal, los dos se confunden.
Mientras que otra perspectiva me hace ver que el éxito profesional no se confunde, si no que viene a ser uno de los principales elementos del ser persona, y se relativiza el ser profesionista en tanto que hay quienes no son (profesionistas) y tienen una vida feliz envidiable.
También se relativiza el ser profesionista porque si no se tiene una personalidad definida, o buena autoestima, el éxito profesional no se consigue, o se consigue mal, lo cual considero que es peor, pues de hecho es innegable el ver líderes empresariales que viven su actividad profesional en la empresa de manera obsesiva y toman actitudes inhumanas con aquellos empleados a su cargo, se ve que llegan incluso a negarles, por ejemplo, el tiempo que requieren para atender al hijo enfermo, o a negarles el descanso necesario para aliviarse de una enfermedad.
Y es que el riesgo de una educación que confunde el ser persona con tener una profesión, misma que exige la renuncia a la familia, orilla al olvido de la educación en el hogar, puede conducir a la pérdida del sentido del estar en el hogar, i. e., de darle tiempo a la familia, y estos tiempos y espacios de y para la familia son los que ayudan a asimilar y sintetizar la instrucción académica para que ésta alcance a ser educación en el sentido pleno de la palabra. No negamos las raras excepciones donde un hogar disfuncional no obsta para que alguien se eduque a partir del apoyo de las instituciones académicas.
Entonces, estaría bien que la educación esté polarizada hacia el alumno, de manera que las instituciones educativas, y los educadores, tenga claro cuál es el papel que juega en su vida un oficio o una profesión en la vocación a ser persona. Sin embargo, la polarización que se hace al alumno, casi siempre, es para meter en un activismo académico a los estudiantes; se llega a decir que quien enseña ya ni docente es, sino facilitador, término al que también habría que darle contenido, porque el ser facilitador luego se confunde con el no enseñar sino hacer que los alumnos aprendan por sí solos, pero de una forma muy radical o equívoca, lo es en tanto que del docente el alumno no alcanza a llevarse una experiencia de vida, y esto significa que el docente como maestro pierde su imagen moral y científica ante el alumno, por el que el docente tiene una proyección social, o a lo mucho la imagen del docente queda empañada, no se valora convenientemente.
Cuidar esta imagen moral y de persona de ciencia en el docente es importante, como también lo es el cuidar esa imagen del padre y madre de familia desde el hogar, ya que, según se ve, a falta de estas imágenes que lideren la vida del formando, entonces vienen huecos de liderazgo que se quieren llenar con las figuras que nos vienen de la farándula, o de guías religiosos sensacionalistas e incultos, o hasta de brujos: gente experta en esoterismo, como los astrólogos y otro tipo de expresiones raras.
De acuerdo con lo anterior, la educación requiere también del cuidado del profesor o docente; a mí me ha parecido molesto y hasta triste el tener que ir, como docente, a gastar tiempo en aprender recetas para saber cómo dar clases, según éste o aquél modelo educativo, curiosamente cambian los nombres de los modelos o técnicas para dar clases, pero las recetas siguen siendo las mismas; todas las instituciones educativas presumen de tener el modelo educativo más nuevo, y si trabajo para tres instituciones las tres presumen de lo mismo, en fin; creo que el cuidado del docente no se debe limitar a esa dinámica, estas dinámicas tienen límites muy precisos y tienen su valor, que es el saber que el enseñar no se reduce a lo expositivo.
La preocupación por el docente considero que ha de alcanzarse a niveles intelectuales, que el ir a mi formación docente sea eso, formación, y no capacitación docente; que tenga una personalidad más intelectual el docente, de manera que sus observaciones del mundo y del ser humano vayan más allá de la opinión; yo creo que si se hacen bailes, rifas o una kermesse para ayudarse en las necesidades materiales de la escuela, también se podrían hacer esos eventos u otros que le permitan a las instituciones educativas tener presupuesto para cuidarle a los docentes su vida intelectual y su vida material, de manera que les puedan pagar mejor a los docentes para que no sufran cuando quieren invertir en libros y computadoras, así como también en viajar: tres elementos que el docente debe alcanzarse para que se pueda consolidar su personalidad de hombre sabio y culto, además de comprometido con el bien común.
Incluso la evaluación docente considero que no se ha de limitar a ver cómo les cayó el profesor a sus alumnos durante el curso, pues esto a veces se exagera tanto que ven al profesor como el ejecutivo de ventas de la escuela, y si tienen alumnos reprobados al que corren más bien es al profesor, porque la casa pierde clientes; habría que evaluar en mayor medida, si se quiere cuidar la solvencia moral e intelectual del docente, el factor intelectual en función de su dedicación a la investigación, primero en el ámbito de su materia, y segundo en cuanto a la integración de su materia en el ámbito humano.
Ya el humanista, sobre todo el filósofo, hace las dos cosas a un tiempo, pero el docente de otras áreas, como es el caso del de las ciencias económico administrativas, y el de las ciencias naturales (física, química, biología, etc.), o los profesionistas que enseñan informática o una lengua extranjera, no se han de limitar a la actualización de su materia en sí misma, sino que también la han de poner en diálogo con su responsabilidad moral o humana, de manera que sea crítico y propositivo con las consecuencias morales y humanas que naturalmente derivan del ejercicio de la ciencia en la que es experto. Entonces, pues, habría que evaluar al docente en función de lo que demuestre que es capaz de hacer como científico y como persona íntegra, responsable por la comunidad desde su labor magisterial.
Sin estos alcances intelectuales y morales el docente se queda siendo un empleado como cualquier otro, claro, tal vez un muy buen empleado, empático con los alumnos y la institución que algo le paga por dar clases, así como experto en la materia que expone, y ya sería ganancia, pero siempre un funcionalista de la educación, y carente de contemplación y especulación intelectual. Y muchos docentes del sistema educativo son bien pagados y tienen excelentes prestaciones, pero, los que tienen en sus manos el poder del sistema educativo, por tenerlos en esta óptica funcionalista, es que los vemos con un carente compromiso social, y andan haciendo sus huelgas con sus respectivos desmanes callejeros y hasta vulgares; y es que yo no veo con un nivel intelectual y el consiguiente compromiso social, por ejemplo, a la lideresa actual de los maestros en México.
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