lunes, 15 de junio de 2009

Educación Personalista


Publicado en Diario El Mexicano: LU N ES 8 D E JU N IO D E 2009 / TIJ UA N A , B.C., p. 32A 
Por Jesús M. Herrera A.
Antes de poder hablar de educación se hace necesario el partir de una noción de ser humano, ya que a quien se educa es al ser humano; pues aunque haya escuelas para mascotas, lo que se hace es adiestrarlas conductualmente, se les lleva a la “escuela” para que adquieran, en la línea conductista más tradicional, puras conductas para que se tenga una mascota graciosa para aplaudirle, de manera que no parece que sea lo mismo adiestrar que educar, pues el ser humano no es una mascota: no queremos educar a los seres humanos con el fin de tenerlos como mascotas graciosas.
El ser humano es una persona, este concepto (de persona) es inacabado, hay toda una tradición, que incluso podemos apreciarla como milenaria, y está viva y reflexionando en torno a lo que es el ser humano como persona, hay algunas notas que puntualmente se pueden ya decir como resultas de este esfuerzo de saber quiénes somos los seres humanos, precisamente, como personas: se dice, pues, que somos únicos e irrepetibles, que tenemos capacidad de distinguir entre el bien y el mal y por ello somos libres, se hace notar que somos sujetos de comunicación y comunicabilidad, también que hay una dignidad por la que somos diferentes a los demás seres, y además que es una dignidad que tiene carácter sagrado, porque suponemos que la dignidad humana se ha de respetar por encima de todo, incluso este reconocimiento y respeto absoluto a la dignidad humana es lo que le otorga un carácter personalista a lo que somos y hacemos (como es el educar).
Y bien, hay mucha producción filosófica que es urgente saber revisar para ahondar y no quedarnos en una comprensión pueril de quiénes somos, tanto en lo individual como en lo social, y es que a la persona hay que cuidarle estos dos aspectos, de manera que lo individual no se oponga a lo social o al revés, pues hay que conseguir un justo equilibrio, lo cual es difícil como todo equilibrio, en donde a veces hemos de ir más hacia un lado que a otro para alcanzar la armonía deseada.
En lo particular me gusta llevar esta rica tradición personalista (más desarrollada y aplicada al ámbito de la educación, está en mi libro “Persona, Educación y Valores”) a que alimente un concepto de persona que quiero hacer mío: el comprender y el explicar a la persona como sujeto de talentos, es decir, partamos de que la persona no está en este mundo por casualidad, esto sería suponer que la vida no tiene sentido, y es evidente que como personas buscamos darle sentido a la vida, y lo que ayuda mucho a darnos sentido a nuestra vida o nuestra historia es el ejercicio y el empeño por explotar nuestros talentos, lo cual en gran medida supone el que todos tenemos una vocación (y no un destino determinado) a la que queremos darle una respuesta, y esto de la vocación, que es algo muy amplio de tratar, en este momento véase en su aspecto más básico o fundamental, que la vocación suele percibirse en el hecho de que hay cosas que nos apasionan tanto que, al margen de sus dificultades, siempre se está dispuesto a trabajar con pasión en ello, y no trabajar sólo para subsistir y/o por dinero, entonces el ideal es que la comunidad, el Estado o la sociedad sea receptora y promotora de talentos.
De la persona como sujeto de talentos también supongo al ser humano como alguien capaz de ser y hacer intencionadamente el bien. Y esto se dice frente a una cultura que está siempre en actitud de sospecha o desconfiada ante los demás, hace falta pensar en los otros para acercarnos con un prejuicio más bien intencionado ante el prójimo, y es que se llega a pensar radicalmente que el otro es alguien malo, incapaz de querer el bien, se le ve ferozmente individualista, como buscando siempre su propio beneficio, o por lo menos se le ve como alguien que me quiere tranzar, como alguien de quien me tengo que cuidar.
Si partimos de esta noción de ser humano, como persona talentosa, entonces ya tenemos la finalidad de la educación, su porqué, i. e., su razón de ser. Hay que educar para hacer de la persona alguien que se conozca, alguien que sepa de sus talentos para que los quiera disponer a favor de los demás, lo cual ya implica mucho el saber por qué y para qué vive, está, pues, en el camino tan difícil de darle sentido a la vida.
Frente a este ideal de persona y educación que se menciona, tenemos la triste realidad de una pseudoeducación que confunde el educar con el capacitar o con el adiestrar, signos de este problema, de una falsa educación, está en tener frente a nosotros analfabetas funcionales y una ignorancia tremenda de saber quiénes somos y de lo que es el cuidado del bien común.
Un analfabeta funcional es quien teniendo por lo menos la preparatoria terminada no es capaz de comprender un texto, incluso se llega a no saber leerlo literalmente, se le causa un trauma porque se le exige buena ortografía, y en fin, mucho del analfabetismo funcional significa el no tener uso del sentido común, pues se le ve a este tipo de personas como habitualmente distraídas, lo cual llega a ser síntoma de carencia de sentido. Del analfabetismo funcional deriva también, como un hermano gemelo de éste, el analfabeta informático, que es quien toma la computadora como una máquina mágica, más bien como una varita mágica que le resuelve la vida, o que le sirve sólo para jugar; se les llega a ver queriendo estudiar una ingeniería en sistemas (u otras carreras que tienen que ver con el mundo de la tecnología) y renuncian en cuanto se dan cuenta que se les exigirá estudiar matemáticas. De manera que, como dice Umberto Eco, el ser humano prefiere la mentalidad mágica a la seriedad de una mentalidad ordenada y pensante, pues como observa este filósofo italiano, la tecnología se ve como algo mágico, y a la tecnología, paradójicamente, se le acepta a la vez que se llega a despreciar la razón que la produjo. Lo cual es aceptarla de manera más o menos ciega.
Parece, pues, que en el ámbito educativo no se sabe bien a bien qué hacer con la tecnología, lo cual es causado por estos tipos de analfabetismos que mencionamos, pues unos idolatran la tecnología y otros la satanizan, los extremos se tocan y se olvida que la tecnología es un artificio humano, está en todo, pero no lo es todo; como en internet, que hay de todo pero no está todo, hay que saber relativizar la tecnología para sacarla de esa apreciación mágica o diabólica en la que se le ha metido en el ámbito educativo.
La ignorancia de quiénes somos también es un problema capital de la educación, el ignorar quién soy es un asunto viejo, lo atestigua el “Conócete a ti mismo”, viejo proverbio griego de la Torre de Delfos y adjudicado a Sócrates. Y vemos que parece como una obligación el que todo mundo tiene que ir a la universidad, y entonces vemos repartir títulos de licenciatura a diestra y siniestra indiscriminadamente, y abriendo universidades aquí y allá, y el nivel cultural con el que se egresa es más bien de técnico, se pasan alrededor de 20 años para egresar con un título de licenciado, sin bien nos va, con mentalidades sólo procesales, automatizadas y mecánicas.
Hace falta, pues, una educación personalista, en donde quien tenga qué ver con la tarea de educar sea un apasionado por empeñarse en el cultivo de este trabajo, de manera que constantemente esté profundizando en el significado de lo que es educar, y no se pierda en lo administrativamente procesal de los centros educativos; hace falta de la inversión material y humana para hacer auténticos, no profesionales, sino cultos de la educación, ya se perdió el educador culto, es difícil encontrarlo, son pocos.

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