martes, 30 de marzo de 2010

Mito y filosofía en Grecia


Por Jesús M. Herrera A.
Publicado en El Mexicano: TIJUANA, B.C. / LUNES 29 DE MARZO DE 2010 / 27A
Imagen obtenida de: http://www.pantheon.org/areas/gallery/mythology/europe/greek/hermes2.gif
Una cosa fundamental para entender el desarrollo de la cultura griega es el impacto del mito en la filosofía (que era toda la ciencia en aquel tiempo); pero también es importante ver a la filosofía de cara al mito; y es tan importante Grecia que sin el conocimiento de su cultura religiosa y de su filosofía, nos quedan mutilados muchos aspectos substanciales y hasta propios del conocimiento de lo occidental.
En “El origen del mundo en la Grecia clásica” (texto obtenido de Internet) el mito manifestado en creencias religiosas es fundamental para dar cuenta del mundo.  Más, se trata de una mitología que no se quedó como un gran tejido de fábulas, diríamos nosotros, folklóricas; sino que tales mitos orientan el pensamiento hasta que pueden ir alcanzando, no sólo sistematización, sino que llegan a dejar principios de vida, de la realidad o del ser, como los ya conocidos de los presocráticos: agua, aire, tierra y fuego.
Es pues el mito o religión (que prácticamente no se distinguen en la Grecia que comentamos) los que tratan de dar cuenta de un origen, y que los primeros resultados han llevado a pensar (a los de este tiempo como a los de aquél) que es posible ir de lo inmanente a lo trascendente: “La religión griega se basó sencillamente en la mitología, que se caracterizó por su talante sincrético, ya que incorporaba en sus relatos elementos de diversas culturas. En esta religión politeísta, cualquier fenómeno y elemento de la naturaleza, así como las principales actividades económicas, quedaron representados por divinidades con apariencia humana. Así, en los mitos griegos podemos encontrar un gran número de dioses pertenecientes a épocas y lugares distintos. Por este motivo resulta complicado reconstruir el panteón completo, de hecho en algunas ocasiones, los dioses se confunden y un mismo suceso presenta varias versiones, llegándose a dar importantes confusiones. Entre estas divinidades, que moraban en el monte Olimpo, se formaron complejas relaciones y vínculos que son la base de la mitología griega”.
Y es importante decir que del sincretismo mítico se pasó al eclecticismo filosófico, como el de Empédocles, quien ve en el amor y el odio la unión y la separación; no es unión o separación ya de un elemento (presocrático) como causa, sino de los cuatro elementos mencionados y, con Empédocles, vistos en cierta interdependencia.  El sincretismo mítico-religioso es una mezcla que se ve en la relación entre dioses y, con ello, de axiomas o verdades, sin una distinción y por tanto sin una diferenciación; y el eclecticismo ya de tipo filosófico, por su parte, es ya una conciliación de enseñanzas, que no sería posible precisamente sin la distinción necesaria de subjetividades o particularidades.
De las teogonías griegas, que nos refieren al origen de los dioses, se nos ofrece la siguiente síntesis: “La literatura griega proporcionó diversos textos cosmogónicos, sin embargo la mayoría se conservan bastante mal. Entre ellos conocemos la teogonía de Hesíodo, la teogonía de Eudemo, la de Jerónimo y Helanico, la cosmogonía de las Rapsodias y la recogida en el Papiro de Derveni, las cuatro últimas son conocidas como «Teogonías Órficas», ya que son atribuidas a Orfeo. Hay una serie de rasgos generales compartidos por estas cosmogonías griegas. En primer lugar, el origen del Mundo parte de la organización de una materia primitiva, que a veces se organiza sola. El segundo concepto fundamental es el de los pares de contrarios; esta idea recuerda a la explicación dualista de los filósofos pitagóricos que consideraban que los números procedían de dos elementos opuestos: el par y el impar. Este planteamiento permitía concebir un gran número de oposiciones: el bien y el mal, frío y calor, día y noche... Otro elemento característico de las cosmogonías griegas es que la ordenación del Mundo no se produce instantáneamente, sino que pasa por fases intermedias en las que aparecen criaturas monstruosas y míticas hasta que el desorden es definitivamente desplazado y desaparece”.
Y es de los pitagóricos de quienes aquí deseo decir algo más.  Como se ve en la cita, ellos observaban los números pares e impares, y algo que ya no dice este artículo (y que es sumamente importante) es que a los números que no son pares ni impares fueron concebidos y acuñados como analógicos por los pitagóricos, es en estos términos (analógicos) en donde estará inscrito tanto el antes como el después de lo que hizo tan fuerte culturalmente a Grecia; pues la analogía alcanza a ser un modo de pensar que se hizo presente tanto en el mito como en la filosofía y todo lo culturalmente helénico.
Y muy trascendente y exacta es la precisión y valoración que hace Octavio Paz en cuanto a la analogía se refiere, el poeta mexicano dice –en Los hijos del Limo– que “la analogía nos vuelve habitable el mundo”, porque fue la analogía quien hizo habitable a la misma polis griega: posibilitando el paso del mito al logos.
En cuanto a la religión se refiere, es la analogía metafórica: en formas de mitos y alegorías la que hacía pensar en una relación entre lo trascendente y lo inmanente, son los dioses que se presentan antropomórficamente para obtener una explicación mítica del acontecer: por ejemplo Hermes es el dios que traduce el leguaje humano y el divino.
Ahora nos detenemos en Hermes para ver, de acuerdo con Mauricio Beuchot –en su obra “Las Caras del Símbolo: el ícono y el ídolo” –, en este dios pagano una metáfora del hombre que tiende a querer ser dios y la hipótesis de un dios que sea humano, ya que Hermes: “es el dios intérprete, tanto mensajero como traductor de los dioses. Es hábil con la palabra, buen orador y buen entendedor. Tal vez lo más importante es que es un dios doble, dual, ambiguo, o, si se requiere, mestizo.  En efecto, es hijo del dios Zeus y de una mujer terrenal, la ninfa Maya, fruto de amores prohibidos, de bastardía; en todo caso, en parte humano y en parte divino en su origen, lo que hace conocer ambas dimensiones”.
Es la analogía, como algo propio y característico de los griegos, la que permite dar el paso del mito a la ciencia; la analogía es un elemento que en muchos ha sido tan bien considerado para poder ahondar en aquello que hizo de Grecia una potencia cultural.
En conclusión podemos advertir el ejemplo de una cultura que ha sabido dar ese paso del mito/religión al de la ciencia como lo vemos en Grecia; falta que aprovechemos esa cátedra para no seguir escindiendo la cosmovisión mítica de la científico positivista, pues lo griego en su intervención por Occidente, puede seguir iluminando el ser y quehacer de un mundo que en Grecia sabe ver gran parte de su maternidad.
Es que el recurso del mito, en la medida en que tiene fuerza analógica: por el uso de símbolos y alegorías (y por el uso de otros hijos de la analogía, como el mestizaje o la condición fronteriza, etc), viene a ser ese recurso casi perenne por el cual explicamos una realidad a la que es difícil de acceder por la inteligencia y aún más difícil por el lenguaje; no se trata del mito como sinónimo de mentira, ni tampoco del mito como si fuera un recurso irracional que, renunciando a todo orden lógico, nunca podría dialogar con la ciencia, y ni mucho menos la ciencia podrá aprovechar (de un mito mal comprendido por irracionalista) nada para descubrir el rostro humano del mundo, y recuperar el rostro humano del sujeto que lo ha extraviado.

martes, 23 de marzo de 2010

Pensando en torno al liderazgo


Por Jesús M. Herrera A.
Imagen obtenida de: http://www.yocontigo.com/portal/images/stories/liderazgo.jpg
Publicado en El Mexicano: / LUNES 22 DE MARZO DE 2010 / TIJUANA , B.C., p. 30A
Para hablar de liderazgo, primero, habrá que iniciar con una aproximación de quién sea un líder, así tendremos un punto de partida para lo que haya que decir al respecto.  Ser líder tomando cuenta a alguien reconocido en el liderazgo empresarial, del mundo de los ejecutivos y estudiantes de ciencias económico administrativas, como es Alfonso Siliceo Aguilar, es el que puede “(...) influir en otros para el logro de un fin valioso”.  Es alguien que “(...) motiva a otros para la realización comprometida de una tarea u objetivo”.
Y leyendo entre líneas a Siliceo, alcanzo a ver que un líder es una persona que consigue valores a través de virtudes.  Lo que busco es darle más contenido al mensaje de Siliceo.
Un líder tendrá influencia tanto en el individuo como en una comunidad; y para lo que aquí concierne nos estamos refiriendo a la relación emocional entre una comunidad y su líder.
Es lógico el supuesto del siguiente planteamiento: si un líder puede controlar o exacerbar las emociones de la multitud, pues esa es, o a eso se reduce en última instancia la tarea de un líder; él, el líder, hará que se controlen o se exacerben las emociones de una multitud o un grupo.
Eso es muy claro en un concierto, en un culto religioso o en la motivación empresarial.  Las emociones son quienes mueven al individuo o a la multitud, de eso da cuenta la historia misma, y la historia personal de cada ser humano; pero hoy esto es más evidente que en otros tiempos, puesto que en la posmodernidad se privilegia a la emoción y se ignora a la razón, en este sentido los líderes de hoy suelen ser más emotivistas que racionalistas.  De un extremo, el racionalista, se han ido al otro, el emotivista.
Al hablar de emociones estamos tocando el ámbito de la psicología, pues éstas son el objeto del estudio y de la terapia psicológica.  Y la primera psicología de que da cuenta la historia del pensamiento es la que tiene que ver con la teoría de la virtud, de raíces griegas y medievales; ya el mismo Freud implicaba, por lo menos indirectamente, en el psicoanálisis, mucha de la psicología escolástica y antigua en su noción de catexia.
De manera que más allá del camino por el que Freud llevó algún aspecto de la psicología filosófica antigua y medieval (en la idea de catexia que se menciona, porque ésta no se comprende si la idea de intencionalidad escolástica), siempre insisto en que hacer que el otro alcance la virtud le dará al psicólogo el cierre con broche de oro de su labor humanizadora.
En el contexto griego y medieval la virtud iconizaba, era paradigma, del status psicológico del ser humano; según Aristóteles la virtud implica emoción, en aquél contexto griego y también en el medieval, las emociones se solían llamar pasiones; Aristóteles nos lo explica de la siguiente manera cuando dice que la virtud es aquella que se coloca “(...) en una posición intermedia para nosotros, determinada por la razón y tal como la determinará el hombre prudente.  Posición intermedia entre dos vicios, el uno por exceso y el otro por defecto.  Y así, unos vicios pecan por defecto y otros por exceso de lo debido en las pasiones y en las acciones, mientras que la virtud encuentra y elige el término medio”.
Como vemos, o se es virtuoso o se es vicioso.  ¿Qué tiene que ver esto con el liderazgo y con lo que éste influye en las emociones o pasiones en la multitud?
La cuestión es muy sencilla, si el líder es virtuoso logrará la mesura o el control de las emociones de la multitud, si es vicioso inducirá a la exacerbación de las emociones.  Este problema lo desarrolla muy bien el Dr. Mauricio Beuchot Puente (UNAM), cuando dice que el ser humano, como animal simbólico, puede ser ícono o ídolo.
Si es virtuoso será ícono, mientras que el ídolo induce al vicio; el virtuoso es aquél que, por definición, modera, dirige, regula y controla sus emociones, para que éstas se orienten al beneficio y construcción tanto del individuo como de la comunidad; y recordando a Aristóteles el vicioso peca por “defecto o exceso”: sus emociones defectuosas o excesivas lo conducen al maleficio y destrucción del individuo y/o de la comunidad.
El líder virtuoso alcanza la mesura y sutileza analógica (ya que desde Aristóteles la virtud es analogía puesta en práctica), por la cual se logra apartar a quien se lidera del equivocismo, el cual hoy día cuaja en diversos emotivismos; vicios que caracterizan a las multitudes posmodernas contemporáneas, dirigidas por líderes que tienen como objeto conducir a las masas a determinados hedonismos cegadores o encandiladores.
El líder análogo, virtuoso pues, puesto que la virtud es la primogénita de la analogía, logra un mínimo de razón para sujetar la emoción y que ésta pueda tener alguna dirección, y es preciso recordar que la puerta de las virtudes es la prudencia.  En este sentido nadie puede ser líder si no es prudente.
El líder análogo logra evitar los extremos, que al tocarse suelen ser muy perniciosos.  Algunos ven que la modernidad, gracias a sus actitudes violentas y monolíticas, fue la causante de un líder, social, como Hitler, y ahora vemos a la posmodernidad emotivista y hasta visceral con otro tipo de líderes sociales: son sociales porque, obviamente, no pertenecen al mundo intelectual, pero caricaturizan en la práctica alguna vertiente de lo que fraguan algunos intelectuales, sobre todo de los emotivistas más radicales.
De estos líderes, que no pertenecen al ámbito intelectual, y que caricaturizan ideas del mundo intelectual posmoderno, se pueden contar a Paulo San Román, Carlos Cuahutémoc Sánchez, Adal Ramones, casi todos los políticos, máxime los que incurren en populismos, etc.; claro que cada uno en sus ámbitos influyen en términos de liderazgo en la sociedad.
Por posmodernidad se ha entendido una cultura que reacciona en contra de un mundo calculable, positivista, que no supo alcanzarle al ser humano el sentido de la vida; de aquí que haya posmodernistas radicales que al oponerse radicalmente a la razón, no dejan la opción de algo inteligente que se abra al sentido de la vida, y llegan al extremo de actitudes irracionalistas y abiertamente emotivistas.
Varios de los líderes aludidos son, pues, autores de “literatura” o figuras públicas, que definitivamente son influencia en la vida de las personas; insisto, caricaturizan algunas posiciones posmodernistas radicales, y ante esto, entonces, es necesario subir el nivel de lectura que se tiene, para poder forjar líderes que cuenten con una personalidad virtuosa, ya que la virtud implica necesariamente del cultivo de una personalidad que tenga algo de contenido en la inteligencia y mucho de contenido en el corazón.
Se requieren líderes con solvencia moral, que muestren su apertura al otro para hacerse responsable de él, como enseña Lévinas (filósofo lituano del S. XX), más también que cuenten con solvencia intelectual, pues uno actúa conforme a lo que piensa o tiene de contenidos en la facultad racional, y si no se tiene nada o poco, recordemos la advertencia, según han dicho: que un ciego no puede conducir, orientar, o liderar, a otro ciego.

lunes, 15 de marzo de 2010

Cultura de la legalidad: Derecho y libertad


Por Jesús M. Herrera A.
Publicado en El Mexicano: LUNES 15 DE MARZO DE 2010 / TIJUANA, B.C., p. 28A

El ser humano es libre, y a esta convicción se le ha opuesto el hecho de que por vivir en una sociedad, entonces tenemos que aceptar como un mal necesario el vivir dirigidos por reglas, y de aquí que se llegue a negar radicalmente que el ser humano sea libre.
También hay otros radicalismos que invitan a un anarquismo que va de lo ilógico a lo irreal, tienen como fin el hecho de oponerse a cualquier sistema jurídico, precisamente, en pos de ser libres.
Ante esto, pues nos parece oportuno el dejar un concepto de libertad que pueda responder a tales extremismos, ya que el primero es determinista y el segundo es indeterminista; el primero profesa que hay un destino y el segundo quisiera suponer que cualquier acto es arbitrariamente libre; como los extremos se tocan, entonces los dos pecan de olvidarse de que el ser humano es responsable.
Y la responsabilidad es necesaria para construir un estado de derecho y también para cuidar del bien común; derecho, justicia y bien común, requieren de la virtud de la responsabilidad.  Es que el ser humano no es una máquina a la que se le programen leyes, de manera que haya un garante absoluto de que éste nunca va a errar, así, es la responsabilidad lo que ayuda a ver de una manera más realista y viable la libertad humana, y en ello va de por medio el ser justos en las relaciones interpersonales.
La libertad es algo propio de la persona, pues ésta resulta de lo que a ella lo constituye esencialmente, aquí nos referimos a esa psicología que ve a la persona como sujeto de razón o inteligencia y como sujeto de voluntad; dividimos para explicar, pero comprendemos que el ser humano es unidad, pues, de inteligencia y voluntad.
La libertad es, precisamente, en donde vemos la unidad de facultades por lo que se es humano, ya que la libertad se da cuando se ponen en ejercicio la inteligencia y la voluntad al unísono, a partir de que es la inteligencia lo que mueve a la voluntad para actuar.
Es que a un acto en el que no haya inteligencia (como puede ser el actuar por ignorancia), o en el que no haya voluntad (como puede ser cuando se actúa coaccionado por diversos medios, como puede ser el miedo), no se le puede considerar libre, no es acto humano, sino simplemente un acto del hombre, casi indistinto del animal, en el sentido de que estrictamente hablando nos estamos refiriendo a actos como el respirar o el dormir.
El acto del hombre es casi indistinto al del animal porque no fue un acto libre, y los animales no son libres, sólo un ser de inteligencia y voluntad es libre.  En virtud de lo anterior es que la libertad implica humanizarse, pues es que va uno distanciándose de la animalidad: lo que intento hacer ver es que ser libre significa aprender a ser dueño de uno mismo, lo cual se hace a través de una educación en términos de virtud.
Cuando digo que la inteligencia mueve a la voluntad, se supone que tenemos conocimiento de por lo menos dos objetos que deseamos.  Es que la inteligencia es la facultad por la cual conocemos algo, mientras que la voluntad es esa facultad por la cual deseamos, estimamos y amamos algo, entonces en la medida en que se conoce y se quiere algo, es que la persona hace una opción por ese objeto de su conocimiento y deseo.
Yo veo que es Xavier Zubiri quien en el S. XX nos hace comprender esta dinámica, por la que se ponen al unísono la inteligencia y la voluntad, ya que él nos ha enseñado a comprender al ser humano como “inteligencia sentiente”.
Por la libertad humana es que a veces algo queremos y no lo podemos conseguir, y algo podemos pero no lo queremos; la libertad, si se pudiera medir, valga la metáfora siguiente: pues resultaría apenas visible entre un milímetro y otro, a veces es tan así de limitada, pero al fin lo que haya, eso, es libertad.  De manera que es casi imposible que al ser humano no se le premie o se le castigue por sus actos.
Ahora bien, considero que lo más elemental del derecho positivo es que funge como vigía de la buena convivencia, y en definitiva de la paz en la sociedad: por lo cual es que el derecho positivo ha de cuidar del bien común, o sea la consecución de la justicia; en este orden de ideas es que cabe hablar de un derecho que enseñe a ser libre y responsable, i. e., que ayude a ser persona, por esto, también, es que se insiste en que la ética oriente al derecho.
La convicción de que el ser humano es libre, implica el hecho de que las leyes positivas sean medio y no fin en sí mismas, significa que ellas sirvan como un pedagogo o facilitador para construir la libertad.  El fin es la virtud, entonces el ser humano puede estar más allá de la ley, en la medida en que crece en la virtud.
El fin es la virtud y el medio es la ley (ya de por sí para ser virtuosos se requiere primero de algunas mínimas leyes que ayuden a tener hábitos), de hecho no se puede alcanzar la virtud si no es a través de la ley o las normas.  Pero ha de llegar un momento en que la normatividad desaparezca, esto sucede tanto cuanto se va alcanzando la madurez, cuando se va siendo responsable y no se requiere de la ley para ser justos.
Más, también hay que mencionar que a la gente no le gusta crecer, pareciera que no le gusta ser libre, o que le tiene miedo a la libertad como dice Erich Fromm, pues le resulta más fácil vivir siempre cumpliendo por cumplir y no por convicción; lo más nefasto de esto es que al común de la cultura mexicana le gusta más bien que le indiquen lo que hay que hacer, o mejor es decir que a la gente le gusta que le ordenen lo que NO debe hacer, con el fin de evadir el trabajo que implica el hecho de ser propositivos.
La actitud filosófica del jurista lo compromete a que éste alcance a ver que la ley es medio para la virtud, es decir, para ayudar a esa humanización a la que aludíamos, que consiste en que la persona aprenda a ser libre, que aprenda a construir su libertad; yo creo que hacia esto ha de tender una filosofía del derecho en la medida en que va integrando a la justicia, como el auténtico fin del derecho.
He manejado como síntesis de la libertad ese principio de que es la inteligencia la que mueve a la voluntad, pero el psicologismo contemporáneo asegura que más bien es la voluntad la que mueve a la inteligencia, de hecho esto es cierto en tanto que se vive en una cultura voluntarista, al punto que se acusa al sujeto contemporáneo de caprichoso.
Como se le quiera ver, el derecho siempre parte del supuesto de que el ser humano es libre; y si está ante todo el buen empeño por hacer que la ley se cumpla, cuando la intención del derecho sea en función del bien común, entonces se le reclama que es un sujeto libre al premiado o castigado por la ley, y lo que es más, la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento, de manera que estamos obligados a conocer y respetar la ley libremente, no ciegamente.
Incluso hay filósofos del derecho, en la línea del iusnaturalismo, como es el caso de Tomás de Aquino, que sugieren el que si una ley es injusta no hay que respetarla, a menos de que convenga más obedecer esa ley injusta que desobedecerla, usando el principio, pues, del mal menor.
Así que está de por medio la libertad ante el derecho; y lo deseable es que una cultura de la legalidad sea escuela de libertad ciudadana o política; tal vez el problema sea que quien promueve la cultura de la legalidad, a saber, el gobierno, es quien menos da muestras de cumplimiento de la ley.

miércoles, 10 de marzo de 2010

De la relación entre política y moral

Por Francisco Loreto Manríquez Cota
 
Desde la historia, la filosofía de la política ha ido en busca de la justicia, la cual es génesis y fin para lo cual ha sido creada, establecida en el marco de la sociedad. Ya en la modernidad se había tratado de romper con esta vinculación entre la ética y la política. El hecho de que la filosofía política vaya en búsqueda de la justicia, nos hace ir hacia una humanización, hacia la integración de una política y la ética, en la implantación de una ética adecuada al hombre, a sus necesidades, a su sentido como parte importante de la estructura social y sus relaciones[1].
Pero, ¿cuál es la relación entre la política y la moral? La relación principal estriba, como diríamos anteriormente, en esa búsqueda de la justicia, sobre todo, de la equidad en la búsqueda del bien, mismo al que tiende el hombre. Reflejo de ello era la actitud de Marx, pues él hablaba, no de interpretar la realidad, sino de transformarla, sosteniendo un desapruebo total del capitalismo, una verdadera condena moral[2].
La filosofía moral, la ética, pues, viene a darle ese sentido humanizador a la política, brindándole elementos teóricos y prácticos, pues debemos empezar desde un enfoque antropológico. La ética es primeramente personal, de tal manera que cada hombre proyecta y decide lo que va a hacer y, debido a ello, las normas y modelos en base a lo que decidimos hacer de nuestra vida han de ser aceptados libremente para que sean auténticamente morales. Por esto, es necesario que las reglas pasen antecedentemente por la conciencia moral para que sean considerados como deberes, sólo así se hacen nuestras las decisiones, los actos de la vida misma[3].
Así, es preciso reencontrar las fuentes de la ética y las fuentes éticas de la política, pues tenemos que las éticas puramente formales necesitan de contenidos materiales (axiológicos) y viceversa, las ética material necesitan, para ser más claras, de las éticas formales[4], pues sin esta debida relación quedarían en un total desequilibrio.
Lo primero que se da en las comunidades políticas es el sentido de pertenencia, de identidad, que va más allá de los límites de un país, de un estado, de una ciudad o de una familia[5]. El hombre se hace a sí mismo, decíamos anteriormente, pero esto no lo excluye de estar generalmente determinado en su conducta, y es por esto por lo que decimos que el hombre es hecho por la sociedad y por su mundo histórico-actual: así podemos decir que la cultura abre un camino a la moral y es la que nos encamina por él[6].
El hecho de pretender que la cultura y la sociedad nos den ya hecha una moral, sería una utopía, tanto como la ética de la situación, esto debido a que nadie puede dar al hombre más elementos para hacer su vida, elementos que por inicio se aceptan como normas, pero que comportan siempre una decisión personal[7].
De manera más concreta, en la relación entre ética y política, podemos decir que la ética no es un orden definitivamente, sino, más bien, una exigencia, una actitud, algo siempre “buscado”[8]; diversamente la política es una realidad que se encuentra constituida por el juego de las fuerzas del poder político y sus condicionamientos sociales.
La relación entre la ética y la política busca una actitud políticamente eficaz y éticamente justa, pero esta relación parece fracasar en su intento y parece ser una “posibilidad imposible” la búsqueda de síntesis entre ambas[9].
En la moral hay siempre peripecia y libertad, pues nunca conocemos su desenlace, y aparece así su, podríamos llamar, dramaticidad. Así, la posibilidad de moralizar la política puede aparecer como dramática, debido a la tensión de la lucha moral que es siempre inacabada. Acabamos de decir que la relación entre moral y política es dramática pero posible, y dicha relación reviste diversos modos: de la ética personal a lo político, a la moralización del estado por el individuo; el individuo articulado en grupos sociales del estado por un determinado grupo social; y la moralización de la política a la ética, refiriéndonos aquí a la moralización del individuo por el estado o desde él[10].
La cuestión de esta relación, es la búsqueda de la justicia y la equidad, de un individualismo que nos permita la admisión de los derechos de las comunidades, así como un comunitarismo que pueda convivir con los derechos individuales, buscando un equilibrio[11], a pesar de su dramática confrontación. No es tarea fácil, pero es un trabajo que, como diría Gadamer[12] en Verdad y método, implica la prudencia como aquella que nos ayuda a interpretar y concretizar la transformación y el mejoramiento, ayudándonos en forma de prudencia política en la búsqueda de la transformación social de acuerdo a los fines que el hombre personal y comunitario necesita[13], no sólo de manera teórica, sino también práctica, no sólo formal, sino también material.



[1] Cf. BEUCHOT M., Filosofía política, Torres Asociados, México: 2006,137.
[2] Cf. Aranguren J. L., El marxismo como moral, Madrid: 1980, 54.
[3] Cf. ORTIZ E., Persona, moral y derecho, Pontificia Universidad Gregoriana, Roma: 2001, 240.
[4] Cf. BEUCHOT M., op. cit., 145.
[5] Ibíd., 146.
[6] Cf. ARANGUREN J. L., Ética y política, Trotta, Madrid: 1995, 32.
[7] Cf. ORTIZ E., op. cit., 241.
[8] ARANGUREN J. L., op. cit., 126-128.
[9] Ibíd., 73-76.
[10] Cf. ORTIZ E., op. cit., 245.
[11] Cf. BEUCHOT M., op. cit., 148.
[12] Cf. Gadamer H. G.,Verdad y método, Sígueme, Salamanca: 1977, 49ss.
[13] Cf. BEUCHOT M., op. cit., 151.

Hermenéutica analógica 5

domingo, 7 de marzo de 2010

Noticia que nos regala lineamientos para un curso del pensamiento de Tomás de Aquino

Curso de introducción al pensamiento de Santo Tomás
Mar del Plata (Buenos Aires), 1 Mar. 10 (AICA)

Santo Tomás de Aquino
Santo Tomás de Aquino
Durante los días 11, 12 y 13 de marzo próximo, en la sala Santo Tomás (Falucho 3122) de la Universidad FASTA-Mar del Plata, se desarrollará un curso sobre “Introducción al pensamiento de Santo Tomás de Aquino”, cuyo dictado estará a cargo del doctor Mario Caponnetto.

     El curso, con entrada libre y gratuita, está auspiciado por la Sociedad Internacional Tomás de Aquino-Sección Argentina, la Universidad FASTA-Mar del Plata. El Centro de Humanidades Josef Pieper y la Fraternidad de Vida Nueva.

     El programa contempla los siguientes temas:

     El jueves 11 de marzo, de 18 a 21: 1. Vida y obra de Santo Tomás de Aquino. Reseña biográfica y marco histórico general. El desarrollo de la Escolástica hasta Santo Tomás. Las obras de Santo Tomás: fechas de composición, número, clasificación y autenticidad. 2. Las fuentes del tomismo. Fuentes precristianas. Santo Tomás y la tradición helénica. Fuentes patrísticas. Santo Tomás y los Padres de la Iglesia. Otras fuentes (Avicena, Maimónides, etc.). 3. La enseñanza de Santo Tomás. La Sacra Doctrina. El método tomista: la “disputatio”. Nociones elementales de léxico tomista.

     El viernes 12, de 18 a 21: 1. La novedad de la teología tomista: del Comentario de las Sentencias a la “Summa Theologiae”. Teología y Metafísica: la doctrina del ser en Santo Tomás. Causalidad y participación. 2. La creación. El Universo tomista. El Universo, icono de Dios. Unidad y pluralidad del Universo. La criatura espiritual. 3. El Hombre. Las claves centrales de la antropología tomista. “El hombre en cuerpo y alma”. El problema del conocimiento: percepción y pensamiento. Santo Tomás y las ciencias del hombre.

     El sábado 13, de 9 a 13: 1. El obrar humano. Fundamentos de la Ética tomista. De la “eudamonia” aristotélica a la “beatitudo” cristiana. 2. Hombre y sociedad. Los fundamentos antropológicos y éticos de la Sociedad Política. 3. El espíritu del tomismo. El alma de la empresa tomista. El tomismo en diálogo con el pensamiento contemporáneo: tomismo y mundo actual.

El doctor Mario Caponnetto
     Nació en Buenos Aires en 1939. Es médico por la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (1966) y médico Cardiólogo Universitario por la misma Universidad (1980). Hizo estudios de Filosofía en la Cátedra Privada de Filosofía del doctor Jordán Bruno Genta, Buenos Aires, de 1956 a 1974.

     Pertenece a varias sociedades científicas del país y del exterior, entre ellas, la Sociedad Internacional Tomás de Aquino (SITA). Ejerció y ejerce la docencia universitaria en las Universidades del Salvador y Austral, en la Argentina, y en la Universidad Autónoma de Guadalajara (México). Dictó cursos regulares y seminarios de Ética, Bioética y Antropología Filosófica. Intervino en congresos y pronunció conferencias en distintos lugares del país y del exterior.

     Es autor de varios libros y de numerosos artículos. Entre sus escritos pueden mencionarse: El Hombre y la Medicina, Buenos Aires, 1992; Víktor Frankl, una antropología médica, Buenos Aires, 1995.

     Desde hace varios años se halla abocado a trabajar en la traducción de obras de Santo Tomás de Aquino, entre las que se destacan: “De Spiritualibus Creaturis” (Las Creaturas Espirituales), Edición Bilingüe, 2005; “Lecciones inaugurales. Rigans montes. Hic est liber”, Edición Bilingüe, 2007; y “De Magistro” (El Maestro), Buenos Aires, 2008.+
Obtenido de: http://www.aica.org/index.php?module=displaystory&story_id=20462&format=html&fech=2010-03-01

Hermenéutica analógica 4

miércoles, 3 de marzo de 2010

Cultura de la legalidad: la persona ante el derecho


Imagen obtenida de: http://www.amnistiacatalunya.org/edu//humor/dudh/11-perich.GIF
Por Jesús M. Herrera A.
Publicado en Diario El Mexicano: TIJUANA, B.C. / LUNES 1 DE MARZO DE 2010 / p. 25A  
Una nota que dejó la maestra Ana Cristina Borquez en mi columna pasada, dice que “la verdadera formación moral (no instrucción en el conocimiento de los valores, que es lo que se hace en las escuelas) podría augurarnos un futuro de leyes morales y por lo tanto, justas, que no se nos hiciera tan fácil dejar de cumplir o corromperlas, como en los países donde la gente respeta su ley como propia”, por esta convicción es, pues, que abrí la hipótesis de que tras el derecho ha de estar un sustento moral o ético.
Y es que la convicción por respetar las leyes, en gran medida, viene cuando la persona se da cuenta de que el origen de las leyes procede de una auténtica intención por crecer como persona y como sociedad.  Y hay que dar todavía un paso más, si atrás del derecho está la moral o ética, pues tras le moral o ética está el ser humano.
Entonces, para alcanzar a ser justos, en tanto que equitativos, es imprescindible un conocimiento filosófico del ser humano; y en la línea de una filosofía personalista en la que me inscribo, se trata de tener la capacidad de ver al ser humano más allá de sus aspectos biológicos, ya que también hay otra dimensión que constituye unitariamente al ser humano, se trata de su vida o aspectos simbólicos.
Es que desde esta línea personalista, las observaciones que se le hacen a los derechos humanos, es que estos no tienen un punto de dónde partir que sea suficiente para fundamentarlos, y por esta adolescencia, más bien lo que se hace es partir de convencionalismos, que en México, siendo honestos, no vienen del diálogo, sino de pleitos (reales o ficticios) que, además, sirven para distraer y/o confundir a la gente, con lo cual se hace una sociedad pasiva ante decisiones, muy legales, eso sí, pero injustas.
La vida simbólica orienta o moldea a la biológica; es que la vida simbólica se refiere a la parte intencional y libre de la persona, mientras que la biológica se encarga de materializar lo que ocurre con la intencionalidad humana; uno ha de pensar, pues, antes de actuar; o la persona actúa o vive de acuerdo a cómo piensa, según cuáles son sus convicciones.
El ser humano, pues, es animal intencional, de aquí que éste sea lo más enigmático que hay en el mundo, dada esta vida intencional que le es propia.  Se trata de que la ley sea para el ser humano y no que el ser humano se subordine a la ley, y es que cuando la ley es injusta es porque ésta se positiva al margen de la condición humana.
Hay, entonces, derechos que existen al margen de que se les reconozca positivamente; son derechos que surgen por el simple hecho de ser humano.  De aquí que sin el reconocimiento de que haya derechos naturales, (o una ley natural, se decía antes), se hacen leyes injustas, lo son porque piensan en casi todo, menos en lo más importante, que es el ser humano.
Se trata de un iusnaturalismo que es necesario describir para precisar, ya que hay sistemáticamente y desde la antigüedad griega algunas nociones de naturaleza humana y por ende, de ley natural, que no corresponden, pues, al iusnaturalismo que los filósofos del derecho, en la línea del personalismo y de otras escuelas filosóficas, actualmente están proponiendo.  Aquí queremos proponer un iusnaturalismo que viene inspirado por el iusnaturalismo clásico, el cual hay que descubrir en su forma más auténtica.
Una idea de naturaleza humana con justa razón rechazada es la de esa naturaleza aristotélica, en aquello de hacer ver como natural al esclavo, no se trata, pues, de esta idea de naturaleza que pone tal o cual condición social como algo natural, determinante y determinada.
Claro que un iusnaturalismo clásico ha supuesto que hay una razón moral, como algo propio (y no accidental) del ser humano, y para esta concepción, el iusnaturalismo le debe mucho a Aristóteles, gracias a la doctrina de la virtud que el estagirita nos ofrece.
Luego en la modernidad, en seguimiento de El Príncipe de Maquiavelo, la virtud se entiende más bien como fuerza de poder: haciendo del poder un fin y no un medio.  Así que El Príncipe es uno de los paradigmas principales de naturaleza modernista, y con ello de iusnaturalismo, porque se hace del poder por el poder el motor de tal o cual ley de quien tiene el poder de positivarla, y ya sabemos del dicho más maquiavélico que hay: que el fin justifica los medios.
La virtud, entonces, perdió el sentido de moderación que habían venido cultivando desde los pitagóricos hasta los escolásticos medievales, pasando por la Ética Nicomaquea de Aristóteles, en una línea muy clásica y, por ello, paradigmática para la formación moral, jurídica y política (en su acepción más amplia) de la persona.
De Rousseau tenemos también una idea de naturaleza, muy seductora, pero que no corresponde con el iusnaturalismo que proponemos, sin embargo, se piensa en ley natural o naturaleza humana, todavía hoy, en términos del autor de El Contrato Social.
Rousseau dice que el hombre es bueno por naturaleza, sugiere que es la sociedad quien lo desnaturaliza, quien lo pervierte; con una justificación vitalista esto volverá a aparecer en una lectura que se ha hecho tradicional en Nietzsche, para quien la moral, sobre todo la religiosa, hacen del ser humano un sujeto cobarde, porque  esa moral le quita al hombre una vitalidad que lo hace capaz de enfrentar lo que es ineludiblemente trágico en su vida.
Luego al extremo de Rousseau se coloca Hobbes, pues dice que el hombre es malo por naturaleza, al punto de hacer famosa la frase de Plauto, de que “el hombre es lobo para el hombre”; el ser humano es, pues, antisocial, y aparece un estado de naturaleza en términos de anarquía, pues es que el poder de la sociedad/estado es monstruoso, tanto, como que lo describe ese monstruo mítico que es el leviatán.
Cuando se piensa en la sociedad y en el estado de derecho, es imprescindible la virtud social de la solidaridad; ésta puede ir conduciendo la ley y el poder para que éste no se desvirtúe.
El iusnaturalismo en el que vemos lo que hay antes del derecho positivo, pone a la persona, decíamos, como sujeto de intencionalidades.  Más aquí damos otro paso, que estas intencionalidades, en su forma más básica, en tanto que son las de la inteligencia y las de la voluntad, son las que hacen ver que el ser humano es libre.
Así que el derecho positivo ha de cuidar el hecho de que el hombre siga construyendo su libertad, al margen de esto, de la persona como sujeto libre, luego se positivan leyes que más bien son para que el estado evada sutilmente la responsabilidad que le toca ante situaciones sociales, sobre todo, las emergentes, como es el caso de si despenalizar o no tal o cual droga, o el aborto, incluso se habla de si despenalizar o no el adulterio.
La penalización o despenalización de algo es necesario que se haga en atención de ayudarle al ser humano a ser auténticamente libre.  Se trata de la naturaleza humana que no está determinada, sino que se construye en términos de virtud, el hombre se va haciendo libre en la medida en que es virtuoso, y es importante que un estado de derecho cuide de la individualidad como de la sociabilidad; lo que sigue es, entonces, hablar de la libertad y el derecho.